Norman Foster es uno de los arquitectos más importantes del mundo. Entre las décadas de 1980 y 1990 consolidó su prestigio con proyectos emblemáticos como el aeropuerto de Stansted en Londres, cuyo diseño rompió con el esquema tradicional de terminal aérea al situar todos los elementos mecánicos en el subsuelo, liberando la cubierta y generando una sensación de apertura y claridad. Hace unos días, Norman fue nombrado doctor honoris causa por la Universidad Autónoma de Madrid, dejando claro la conexión del arquitecto con Madrid, ciudad que le ha visto coger y que le acoge día tras día junto a su mujer, Elena Ochoa.
Norman Robert Foster nació el 1 de junio de 1935 en Manchester, en Inglaterra, y es considerado uno de los arquitectos más destacados e innovadores del movimiento conocido como high-tech o alta tecnología. Su trayectoria se caracteriza por una constante búsqueda de eficiencia estructural, sostenibilidad ambiental y elegancia formal, combinando ingeniería y arquitectura de manera ejemplar. Desde sus inicios, Foster entendió el edificio como una máquina urbana, un organismo que debía funcionar con el mínimo gasto energético, con soluciones constructivas inteligentes y con una estética clara, honesta y depurada.
Los inicios humildes de Norman Foster
Norman Foster, en una imagen de archivo.
Foster proviene de una familia humilde y su infancia estuvo marcada por la austeridad, lo cual influyó profundamente en su visión racional y funcional del diseño. Tras trabajar desde joven en distintos empleos, ingresó en la Universidad de Manchester, donde estudió arquitectura. Más tarde, obtuvo una beca para cursar un máster en la Universidad de Yale, un paso crucial en su formación, pues allí entró en contacto con grandes referentes como Paul Rudolph y conoció a Richard Rogers, con quien fundaría en 1963 el estudio Team 4. Aunque la firma se disolvió pocos años después, supuso el punto de partida para su carrera profesional independiente.
En 1967 fundó su propio estudio, Foster + Partners, que con el tiempo se convertiría en una de las firmas de arquitectura más prestigiosas y globalizadas del mundo. Su primera etapa se caracterizó por un fuerte interés en la expresividad de la ingeniería y la transparencia constructiva. Uno de los proyectos que lo dio a conocer internacionalmente fue el Edificio de la Willis Faber and Dumas (1975) en Ipswich, una obra que incorporó fachadas de vidrio curvas, espacios interiores diáfanos y un uso adelantado de tecnologías de ahorro energético. Esta obra definió ya muchos de los principios que Foster mantendría a lo largo de su carrera.
El ayuntamiento de Londres o su tendencia a la sostenibilidad
En 2001 finalizó uno de sus proyectos más conocidos, el ayuntamiento de Londres, un edificio con forma ovalada y dinámica que reduce el costo energético mediante la optimización de iluminación y ventilación natural. Otra de sus obras más célebres es la Cúpula del Reichstag en Berlín, la renovación del histórico Parlamento alemán.
El ayuntamiento de Londres. | Arquitectura Viva
Norman Foster también ha proyectado rascacielos que se han convertido en hitos del paisaje urbano. Es más, su estudio ha diseñado el Hearst Tower (2006) en Nueva York, pionera como el primer rascacielos «ecológico» de la ciudad, con una estructura reticulada que utiliza un 20% menos de acero que los sistemas convencionales.
Además, es conocida su tendencia a la sostenibilidad. Ha sido defensor de la planificación urbana eficiente, el transporte público de alta capacidad y el uso racional de los recursos. Su pensamiento arquitectónico parte de la convicción de que las ciudades deben ser densas, conectadas, inclusivas y ambientalmente responsables. Esto lo ha llevado a participar también en importantes proyectos urbanos e infraestructurales, como la remodelación del viaducto de Millau en Francia, uno de los puentes más altos del mundo, donde la ingeniería se convierte en una expresión estética de precisión y refinamiento técnico.
Su gran conexión con la ciudad del Támesis
En 1999 recibió el Premio Pritzker, considerado el máximo reconocimiento mundial en arquitectura. Además, fue nombrado caballero por la reina Isabel II y posteriormente obtuvo el título de Lord Foster of Thames Bank, convirtiéndose en miembro de la Cámara de los Lores del Reino Unido. A lo largo de su carrera ha acumulado decenas de distinciones académicas, profesionales y estatales en distintos países.
