Esa cosa con alas (2025), la nueva película de Benedict Cumberbatch, evita dar nombre a sus protagonistas. Por lo que el personaje del actor apenas se identifica en todo el argumento simplemente como Papá. Este, un autor de novelas gráficas que intenta sostener su vida como puede después de perder a su esposa. Pero no es el único detalle peculiar de la película. El director y guionista Dylan Southern no tarda en mostrar que la normalidad dejó de ser una opción. O en el mejor de los casos, es difícil de sostener. Y todo a través de la figura de un inexplicable cuervo negro.

Antes de llegar a eso, la trama utiliza metáforas acerca de cómo la muerte de un pariente puede devastar incluso las rutinas más pequeñas. Preparar el desayuno, que termina con Papá rompiendo platos o dejando que la comida se queme en el sartén. Levantar a los niños para ir al colegio, en medio de discusiones, olvidos y al final, nuevos accidentes domésticos. Hay un aire de comedia involuntaria, pero también un peso genuino en la vida de sus protagonistas, que sobreviven como pueden a una situación que notoriamente les rebasa. 

De hecho, Esa cosa con alas cuenta su premisa a través de esos momentos íntimos, casi silenciosos. Todos combinados con sucesos corrientes que revelan lo mal que funciona el mundo cuando falta alguien crucial. De la misma forma que el libro de Max Potter que adapta, la cinta es un estudio acerca de qué hace el dolor al ser humano. Cuanto es capaz de cambiar su vida y las pocas herramientas que cualquiera tiene para afrontar el luto, una vez que ocurre. Algo que hace, sin exagerar, mostrarse sensiblero o en cualquier caso, tratar de darle un tono poético a una historia pesimista. 

Una tragedia analizada desde una perspectiva distinta

El drama cotidiano, sin embargo, no es la única vía por la que avanza esta cinta con Benedict Cumberbatch. El argumento sugiere que la ausencia de la esposa ha dejado un hueco que se manifiesta también en el estado mental del protagonista. En varios momentos, Papá confiesa — con algo de humor triste — que dependía de ella para lo esencial, lo práctico, lo emocional y lo que quedaba en medio. Y aunque la película no se recrea en escenas de boda ni en recuerdos luminosos, sí deja claro que la pérdida es mucho más que el sufrimiento de los días siguientes a la muerte. 

Lo más singular llega entonces. Durante sus primeras secuencias, Esa cosa con alas tiene un tono sombrío, contemplativo, de drama familiar. Eso, hasta que un cuervo que se cuela en la pantalla sin aviso, casi como si proviniera de una película distinta. La cámara se detiene en su pico, en sus alas, en una presencia que remite más al terror que a cualquier otro. Esa mezcla inesperada explora el punto más importante de la trama y el que le da su singular personalidad. 

El duelo es una experiencia tan demoledora que necesita ser encarnado por algo externo, algo oscuro, algo que hable un idioma más primitivo que las palabras. Por lo que la película profundiza en la idea de que el afligido Papá, navega en dos aspectos de la realidad. Por un lado, la más cruda y práctica, en la que debe resolver problemas inmediatos, consolar a sus hijos, maniobrar en las exigencias cotidianas. Al otro, el espacio en que había el enorme cuervo antropomórfico, sospechosamente parecido a sus obras y que le sigue a todas partes. 

Un personaje inusual para ‘Esa cosa con alas’

También sin otro nombre más que Cuervo (David Thewlis), es una criatura gigantesca de más de dos metros, que mezcla humor negro y sabiduría distorsionada. La trama lo muestra como una anomalía, pero no como un monstruo al acecho. De modo que la criatura no solo invade la casa; invade la vida de Papá, que lo encuentra en todas partes. Empieza a tratar al protagonista como si fuera parte de una terapia nada ortodoxa: insultos ocasionales, afirmaciones filosóficas torcidas, órdenes ambiguas. La trama no explica de dónde proviene un personaje que se aparta radicalmente del realismo del resto de la historia. 

Solo lo muestra, como un elemento con el que hay que lidiar. Así que pronto, se vuelve una herramienta que representa lo que Papá no puede decir en voz alta, la rabia no procesada, la confusión, esa sensación de ser perseguido por algo que no entiende. De manera intencionada — y el argumento lo deja claro — el diseño del personaje, aunque llamativo, nunca adquiere la tridimensionalidad o una pieza de cine fantástico. 

Por lo que sus apariciones constantes, son mucho más conceptuales, enfocadas hacia lo alegórico. A medida que avanza la trama, Cumberbatch y Thewlis tienen momentos de dinamismo peculiar. Como si ambos interpretaran una especie de danza macabra sobre quién controla el dolor. Paso a paso, Esa cosa con alas deja muy claro que el punto central no es qué tan real es lo que ve Papá, sino cómo, gracias a Cuervo, puede enfrentar su sufrimiento. 

Un final conmovedor para una historia bien contada

Esa cosa con alas triunfa en su mayor desafío, por lo que su ambición simbólica no eclipsa la dimensión humana. En especial, en su intento por retratar el duelo de manera no convencional. Quizás su ejecución no siempre es la mejor. Con tantos temas que tocar, no puede evitar tener problemas de ritmo y tono. Pero la mezcla de drama familiar, fantasía oscura y alegoría psicológica funciona la mayoría de las veces. 

La película concluye sin ofrecer una gran revelación ni una catarsis memorable. Prefiere dejar abiertas interpretaciones sobre la presencia de Cuervo y sobre el lugar del dolor en la vida del protagonista. Al final, el guion deja claro que no es su intención mostrar cómo vivir el sufrimiento o transitar el luto. Solo reconocer que para cada quién, la pérdida es una herida distinta y que las formas de enfrentarlo, también. Una lección profunda que esta película en apariencia sencilla deja para el público. 

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