Daniel Vázquez Sallés (Barcelona, 1966) pasa cuentas a su propio pasado, que es el de toda una generación, con una mirada crítica, pero también comprensiva. El escritor y periodista admite la influencia de haber nacido en el seno de una familia “muy politizada”. Hijo de Manuel Vázquez Montalbán y de Anna Sallés, Daniel vivió situaciones de primera mano, como la victoria del PSOE en 1982 en casa del cantautor Raimon, y de su mujer Annalisa Corti, con la decepción de los resultados del Partido Comunista de España, el PCE, que se quedó sólo con cuatro diputados, frente a los 202 de los socialistas.
Vázquez Sallés plasma buena parte de sus vivencias en el libro que acaba de publicar, Los felices ochenta, crónica de una generación desconcertada, (Folch &Folch). Y analiza la vida cultural y política de Barcelona, en contraste con la de Madrid. El escritor señala, en esta entrevista con Metrópoli, que algunos referentes culturales han abusado sobre sus propias circunstancias personales: “Loquillo es un tipo siniestro, va por ahí como si Barcelona se hubiera portado mal con él, y no es verdad”.

El escritor y periodista, que se ha centrado en gran parte en la crítica gastronómica, relata el pasado reciente de Barcelona con un tono de cierto desencanto. “Bueno, la realidad y el deseo generalmente nunca van de la misma mano. Podría haber sido mejor. Sobre todo si vienes de una familia politizada siempre crees que todo podría haber sido mejor. Se esperaba un poquito más”, señala Daniel Vázquez Sallés cuando justo ahora se acaban de cumplir los 50 años de la muerte de Franco y algunas voces, como la suya, cuestionan los resultados de la transición.

Daniel Vázquez Sallés, en la entrevista con ‘Metrópoli’
Òscar Gil Coy
Barcelona
Una de las cuestiones que aborda el escritor en el libro y que refleja para Metrópoli es la Ley de Amnistía, la que se aprueba en la transición. “Sentí cierta envidia por los juicios militares en Argentina, en 1985. Está bien llevar a juicio a la gente que ha formado parte del poder en una dictadura. Llevarlos a juicio, por lo menos para que den explicaciones. Después, si el país lo necesita, ya se aplicará una amnistía. Por eso creo que ese es el problema de la transición española. Hubo demasiado pactismo y se dejaron pasar muchas cosas”.
Vázquez Sallés recuerda que con 18 años se instaló en Londres, y que en ese momento se dio cuenta “de las carencias de España, porque llegué a un país con siglos de democracia, frente a otro en el que acababa de desembarcar un sistema democrático”.
La España que se dibuja tendrá un gran centro, que es Madrid, frente a una Barcelona que había vivido tiempos de gran creatividad en las postrimerías del franquismo. El escritor señala, sin embargo, presenta algunas enmiendas. “En los años ochenta, Madrid buscaba un lugar bajo el sol en comparación con la Barcelona golfa de los setenta, por cierto mucho menos golfa de lo que nos cuentan viejos militantes como Ramón de España y sus Españas disfuncionales”.
Llega aquel artículo de Félix de Azúa, Barcelona es el Titanic, escrito en 1982, y cunde la sensación de que algo se ha perdido con la llegada de los nacionalistas de Jordi Pujol al frente de la Generalitat. Vázquez Sallés vuelve a poner el dedo en la llaga: “Ahí había un punto en el que una serie de gente que provenía de una clase social determinada creía que Barcelona era suya. Y con la democracia esto desapareció. Una burguesía de izquierdas, jóvenes que se declaraban de izquierdas porque tocaba y luego volverían a sus orígenes”.
Pero desde otro sector social también se criticaba la Barcelona que se iba construyendo. Es el caso de Loquillo, el cantante de rock, uno de los referentes de la música popular en España más reconocido en los últimos 40 años. Daniel Vázquez Sallés no se corta, y lo tilda de “un tipo siniestro incluso antes de que se dejara hipnotizar por el patriotismo”. Así lo refleja en el libro.
Pero, ¿por qué? Vázquez Sallés, que se ha reconciliado en gran parte con la mirada crítica de su padre, Manuel Vázquez Montalbán, ahonda en un referente de la izquierda que ha plantado cara al nacionalismo. “Una vez lo entrevisté, y desprende un machismo que no me gusta nada. Y me parece siniestro, sí, porque va como enfadado por la vida. Como si aquí esta ciudad se hubiera portado muy mal con él y no es verdad. Puedes tener desavenencias ideológicas, o lo que quieras, pero no puedes ir por el mundo echando pestes por conveniencia. Sé un poco agradecido con la ciudad que te convirtió en músico, ¿no? Es así como lo veo”.