Norman Foster, en septiembre de 2023 en Madrid. | Gtres
Más allá de sus obras construidas, Foster ha influido en generaciones de arquitectos con su manera de conciliar funcionalidad, sostenibilidad y belleza. Su legado no solo se mide por los edificios que ha dejado, sino por la manera en que ha transformado la relación entre arquitectura, tecnología y sociedad. Aunque eso sí, los avances en su vida personal tampoco se han quedado atrás. Desde hace décadas, la relación de Norman Foster y Elena Ochoa ha sido mucho más que un vínculo personal; es una alianza intelectual, cultural y emocional que ha moldeado buena parte de la presencia de Foster en España, especialmente en Madrid. La evolución de su vida conjunta y su residencia madrileña no solo ha reforzado su imagen pública, sino que ha convertido la capital en un pilar central de su legado.
Quién es Elena Ochoa, su mujer y pilar fundamental
Su historia de amor comenzó en los años noventa, cuando Elena Ochoa, psicóloga e investigadora española, se trasladó a Reino Unido para impartir clases en el King’s College de Londres. Fue en ese ambiente académico donde la conoció Foster. Por aquel entonces él era un consagrado arquitecto y ella, una brillante profesora, curiosa, apasionada por el arte y la cultura. La afinidad surgió casi de inmediato a través de las ciudades, pensamiento, belleza y el diseño.
Elena Ochoa, su gran apoyo en la capital. | Gtres
A pesar de su diferencia de edad —casi 23 años—, su vínculo se construyó desde la admiración mutua. Foster, con su carácter contenido y su atención al detalle, encontró en Ochoa una figura capaz de inspirarle no solo en lo arquitectónico, sino también en lo humano y lo artístico. Ella, por su parte, siempre ha evitado la convencional «esposa de arquitecto»; no ha buscado dirigir su estudio ni imponer sus ideas, sino aportar su propia visión. Se casaron en 1996 en un acto íntimo, con pocos invitados.
La Fundación Norman Foster
Aunque su base principal fue durante mucho tiempo Londres —viven en un ático de 600 m² junto al Támesis, que Foster diseñó—, Madrid se convirtió con el tiempo en su «segundo hogar». En la capital española tienen una presencia muy marcada. La Fundación Norman Foster, instalada en un palacete histórico en el barrio de Chamberí, es uno de los símbolos más claros de su compromiso con España. El edificio del palacete, construido en 1912 por Joaquín Saldaña, fue restaurado con gran cuidado para conjugar su carácter clásico con una estructura contemporánea.
Como decíamos, Elena no solo ha sido su pareja; es una pieza clave en el entramado cultural que rodea a Norman Foster. Como editora y comisaria, dirige Ivorypress, una editorial y galería centrada en libros de arte, fotografía y arquitectura. Esa pasión por el arte y la cultura ha conectado perfectamente con la visión de Foster sobre la arquitectura, no simplemente como construcción, sino como forma de pensamiento y de diálogo con la sociedad. Una de las anécdotas más reveladoras es que fue precisamente Elena quien sugirió que gran parte de los fondos que Foster quería destinar a su legado se canalizaran en una fundación con becas para investigación, viajes y pensamiento urbano. Su idea es que otros jóvenes puedan hacer lo que él hizo; aprender, viajar, reflexionar.
Elena trabaja como editora y comisaria de arte
Norman Foster y Elena Ochoa, por las calles de Madrid en febrero de 2019. | Gtres
La pareja, en estos años, también ha sabido disfrutar del Madrid más íntimo y cotidiano. Por ejemplo, son recurrentes sus almuerzos en restaurantes emblemáticos del barrio de Chamberí, como La Parra, un lugar con historia y encanto clásico donde se les ha fotografiado en varias ocasiones. Además, su relación con la alta sociedad cultural madrileña es una realidad; en un evento reciente asistieron los príncipes Pablo y Marie Chantal de Grecia, con quienes compartieron comida en Numa Pompilio, otro restaurante con encanto del barrio de Salamanca.
En 2025, la Universidad Autónoma de Madrid (UAM) invistió a Foster como doctor honoris causa. Elena Ochoa estuvo a su lado en la ceremonia. Fue la propia rectora quien puso en valor a Elena, afirmando que el valor de Foster también se ve en «su vida compartida con Elena, en su legado cultural».