(3 estrellas)
‘Sisu’ fue una agradable sorpresa en 2022: una película ambientada en la Segunda Guerra Mundial en la que su director, el finlandés Jalmari Helander, demostraba un talento para las escenas de acción que lo ponía en la órbita de nombres como Guy Ritchie, Sergio Leone o George Miller. Su combinación de violencia extrema y humor negro funcionaba de forma muy parecida al cine de Tarantino. Aquella cinta, con apenas 6 millones de presupuesto, recaudó cerca de 18 millones (sumando streaming) y se convirtió en un fenómeno gracias al boca a boca.
Ahora Helander regresa con el doble dinero y la misma receta, cambiando los terribles nazis por unos rusos implacables que se han hecho con buena parte de Finlandia tras la Segunda Guerra Mundial. El resto es más de lo mismo: una orgía de muertes y una sucesión de escenas tan salvajes como inverosímiles. ¿Ejemplos? Un camión derribando un cazabombardero con unos troncos, un tanque ruso saltando la frontera con un mortal o un vagón alcanzando a un tren impulsado por un misil. Esta es una película para quitarse el cerebro: no busques lógica ni decisiones racionales (porque no las hay). Hay que contemplarla a como quien ve fuegos artificiales… aunque aquí lo que cae del cielo son trozos humanos.
Homenaje a otros grandes
Helander divide la película en capítulos con títulos en tipografía de western clásico, anticipando la salvajada que viene. La historia arranca con Aatami Korpi (Jorma Tommila), el excomando finlandés, cruzando la frontera rusa para recuperar los restos de su antigua casa, ahora en territorio soviético. Sus enemigos no le perdonan la cantidad de soldados que eliminó y envían a Stephen Lang (con un acento ruso impecable) para darle caza. Comienza así un juego del gato y el ratón que deja decenas de cadáveres a su paso.
El primer tercio es un homenaje al cine de George Miller, con una secuencia de asalto al camión que podría encajar en el universo Mad Max. Aquí Helander demuestra que su talento va más allá de inundar la cámara de sangre: con menos CGI y acción más física, su propuesta funciona mejor.
Cine mudo y el Coyote y el Correcaminos
Jorma Tommila no pronuncia una sola línea de diálogo. Toda su interpretación se basa en la expresividad y movimientos lentos y amenazantes, inspirados en Buster Keaton. Los pocos diálogos llegan de la mano del fichaje estrella, Stephen Lang, que borda el papel de antagonista.
El resto es puro cartoon: como los cortos del Coyote y el Correcaminos, Tommila sobrevive a bombas que podrían impresas perfectamente la marca ACME, torturas con látigos eléctricos que le dejan la espalda peor que a Jim Caviezel en ‘La Pasión de Cristo’, ametrallamientos, cócteles molotov, cuchilladas, explosiones… Nada detiene al hombre al que llaman “el inmortal”.
La apoteosis final
El último tercio transcurre en un tren, donde un Aatami moribundo se convierte en una especie de Terminator que elimina todo lo que se mueve. No hay tiempo ni para un “I’ll be back”. Lo cierto es que la hora y media de película se pasa volando, Helander le va metiendo ritmo desde el inicio y no deja ni un respiro, solo esos silencios y esas miradas interminables antes de un estadillo de violencia muy al estilo Sergio Leone, sirven para el espectador se relaje de tanto estímulo.
Conclusión
Esta es una película para los muy, muy, muy amantes del cine de acción: sin diálogos, sin realismo y sin mensaje más allá de la ultraviolencia. Eso no quita que las interpretaciones de Tommila y Lang sean sólidas, ni que Helander confirme su talento para la acción y el montaje agresivo al estilo Guy Ritchie. Miedo da lo que puede hacer el director finlandés con su próximo proyecto: la precuela de Rambo.
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