Es el ‘alma mater’ del área asistencial de Oncología del Servicio Riojano de Salud (Seris) en el Cibir, esa joya riojana que ayudó a crear … hace casi veinte años cuando aún parecía un sueño. «Todavía tengo el casco de obra guardado ahí en la taquilla. Me permitieron elegir equipamiento, diseñar medianamente esto, me dieron mucho protagonismo en lo científico y eso vale más que el dinero en una etapa de tu vida, porque esas satisfacciones no tienen precio. Y bueno, arrancamos con este servicio del cual los riojanos deberían estar orgullosos», asevera Gustavo Ossola (Argentina, 1955). Responsable de la Unidad de Oncología Radioterápica desde su puesta en marcha en mayo de 2007, este médico, formado como oncólogo en Estados Unidos –­en Stanford University Hospital y en Harvard Medical School– y que trabajó en varios países –EE UU, Brasil, Suiza…– antes de llegar a España, ha atendido en la capital riojana a más de 18.000 pacientes con las dosis exactas de afectividad humana y efectividad médica, tal como reza el lema que colgó hace ya muchos años a la entrada de la unidad: ‘Tratamos con ciencia y cuidamos con corazón’. Tan socarrón como brillante, su discurso envuelve. Es un placer escucharle y no se muerde la lengua. Con la esperanza de que «hemos logrado que en la mayoría de los casos que no curamos, podemos cronificar la enfermedad y, además, haciendo que los tratamientos sean llevaderos», también alerta de que «cada vez hay mayor incidencia de cáncer», para poner sobre la mesa uno de los problemas del presente: «Hemos perdido la capacidad de ser felices y eso afecta al sistema inmunológico y, además, comemos fatal».

– En unos años hemos pasado del terror por un diagnóstico que podía ser fatal a la esperanza, no a falsas ilusiones, sino a un optimismo real. ¿Tenemos motivos fundados?

– Tenemos motivos fundados, efectivamente. Cuando yo empecé mi residencia, el 80% de mis pacientes fallecían y hoy, casi 50 años después, el 80% de mis pacientes viven. En mis inicios no existía la quimioterapia siquiera, se ha progresado muchísimo en medio siglo, que en lo que es la historia de la humanidad no es nada, un grano de arena. Se ha logrado que en la mayoría de los casos que no curamos, podemos cronificar la enfermedad y, además, haciendo que los tratamientos sean llevaderos. El 8% de los pacientes que tienen cáncer va a tener un segundo cáncer, un dato que para algunos puede ser horrible, pero que es fantástico. ¿Por qué? Porque es esperanzador, ya que quiere decir que te puedo tratar de un cáncer y después vas a tener otro y te voy a tratar de nuevo. No es que pretenda banalizar el cáncer, pero tampoco tiene que ser el cuco, hay enfermedades horribles y hay cánceres que son realmente muy llevaderos, lo que pasa es que es una enfermedad con muy mala prensa.

Miguel Peche

– El sueño es curar el cáncer o, al menos, cronificar esas enfermedades. ¿Cómo de cerca estamos?

– Hay muchas patologías en las cuales hay una luz al final del túnel. Por ejemplo, los progresos en mama son impresionantes. El problema es que cada vez hay mayor incidencia de cáncer. Yo veo un problema clave, que puede parecer una bobada pero no lo es, y es que hemos perdido la capacidad de ser felices. Me explico, si somos felices, si tenemos el nivel hormonal, el nivel de oxitocina necesario para que nuestro sistema inmune funcione, para que las defensas funcionen, no vamos a tener cáncer. Se considera que en la vida de un individuo con un promedio de vida de 72 años va a tener hasta siete cánceres, lo que pasa que ninguno de esos cánceres progresa si su sistema inmunológico se encarga de destruirlo. Cualquiera de nosotros, si está estresado, está cansado o está deprimido va a coger una gripe. El sistema inmunológico es fundamental, pero cada vez está peor primero porque no somos felices porque hemos perdido esa capacidad de goce y disfrute de las cosas sencillas; y segundo, porque comemos fatal, mucho ultraprocesado, todo lo que comemos tiene todos los químicos que se te pueda ocurrir y nuestro cuerpo no está preparado para eso. El daño es terrible. ¿Cómo puede ser que la Rioja una comunidad de una riqueza exuberante en frutas y verduras tenga tanta incidencia de cáncer colorrectal, que está asociado exclusivamente con la dieta?

Más cáncer de próstata en jóvenes

– Decía que cada vez hay más pacientes oncológicos. Hay quien lo explica por el impulso de los cribados y un diagnóstico precoz que es fundamental.

