Sábado, 22 de noviembre 2025, 01:16
Su trabajo consiste en dar vida llena de contenido a los muñecos de series y películas de animación, stop motion. Se dice pronto, pero no es fácil. El proceso es complejo, reclama pericia extrema. La productora valenciana Pangur Animation sabe mucho de ello Es candidata a dos Goya en el apartado de corto de animación. ‘Carmela’ y ‘Pietra’ aspiran a recibir uno de los cabezones que distinguen al mejor cine español. ‘Carmela’ acudirá a la gala con 37 premios ya en la mochila y ‘Pietra’ lo hará con 23. Se sabe que la animación valenciana vive un gran momento. Pangur es buen ejemplo. Mientras aguarda el veredicto de la academia, acaban de sacar el anuncio más dulce de la Navidad para lanzar los bombones de una conocida marca de turrones.
¿Cómo se hace uno de esos cortos stop motion que avanza en busca del Goya? LAS PROVINCIAS ha visitado el estudio que dirige Vicente Mallols con Leticia Montalvá como productora ejecutiva. Con ellos un equipo de profesionales cubren el trayecto desde el guion hasta que la producción salta a la pantalla. «Nueve minutos de película pueden exigir cuatro meses de trabajo», advierten Leticia y Vicente. La idea es la primera que llega, le sigue el guion. Al camino van saltando animadores, el control de las cámaras que tendrán que sacar «24 imágenes por segundo» sin que pueda escaparse una milésima. El taller de costura, los iluminadores, el personal de postproducción, los montadores, quienes se encargan del diseño de los personajes y de los decorados, así como los responsables de la música completan los oficios que convergen en uno, asumiendo la producción la responsabilidad de posibilitar el proyecto para Pangur.
Todo se desarrolla en un estudio donde llama la atención una máquina de coser rodeada de piezas de fieltro «que es lo que ahora se utiliza más», otros tejidos y también carretes de hilos de colores. Al frente está la costurera, Merce Beresaluze. Atiende ese taller de modista en miniatura y escoge «lo que cada proyecto requiere» para coser pantalones, faldas, pañuelos, calzado…
Junto a Merce se encuentra Lucía Martínez rodeada de muñecos, caras y piezas de un tejido peludo que servirá para poblar las cabezas de los protagonistas. Lucía explica que el cuerpo de los muñecos «tiene que ser de material flexible para que el animador luego lo pueda mover. La cabeza es de material rígido». Preparar esos detalles es el trabajo de Lucía, cuyo relato descubre que tiene que afrontar dificultades como la de conseguir la ilusión del movimiento de los párpados y de la boca. «Preparamos párpados, cejas y bocas de sustitución». Algo así como recurrir a cejas postizas, pero no exactamente. Se diseñan piezas para aplicar si el personaje sonríe, llora, frunce el ceño, cierra o abre sólo a medias los ojos. Se van cambiando conforme a las exigencias del guion.
Cada muñeco -cada personaje- esconde en su interior un esqueleto que le permite articular los codos, las manos, las rodillas… Explica la productora ejecutiva que son «estructuras que realizan verdaderos artistas que están escondidos». Los esqueletos para la animación llegan «de Estados Unidos o de Reino Unido. En España sólo hay una empresa que los hace, desde hace unos cuantos años, en Barcelona». Contemplar su funcionamiento resulta muy esclarecedor a la hora de comprender la realidad de la animación.

Personal de Pangur realizando sus trabajos.
Iván Arlandis

El equipo del taller lo completan Iván Madolell y Luis Vázquez. Se encargan de preparar los decorados, el ambiente que acogerá la historia y a sus personajes.
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Calcular las medidas es esencial. En función de las medidas de los muñecos será el escenario. «Los tamaños de nuestros personajes suelen tener, de media, una altura de entre 10 y 12 centímetros». Cuanto más grande, la labor de animar resulta más fácil porque se tiene que hacer a mano y con figuras muy pequeñas se complica. «El mayor tamaño que se utiliza se encuentra entre los 15 y los 25 centímetros».
Con el escenario y los personajes colocados en sus sitios llega lo que puede llamarse el rodaje. El animador entra en acción. Con sus manos tiene que dirigir los movimientos al ritmo del guion. Vicente muestra cómo trabaja sobre un set de rodaje también en miniatura y apartado de la luz externa mediante cortinas negras. Con las manos mueve a los personajes y prepara las posiciones para que una cámara fotográfica tome las imágenes a la velocidad de «24 fotogramas por segundo». El muñeco se sienta, se levanta, se mueve… Todo gracias a las manos del animador.
Llegará el borrado de todo aquello que no procede y que sirve de ayuda en los rodajes. «Y el color», apunta Leticia. Sí, también, como si se tratara de maquilladores. Los músicos harán el resto.
Así, con el cuidado de muchísimos pequeños detalles cobran vida muñecos que en su interior guardan un esqueleto de metal que puede llevar a que la casa valenciana se lleve no uno, sino dos Goya. Y eso, como apuntan Vicente y Leticia que el corto valenciano, que tiene mucho prestigio, no cuenta con todo el apoyo y promoción que podría darle mayor impulso. Pangur sigue trabajando. Pronto veremos nuevos resultados.
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