Léa Seydoux en ‘La bestia’
El relato breve de Henry James, La bestia en la jungla, publicado en 1903, ha tenido otras vidas más allá de sus escasas 48 páginas. Según entrevista propia realizada a Bertrand Bonello durante la promoción de La bestia en cines el pasado año, el cineasta francés veía en la vieja historia de James una fuente casi inagotable para pensar el presente: “Es un relato atemporal, pero a la vez completamente contemporáneo”, afirmaba. Hoy, la película amplía su público con su llegada a Amazon Prime Video, sumando nuevas interpretaciones de su perturbadora pregunta sobre el destino, la catástrofe y el sentido último del amor en tiempos de transición tecnológica.
Ahora disponible para los usuarios de la plataforma, La bestia invita a observar cómo la literatura de hace más de un siglo puede dialogar con las inquietudes de una generación atrapada entre el avance implacable de la tecnología y la búsqueda de sentido ante lo impredecible. James creó en John Marcher —el protagonista de su relato— un hombre convencido de estar marcado por una gran catástrofe futura, incapaz de entregarse al amor o aceptar la felicidad por miedo a lo desconocido. Bonello decide expandir ese gesto de espera al cine contemporáneo y, de paso, a las preguntas que parecen preocuparnos colectivamente: ¿El futuro será abandono de nuestra humanidad, de nuestras emociones? ¿Vale la pena el amor en un mundo donde todo se puede predecir o anular?
“La tecnología los ha hecho inútiles, inservibles pero también peligrosos. Porque como el ser humano ya no consigue llegar a ninguna parte, las máquinas con buen criterio lo resuelven todo, pero el precio que vamos a pagar es el fin de la humanidad en todo el sentido de la palabra”, reflexionó Bonello durante nuestra conversación el año pasado. En su filme, estrenado inicialmente en 2023, el director propone una estructura en tres épocas; cada una de ellas plantea una visión sobre el amor y el destino malogrado desde ángulos distintos pero complementarios. En 1910, el drama romántico se ciñe a la época del propio texto de James. En 2014, la historia se convierte en un thriller contemporáneo en el que un joven incel —término que designa a hombres que se consideran incapaces de relacionarse sexualmente— se obsesiona con una aspirante a modelo. Por último, en 2044, sobreviene un futuro distópico en el que la sociedad obliga a “purificar el ADN”, suprimiendo las emociones para encajar en la nueva era tecnológica.
La presencia de Léa Seydoux aporta un magnetismo constante y una intensidad emocional que atraviesa las distintas líneas temporales. El británico George MacKay, quién, según reconocía Bonello durante nuestra entrevista, “tenía una relación íntima con el personaje y con la película”, vino a ocupar el sitio de Gaspard Ulliel tras su repentino fallecimiento. “Tenía claro que no quería otro actor francés. Hice un casting con actores anglosajones y conocí a George. Y descubrí que tenía una relación íntima con el personaje y con la película, más allá de que fuera muy buen actor”, explicaba el realizador. El complejo personaje de MacKay adquiere especial peso en la trama de 2014; surgió, como reconocía Bonello, inspirándose directamente en Elliot Rodger, un joven real conocido por sus vídeos de frustración y aislamiento difundidos en redes sociales, germen de la llamada soledad amorosa digital.
Imagen de ‘La Bestia’, de Bertrand Bonello
El relato resulta entonces un puente entre los miedos de la modernidad y los desafíos del presente, lugar donde la tecnología y la soledad tienden a fundirse. Bonello, sin ironía, reconocía verosimilitud en esa fusión: “(Henry James) está intentando decirnos algo. La catástrofe ya está aquí”, afirmaba sobre la coincidencia de múltiples adaptaciones del texto en un mismo momento histórico. Su percepción de urgencia se hace palpable en la frialdad formal de la película, en la actitud distante de sus protagonistas e incluso en la relectura de la predestinación como resignación contemporánea.
La trayectoria de La bestia hasta Amazon Prime Video es también la de una apuesta consciente por el cine adulto y arriesgado, en una época dominada por las franquicias y el espectáculo. Bonello diagnosticaba el año pasado la situación de forma directa: “Hollywood ha cambiado mucho. Todos amamos las grandes películas de estudios, pero esas películas ya no están. Hoy día los estudios trabajan con cosas como Marvel o con muñecas como Barbie, ya no queda casi cine independiente, que además es bastante pobre últimamente. Curiosamente, los cineastas interesantes que hacen películas para adultos van a las plataformas”, compartía.
La bestia plantea pocas respuestas y muchas preguntas incómodas. Desde su inquietante visión de un futuro sin emociones hasta el eco de las obsesiones humanas más viejas —qué hacer ante el miedo a fracasar en el amor, ante el presagio de lo irreparable—, la película elige incomodar antes que complacer. En palabras del propio Bonello: “Decidí no prohibirme nada en cuanto al deseo del cine, de querer hacer algo con el cine”. Que la obra llegue ahora a más espectadores en streaming quizás no sea mero azar, sino otra vuelta a la pregunta de James: ¿es la espera la tragedia, o lo es el olvido de nuestros deseos?