– Yo no estoy de acuerdo. En el año 78 el 20% de la población tenía cáncer y el 80% de ese 20% se me moría; hoy en día el 40% de la población tiene cáncer y el 80% vive. Se ha incrementado el número de pacientes que tiene cáncer, pero no porque yo haya detectado precozmente. Tengo cánceres que antes eran muy raros y ahora tienen más frecuencia. Por ejemplo, en mis 5 años de MIR yo no vi un cáncer de páncreas eso que veíamos 5.000 pacientes con cáncer; es decir, en esos cinco años, con 25.000 pacientes no vi ni un solo cáncer de páncreas. En cambio aquí en el Cibir, donde tenemos un millar de pacientes por año, 18.000 en estos 18 años, he visto más de 100 pacientes de cáncer. Hay más casos de cáncer. Me puedes decir que es porque la gente vive más. Vale, sí, te lo compro, pero no siempre es así. Por ejemplo, el cáncer de próstata, todo hombre que viva lo suficiente va a tener un cáncer de próstata, estamos destinados a ello y el que no lo tenga es porque se murió antes. Pues bien, en la Rioja hay unos 300 nuevos cánceres de próstata diagnosticados al año, muchos de 65 y más años. Podríamos pensar que ese colectivo de población es grande y se ha incrementado además y al haber más mayores crece el número de pacientes afectados. Correcto, pero entonces ¿cómo te explicas todos los pacientes que tengo yo de 40 y pocos años y que antes no había eso, jamás? Por eso ahora estamos queriendo pedir que la analítica del PSA que se solicitaba antes a partir de los 60 años se haga a los 40 o los 45. Yo tengo pacientes, los conozco personalmente, de 42 años y con cáncer de próstata. ¿Por qué? No tengo idea. El cáncer de próstata me entusiasma mucho, porque es un cáncer que localizado es absolutamente curable y los que están progresados tienen una segunda oportunidad de curarse y los que están progresados a segunda tienen una oportunidad de cronificarse. O sea, que hoy para morirte de un cáncer de próstata tiene que ser que cuando te lo diagnosticaron estaba muy avanzado o un caso de próstata que está empezando y antes no existía y que está asociado a una alteración genética, que es la misma que la del cáncer de mama. ¿Por qué? No tengo idea. Es ese cáncer de próstata que no responde a las hormonas ni nada, porque es genético, es agresivo, muy malo. Pues ese, no sabemos las razones, ha empezado a aparecer ahora. Fíjate, vamos curando uno y me va surgiendo el otro. ¿Qué pasa? ¿Es el equilibrio natural? ¿La tierra no nos quiere porque somos muchos, somos malos?… No sabemos.

Imagen - «Un individuo con un promedio de vida de 72 años va a tener hasta siete cánceres, lo que pasa que ninguno progresa si su sistema inmunológico se encarga de destruirlo»

Un factor clave

«Un individuo con un promedio de vida de 72 años va a tener hasta siete cánceres, lo que pasa que ninguno progresa si su sistema inmunológico se encarga de destruirlo»

Gustavo Ossola

Jefe de la Unidad de Oncología Radioterápica del Seris en el Cibir

Incógnitas

«Tanto como corremos nosotros en el desarrollo corre la incidencia del cáncer en la población, es una cosa paradójica, cuanto más avanzamos más cánceres surgen»

Un lujo puntero

«Ya no se va ningún riojano fuera; al contrario, recibimos pacientes de otras comunidades porque tenemos técnicas especiales que nos hacen líderes»

Humanización

«Aquí transmitimos a los pacientes que no están solos y yo y mi equipo cumplimos el lema que puse a la entrada de ‘Tratamos con ciencia y cuidamos con corazón’»

– Pero llegado el diagnóstico, los avances sí que han sido impresionantes en los tratamientos. No se parecen en nada a lo de hace solo veinte años, ¿no?

