El expresidente de la Generalitat Carles Puigdemont conmina al PSOE a «emprender la ruptura que se negaron a hacer hace 50 años» si quiere salir del «abismo», que identifica con la serie de casos judiciales en los que está envuelto el partido de Pedro Sánchez, en un clima de «división social» que «se parece mucho al de otros períodos convulsos que tuvieron, todos, un final trágico (guerras y dictaduras) o tragicómico (el 23F)».

En concreto, Puigdemont, en un artículo publicado en ‘El País’, considera que las investigaciones en «entorno del presidente Pedro Sánchez y también directamente sobre su familia», así como el procesamiento y condena al fiscal general, «pieza clave para garantizar el cumplimiento de la ley de amnistía», deben leerse en clave de ‘lawfare‘: «A los socialistas los han enviado a la misma sastrería en la que se fabricaron los trajes a medida que prepararon para nosotros«.

Para Puigdemont, la única manera de superar este momento político para por una «ruptura» que «empieza por reconocer el derecho a la autodeterminación de los pueblos, que es un concepto que el Partido Socialista había defendido durante décadas». «Con pactos con el antiguo régimen, como fue el pacto de la transición y la continuidad de la monarquía restaurada por Franco, solo perpetuarán el régimen, que es lo que han estado haciendo hasta ahora, aunque se pavoneen como unos gallos cuando evocan los cincuenta años de la muerte del dictador. Unos gallos sin cabeza, para ser precisos», apunta el presidente de Junts.

La «división social» a la que alude Puigdemont la explica por las tensiones generadas por la firma del acuerdo de investidura entre el PSOE y Junts, el llamado «pacto de Bruselas», que fija un relato según el cual 1714 es el «origen del conflicto no resuelto, circunstancia que apelaba a la monarquía española heredera directa de aquel inefable Felipe V». También establecía «el acuerdo de depurar las responsabilidades de la guerra sucia contra el independentismo, con las comisiones de investigación y la mención explícita del término ‘lawfare’, que provocó la primera erupción cutánea en la piel del Estado profundo».

Por último, la aprobación de la ley de amnistía o «el hecho de tener que negociar en Suiza ante un mediador/verificador internacional, la exigencia de hacer oficial el catalán en la UE y la aprobación de la oficialidad del catalán en el Congreso de los Diputados», generaron una tensión que, pese a todo , no hizo romper las costuras, «pero se intuía el mar de fondo».

Es la «división social» a la que alude el expresidente. «No puedo decir que no me importe, porque sería mentira. Pero que nadie se confunda: no me siento interpelado como ‘español‘ porque solo lo soy por obligación y no por voluntad, identidad o sentimiento. Me interpela como demócrata europeo, y como independentista catalán en particular. Porque todo esto ocurre, en gran parte, por la negativa a aceptar la democracia radical como metodología para la resolución de los conflictos«.