Daniel Vázquez Sallés, en la entrevista con ‘Metrópoli’
Òscar Gil Coy
Barcelona
Vázquez Sallés prosigue: “Después si la vida te lleva por otros derroteros, pues perfecto. Pero esa cosa como si tuviéramos una especie de deuda con él, no lo acabo de ver. Es un tipo que nunca me ha despertado demasiada admiración. Aunque claro, me gustaba mucho una canción que ahora sería imposible de emitir, la de La mataré. En aquella época nos parecía una canción muy rockera y estupenda. Y para mí la canción de Loquillo siempre será la del Cadillac solitario. Está muy bien porque ejemplifica un tipo de relación con la ciudad, con una ciudad que se perdió, la ciudad del seny i la rauxa”.
Y ahí el escritor se refiere a la evolución de la capital catalana. A la dualidad que se establece entre la euforia y la depresión. Entre la ciudad que se considera la mejor del mundo, y la que está en la situación de decadencia.
¿Han ido bien los últimos años? “Creo que no se ha entendido que esta ciudad, para que evolucione, y por eso no me gusta Colau ni los comunes, necesita del matrimonio entre el capital privado y el capital público. Siempre ha sido así. Y es una ciudad que tiene grandes ideas. Lo que pasa es que cuesta mucho llevarlas a cabo, porque es todo ¡tan complicado!, lograr un permiso, otro…En Barcelona hay un espíritu asambleario terrorífico”.

Portada del libro de Vázquez Sallés
¿Hay que llegar a más acuerdos, por tanto, en el propio Ayuntamiento? ¿Ha habido una mejora con el gobierno de Jaume Collboni respecto a Ada Colau? “Sí, sí, yo casi sería partidario de una mayoría absoluta de Collboni. Y no voté a Collboni. Pero lo digo para que pudiera trabajar mejor. A mí el ‘colauismo’ no me gusta nada. Y veo que sólo con diez concejales, los que tiene el PSC, es muy complicado gobernar”.
Con la mirada otra vez en los ochenta, y tras una crítica feroz a figuras como Juan Antonio Samaranch, por su pasado falangista, –que fue el gran catalizador de que Barcelona acogiera los Juegos Olímpicos de 1992—Vázquez Sallés defiende la capital catalana frente a Madrid y el “invento” de la Movida.
“La Movida es el inicio del nacionalismo madrileño, que existe y que representa perfectamente Isabel Díaz Ayuso y compañía. Y es que dieron mucho la turra con la Movida. Cuando lo que sucedió es que había otros centros y mucha vitalidad en Málaga, Galicia o la propia Barcelona. Madrid se lo comió todo porque hubo un intento de centralizarlo todo”.

El escritor y periodista Daniel Vázquez Sallés, en la entrevista con ‘Metrópoli’
Òscar Gil Coy
Barcelona
¿Pero fue un movimiento de la izquierda española? “La mayoría de los componentes de la Movida provenían de familias franquistas. Y hemos visto el final de muchos de ellos, con Olvido Gara, Alaska, y Mario Vaquerizo, que es una especie de esperpento, más perdido que un torero al otro lado del telón de acero, como diría Joaquín Sabina”.
Es la mirada de Daniel Vázquez Sallés, que admite que, en muchas ocasiones, ha podido sentirse “un impostor”, y que ha vivido grandes contradicciones. Llegó a votar al CDS, de Adolfo Suárez, frente al estupor de sus padres. El padre lo llegó a entender: “es la manera de poner distancia frente a lo que has aprendido en casa”. La madre no lo aceptó de tan buen grado. El problema, sin embargo, hubiera sido mayúsculo si Vázquez Sallés hubiera votado al PSOE. “Eso para mi padre hubiera sido más complicado”, señala.
Esa forma de ver las cosas se reflejó en la noche electoral de 1982. “Viví la noche electoral en casa de Raimón y su mujer Annalisa, con mis padres. Tras los resultados, el bajón fue tremendo. El PCE había quedado arrasado frente a los 202 diputados de los socialistas”.