El pasado martes Retrato de Elisabeth Lederer de Klimt consiguió un triple récord: de artista, de una venta de arte moderno y de la propia casa de subastas. ¿A qué se debe esta locura?
Parece que el mercado del arte ha encontrado a su nuevo rey Midas: ya no es Warhol, ni Picasso ni Manet, sino Gustav Klimt. La noche del martes un retrato suyo alcanzó la desorbitada cifra de 236 millones de dólares en Nueva York, pulverizando el anterior récord del artista obtenido hace dos años gracias a Mujer con abanico (rematado en Europa por el equivalente a 110 millones de dólares). Pero, ¿por qué esa diferencia entre ambas figuras? ¿Acaso no salieron de la misma mano? Probablemente se deba a que el Retrato de Elisabeth Lederer que se ofrecía esta vez en Sotheby’s procedía de la colección de Leonard A. Lauder, una de las más exquisitas de Estados Unidos; la efigiada era la hija del principal mecenas del pintor austríaco, y porque era la primera vez que el cuadro salía a subasta.
Todo ello funcionó como el cebo perfecto para que los coleccionistas se interesasen por el lote número 8 de la Evening Auction dedicada a la Colección Lauder. La casa ya se había ocupado de venderlo convenientemente en los medios como la pieza estrella de la subasta –una vez más, los tesoros de un magnate fallecido salen al rescate del mercado del arte–, pero faltaba ver si la realidad respondía a las expectativas. Recordemos que el Giacometti del pasado mes de mayo fue todo un fiasco…
Quizá por eso, antes de la licitación surgieron rumores sobre los intentos de Sotheby’s por buscar alguien que garantizase la obra de Klimt en 150 millones, esas famosas guarantees que avalan los órdagos lanzados en venta pública como un globo sonda. Y aunque al principio la casa de subastas se puso digna y negó tales operaciones a tres bandas, finalmente consiguió esa ansiada ‘red’ que todo funambulista quiere antes de salir a escena. Con la millonaria apuesta segura como punto de partida, fue fácil animar a las decenas de interesados que se enzarzaron en una lucha de pujas, hasta elevar el precio en 236 millones de dólares en los que se remató finalmente.
Desde luego, muy pocas piezas se han ofrecido este año con tanto interés como esta. Por no decir ninguna. El busto de récord pintado por Modigliani y recientemente rematado en 27 millones de euros, por ejemplo, ni huele esa cifra. De ahí que esos insólitos 236 millones de dólares en tiempos de vacas flacas sepan a gloria bendita, pues vienen a recordarnos los viejos tiempos en los que los récords volaban en la sala como las palomitas en el cine y los coleccionistas sacaban de sus cajas fuertes las obras de arte para monetizarlas. Hasta que llegó la contracción del mercado y los puertos francos volvieron a llenar sus almacenes de piezas bajo llave, a la espera de mejores oportunidades.
No se puede decir que ese momento haya llegado, porque 2025 sigue sufriendo las consecuencias de una caída considerable en la facturación de arte. Pero es que un caramelito como el que guardaba Lauder solo se presenta una vez en la vida.
Un retrato que en realidad es una rareza
La figura de Elisabeth era, sin duda, el mayor reclamo de la subasta, pero no estaba sola. Era el plato fuerte de un trío ganador que se ofertaba entre los tesoros más preciados del empresario de cosmética, desaparecido en junio de este año: le acompañaban dos paisajes, también de Klimt. Una confluencia que rara vez se ha dado.
También la historia que se esconde tras el cuadro, que representa a la baronesa Elisabeth Bachofen-Echt en todo su esplendor, vestida con un traje blanco que el artista tardó dos años en completar, tras recibir el encargo de los padres de la aristócrata: el matrimonio judío formado por August y Serena Lederer (los mejores mecenas del pintor). Cuando los nazis ocuparon Viena y entraron en casa de la baronesa para requisarlo todo, la retratada se inventó que era hija de Klimt –había fallecido en 1918–; incluso falsificó un documento que confirmaba que era descendiente de sangre del artista. Gracias a eso pudo mantenerse a salvo y vivir en su mansión hasta su muerte, en 1944.
¿Hacen falta más razones para pagar un pastizal por el retrato? Pues aquí va otra: es una de las dos únicas figuras de cuerpo entero del pintor realizada en la década de 1910 conservada en manos privadas.
Tras este remate de récord, Klimt repitió buenos resultados con Pradera florida, estimada en 80 millones y vendida por 86. El tercer lote del autor en salir fue el menos afortunado, quizá por el empacho: Ladera boscosa en Unterach, en el lago Attersee no consiguió alcanzar su estimado de 70 millones, pues apenas llegó a los 68,3 millones de dólares. A pesar de eso, los tres óleos del artista austríaco sumaron 390 millones de dólares, una cifra casi tan obscena como los 100 kilos de retrete de oro de Cattelan que, por cierto, se vendió esa misma noche por 12,1 millones. Su nuevo dueño bien podría fundirlo en caso de necesidad.