– No, en nada. La primera revolución fue la de los medios de diagnóstico por imagen. Es decir, poder ver lo que voy a tratar, poder ver dónde está la enfermedad, poder ver con más detalle y más definición cuál es la enfermedad para poder tratarla directamente. Cuando yo terminé medicina, la tomografía computada no existía y lo que se veía era horrible, pero hoy en día tenemos una tomografía de alta resolución donde lo que se ve es casi como si pudieras abrir a una persona. Podemos abrir al paciente sin tocarlo y ver realmente dónde hay enfermedad y qué grado de agresividad tengo que aplicar para tratarlo. Además puedo centralizar bien donde está y cómo es. Eso me ha permitido avances en todos los sentidos, por ejemplo en la cirugía, porque antes no se veía bien y el cirujano no podía ver porciones muy pequeñas, microscópicas, y al poco de cerrar al paciente empezaba a crecer de nuevo el tumor y nadie entendía qué había pasado. Ahora ya sabe exactamente. También sabemos que si el tumor está diseminado no le vamos a dar un tratamiento local, no le demos radiaciones, démosle quimioterapia porque debemos darle un tratamiento sistémico. Los avances han sido realmente impresionantes también por ejemplo en radiocirugía, aquí tenemos cantidad de tumores, de cánceres de pulmón, que curamos sin que el paciente sea sometido a una cirugía que duele muchísimo, y en vez de eso con tres veces que venga aquí lo curamos. El avance es enorme, primero por los medios de diagnóstico que se han desarrollado, segundo por la asistencia de sistemas informáticos que ayudan al médico, tanto el robot Da Vinci como los sistemas de alta precisión que tenemos aquí para los haces de radiación, como por la posibilidad de hacer mejores fármacos para quimioterapia antineoplásica. Pero, insisto, tanto como corremos nosotros en el desarrollo corre la incidencia del cáncer en la población, es una cosa paradójica, cuanto más avanzamos más cánceres surgen. Sin saber por qué.

Precisión y efectividad

– Siempre se ha dicho que el Cibir es una maravilla. ¿Cómo estamos en dotación? ¿Cuáles son las joyas para el doctor Ossola?

– Yo estoy muy orgulloso, especialmente de dos sistemas. Tenemos uno de localización por imágenes para un tipo de tratamiento que es la braquiterapia, que es el anillo, el ‘Ring’, y en este momento sigue siendo el único que funciona en España. Estamos contentísimos porque permite incrementar muchísimo la precisión de nuestros tratamientos, con una ventaja inmejorable para tratamientos intraoperatorios ambulatorios. Al paciente lo anestesiamos y con agujas finísimas y largas llegamos hasta donde está el tumor para ponerle allí la dosis de radiación que queremos y tenemos un sistema de mapeo que nos permite ver en tiempo real qué es lo que estamos haciendo. Eso permite que el paciente, una vez que está despierto, se puede ir a su casa y pueda volver a la semana siguiente porque normalmente en dos sesiones lo solucionamos. También estamos muy orgullosos del equipo de radiocirugía que tenemos, que tiene un sistema de guía por imágenes estructuradas que es una maravilla y nos permite que seamos tan exitosos en nuestro tratamiento. Las medidas de precisión que tienen nos dan a nosotros tanta seguridad y tanta certeza que nos permiten usar carga pesada, muchísima radiación, y certeramente en el tumor porque sabemos que está donde debe estar y, a la vez, protegiendo todo lo demás, que antes no se podía. La calidad de imagen, pixel a pixel, es tan alta que nos permite diferenciar en un espacio menor a 1 milímetro dónde termina la parte enferma y dónde empieza la parte sana.

– ¿Ha pasado ya el tiempo de que el paciente riojano tenga que ir a otras comunidades para ser atendido?

– No va ningún paciente a ninguna otra comunidad; al contrario, recibimos pacientes de otras comunidades autónomas. Hemos dejado de derivar pacientes para ahora recibirlos porque tenemos técnicas que otras comunidades no tienen y hacemos cosas que en otras comunidades no se hace. No es solamente que podamos dar respuesta por la infraestructura y por el equipo humano que tenemos, porque estamos muy bien dotados de personal y, además, muy capacitado, sino que tenemos también capacitaciones en técnicas muy especiales que en otros sitios no han podido capacitar a su gente porque la demanda asistencial los ha obligado a manejarse dentro de lo que tienen que manejarse. Tenemos pacientes hasta de Zamora, que no queda a la vuelta de la esquina, de Segovia, de otras provincias de Castilla y León… Tenemos muchos pacientes de fuera porque aquí hay técnicas muy especiales y muy específicas gracias a las cuales somos líderes, por ejemplo en el tratamiento del cáncer de piel, en lo que somos top ten.

Renacer, esperanza y humanidad

– Infraestructuras, personal cualificado, tecnología de lujo… Pero hay más. En varias entrevistas recientes, la semana pasada y esta, un buen número de pacientes oncológicos me han citado al doctor Ossola para alabar el apoyo y el abordaje humano recibido. ¿Qué les da para que les haya quedado una huella tan profunda?

