Domingo, 23 de noviembre 2025, 20:48

Vivimos en un mundo que, paradójicamente, nos conecta más que nunca a través de la tecnología, pero que a la vez nos aísla en nuestras propias burbujas. La soledad no deseada, especialmente entre las personas mayores, es una de las grandes epidemias silenciosas de nuestro tiempo. En Bizkaia, según datos del Eustat, más de 80.000 personas mayores de 65 años viven solas. Una cifra que nos interpela y nos obliga a buscar soluciones creativas y, sobre todo, humanas.

Y una de las respuestas más poderosas la tenemos mucho más cerca de lo que pensamos: en el encuentro, en la conexión entre generaciones. Cuando jóvenes y mayores comparten tiempo, experiencias y conversaciones, se produce una magia que va más allá del simple acompañamiento. Se teje una red de afectos, de aprendizajes mutuos, que enriquece a ambas partes y fortalece el conjunto de la sociedad.

Beneficios que van en todas las direcciones

Los beneficios de los vínculos intergeneracionales son innumerables. Para las personas mayores, supone una oportunidad de sentirse escuchadas, valoradas y conectadas con el presente. Combatir la soledad, estimular la mente y mantenerse activos son solo algunos de los efectos positivos de estas relaciones. Para los más jóvenes, el contacto con los mayores es una fuente inagotable de sabiduría, de perspectiva histórica y de valores como el respeto, la paciencia y la empatía.

En un mundo que a menudo parece moverse a una velocidad de vértigo, la calma y la experiencia de nuestros mayores pueden ser un ancla fundamental para las nuevas generaciones. Y a su vez, la energía, la curiosidad y la visión de futuro de los jóvenes pueden ser un revulsivo para quienes a menudo se sienten al margen de una sociedad que avanza sin ellos.

Iniciativas que tejen puentes en Bizkaia

En Bizkaia, afortunadamente, contamos con iniciativas que trabajan activamente para fomentar estos vínculos. Un ejemplo es el programa BBK Topa, un proyecto que busca impulsar la intergeneracionalidad a través de diferentes actividades y formaciones. Desde talleres de voluntariado hasta laboratorios de sexualidad en la longevidad, pasando por ciclos de poesía o charlas de actualidad, BBK Topa ofrece un amplio abanico de posibilidades para que jóvenes y mayores se encuentren y compartan.

Otro ejemplo es BBK Sasoiko, un espacio que promueve el envejecimiento activo y participativo y que incluye en su programación actividades intergeneracionales. O el programa Kuvu, que facilita la convivencia entre jóvenes y mayores a través del alquiler de habitaciones en casas de personas que viven solas.

Pequeños gestos que marcan la diferencia

Pero más allá de los programas institucionales, la construcción de una sociedad más intergeneracional empieza en nuestro día a día, en nuestras propias familias y comunidades. Pequeños gestos como llamar a nuestros abuelos para preguntarles cómo están, invitar a un vecino mayor a tomar un café o simplemente pararnos a charlar con las personas mayores de nuestro barrio pueden marcar una gran diferencia.

Se trata, en definitiva, de recuperar esa cultura de la vecindad, del cuidado mutuo, que siempre ha caracterizado a nuestra tierra. De entender que todos, independientemente de nuestra edad, tenemos algo que aportar y algo que aprender. Y que, en un mundo que a menudo nos empuja al individualismo, la mejor receta contra la soledad es, simplemente, estar juntos.

Construyendo puentes desde la cotidianidad

En nuestro día a día, podemos encontrar múltiples oportunidades para fomentar estos vínculos. En el mercado, por ejemplo, podemos observar cómo las conversaciones entre vendedores mayores y jóvenes compradores crean momentos de intercambio cultural y de conocimiento. En los parques de nuestros barrios, cuando abuelos y nietos comparten juegos, se produce un aprendizaje mutuo que va más allá de las palabras.

La clave está en entender que cada encuentro, por pequeño que sea, puede ser una oportunidad para tender puentes. Desde escuchar las historias de nuestros mayores hasta enseñarles a usar una aplicación del móvil, cada gesto contribuye a construir una sociedad más empática y conectada.

El futuro se construye entre todos

Los vínculos intergeneracionales no son solo una bonita teoría; son una necesidad urgente para construir una sociedad más justa y cohesionada. En Bizkaia, tenemos la oportunidad de ser pioneros en este cambio, de demostrar que es posible crear espacios donde todas las generaciones se sientan valoradas y escuchadas.

Porque al final, todos hemos sido jóvenes y, si tenemos suerte, todos seremos mayores. Y en ese camino, lo que realmente importa no es la edad que tengamos, sino la capacidad de seguir aprendiendo, de seguir creciendo y de seguir cuidándonos unos a otros.

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