– No lo sé, se deberá a la experiencia, a la vejez o a algún talento, jajajaja. Es mi forma de ser y trabajar. Yo conocí a una persona cuando estaba haciendo mi formación de gestión en Harvard, un médico catalán con cáncer, Albert Jovell, que fue un defensor del modelo afectivo-efectivo de atención y que siempre decía ‘Podré aceptar que no me puedan curar, pero nunca aceptaré que no me puedan cuidar’. Nosotros hacemos énfasis en cuidar al paciente y por eso puse mi lema a la entrada: ‘Tratamos con ciencia y cuidamos con corazón’ y en las batas llevamos el narciso, el símbolo de nuestra especialidad desde 1955, el año en que nací yo, y que representa el renacer y la esperanza. Nosotros tratamos de vender la esperanza del paciente no en su corazón, sino en su recuperación, porque no podemos mentir ni engañar. Tratamos de que su paso por la enfermedad sea lo más llevadero para él, a la vez que tratamos de usar la tecnología más puntera que podemos encontrar. Cuando por primera vez se sienta un paciente delante de mí sé que está muerto de miedo y que lo que menos quiere es estar ahí. Está perdido porque no entiende lo que le pasa ni por qué le pasa a él y, para colmo, no entiende lo que le estamos por hacer y para qué se lo estamos por hacer. Yo lo que le tengo que hacerle entender es que no sé exactamente qué tiene ni qué le va a pasar porque todavía no lo he estudiado, pero que lo que es seguro es que no está solo, que somos dos. No me gusta la palabra lucha o guerra, no, es un trabajo y lo vamos a hacer juntos. Una vez que puedo saber qué le está pasando, debo explicárselo y transmitirle también mis miedos, porque todavía hoy me asusto con un paciente, porque no sé lo que me voy a encontrar, no sé qué le voy a poder ofrecer y me cuesta mantener el tipo si lo que estoy descubriendo en ese momento determinado no me gusta y veo que le queda poco y se lo tengo que decir. Puedo empatizar con él porque entiendo lo que le está pasando. Muchas veces me han preguntado, pero ¿ha tenido usted cáncer? Les digo que no y me dicen ‘Ah, usted es oncólogo porque su familia tuvo cáncer’. Pues no, tampoco. Cuando yo me incliné por la Oncología era con el reto de ofrecer esperanza a los que no la tenían. Yo entendía que la medicina era un arte, una ciencia, para poder ayudar a que la gente viva mejor. De las enfermedades que conocía, que había más enfermedades que ahora, había muchas tuberculosis y las cosas normales que curamos, el cáncer me pareció un desafío porque era gente a que no había nada que ofrecerle prácticamente.

– ¿Hay que decirle siempre la verdad al paciente o cada caso es distinto?

– El paciente es una persona única y si uno conecta, sabe exactamente qué es lo que quiere saber y muchas veces lo que quiere saber el paciente no tiene nada que ver con lo que la familia quiere que el paciente sepa. Una cosa a la que obligo a todos mis médicos es al contacto físico con el paciente. Ahora ya no es necesario explorar al paciente porque viene con el tac, la resonancia, etc… No necesita desnudarlo, no necesitas tocarle la tripa… Pero si es imprescindible el contacto físico y a los de mi equipo les digo ‘le vas a tocar, le vas a estrechar la mano, le vas a tocar el hombro, le vas a dar una palmada en la espalda, lo vas a abrazar’. En la mirada, en el contacto físico, te das cuenta de qué es lo que quiere saber el paciente y cómo quiere que se lo digas. Y por otra parte, si bien nadie se muere en la víspera, nosotros no somos dueños de vidas y tampoco le puedo decir a un paciente que le quedan tres meses de vida. Gracias a Dios nunca lo hice porque me hubiera comido con patatas mis palabras veinte veces, porque muchos pacientes que pensé que iban a vivir lo que no estaba escrito murieron antes y otros que pensé que iban a palmar todavía me saludan. Hay que poner los pies en la tierra, el día a día, y la pregunta al paciente es ¿cómo está hoy? Es interesarse por él, es hablar. Nosotros aquí tenemos un extraño privilegio que todavía la gerencia me permite, y es que el tiempo que dedica cada médico al paciente. Yo obligo a que mis médicos citen un paciente cada hora, en el caso de los pacientes nuevos. La primera cita con el paciente es de una hora para conocerle, para saber quién es, si tiene un loro, un perro o una oveja como mascota, conocerle. Cuando hay comunicación, cuando el paciente me entiende lo suficiente y yo le puedo decir ‘Ya no puedo hacer nada por usted’ y él me dice ‘Gracias’ es porque conecté.

El doctor Gustavo Ossola, en su despacho.

El doctor Gustavo Ossola, en su despacho.

Miguel Peche

«Hay causas que no nos quedan claras, el tercer factor, y que nos tienen totalmente despistados»

Hablar de cáncer supone abordar casi 200 patologías. Frente a algunas, avances y optimismo; en otras, incógnitas y mucho por saber, según admite el doctor Ossola en un recorrido completo por el cuerpo humano de apenas unos minutos. «Somos menos optimistas quizás en aquellas cuyas causas no nos quedan claras, no tenemos factores en los cuales relacionar porque nos tienen totalmente despistados. Por ejemplo, el cáncer de páncreas, que está incrementándose en la Rioja, no sé exactamente ni cómo ni por qué, es un cáncer que no entendemos. De todos los otros cánceres algo sabemos de ellos. El de pulmón, hay uno relacionado con el tabaco y otro que no, y este segundo se está incrementando ahora, no sabemos por qué. Tampoco nos preocupa tanto porque si se detecta de forma precoz se cura. Del cáncer de colorrecto sabemos que está relacionado con la dieta. El de páncreas, que antes se creía que tenía algo que ver con el alcohol, pues no, porque yo tengo muchísimos pacientes que no han probado el alcohol y no toman ni vino. Luego están los cánceres del cerebro y del sistema nervioso central, cada vez tenemos más, y no sabemos por dónde van, o sea, que sí son preocupantes porque a su vez los tratamientos son complicados porque el cerebro tiene una especie de barrera, la barrera hematoencefálica para protegerlo y que no pasen cosas feas, pero, claro, tampoco deja pasar los medicamentos. A la vez hay partes del cerebro que no sabemos para qué sirven, pero que son silenciosas, lo que permite que el tumor crezca y para cuando da señales ya es grande. Los tumores del cerebro, el sistema nervioso central, es complicado, porque no sabemos por dónde cogerlo ni cómo prevenirlo. Siguiendo hacia abajo tenemos los tumores de cabeza y cuello, o sea lo que es laringe, etcétera, que esos sí están asociados con el alcohol y con el tabaco muchas veces o con algunas enfermedades víricas, como el virus del papiloma, pero dan síntomas y se pueden detecta precozmente, como el cáncer de lengua, que sabemos como viene y podemos prevenirlo. La piel y el sol, eso es indudable y está claro, con lo que también se puede detectar precozmente. Más abajo, cáncer de mama en hombre y en mujer, tiene que ver la mayoría de ellos con una alteración genética que conocemos, con lo que podemos hacer seguimiento de las hijas de mujeres que lo tuvieron. La prevención va muy bien y la detección precoz es extraordinariamente buena. ¿Se terminará algún día? No. Todavía no, porque todo cáncer es triple factorial, tiene que haber tres factores, uno ya sé que es genético, el otro puede ser de la alimentación, exceso de grasas en la comida… Fantástico. Pero el tercer factor no sé cuál es y entonces no lo puedo controlar. Seguimos bajando, al esófago y al estómago. El esófago, por donde pasa la comida, el cáncer está relacionado mucho con problemas de reflujo, por malos hábitos alimenticios, comer rápido, estrés, tomar mucho alcohol… Listo, ya sabemos dónde y cómo te tienes que cuidar. El cáncer de estómago, que también hay bastante, está relacionado con un bicho, el pylori, que es el que produce la úlcera y de la úlcera sale el cáncer. O sea, también sabemos ya que aquellos pacientes que tienen gastritis, problemas gástricos a repetición, podemos presuponer que pueden llegar a tener un cáncer gástrico y haciendo el test del aliento podemos saber si tiene el Helicobacter pylori, le damos un antibiótico de tratamiento y se lo curamos. El cáncer de hígado, si no es con alcohol no sabemos de dónde viene, como el de páncreas. Y al lado de tenemos los riñones y estamos también en lo mismo. Afortunadamente no son cánceres muy frecuentes. Luego ya entramos al colon e intestino, que ya sabemos que es por el factor de la mala alimentación, otra vez por el factor genético, la falla del gen que repara todo, el P53, que no puede repararlo y entonces se acumulan los daños… y nos vuelve a faltar el tercer factor. Seguimos el camino en descenso y tienes en la mujer el útero, que puede padecer un cáncer infeccioso, que es el cáncer de cuello uterino, que lo padece la mujer pero lo transmite el hombre a través del papiloma, pero ese cáncer va a dejar de existir en el futuro porque estamos vacunando, es el único cáncer que tiene vacuna, aunque ahora van a sacar vacuna para el melanoma, un cáncer de piel malísimo», detalla el oncólogo.