Un deporte que ha pasado de padres a hijos, el objetivo de ser el mejor jugador de golf del mundo y una enfermedad que intentó poner en pausa su niñez. El grancanario de 16 años Javier de Bethencourt Duque apunta maneras para ser el relevo de Rafa Cabrera. Su abuelo y su padre fueron los artífices de este amor, unos pasos que siguieron sus dos hermanos Francisco Luis y Juan Luis, que hace unos años pusieron rumbo a Estados Unidos para compaginar estudios y el golf al mismo tiempo. Javier hará lo mismo cuando finalice el bachillerato para alternar su grado en ingeniería con la carrera de llegar a ser el mejor golfista.

Sus inicios en el golf comenzaron cuando tenía tres años. Estaba aprendiendo a caminar y a hablar y ya sabía coger un palo. Lo hacía teniendo como fiel reflejo a sus hermanos, que entrenaban varias horas al día. «Ellos siempre han sido mis referentes», asegura Javier cuando habla de sus hermanos, que actualmente viven en Estados Unidos. «Siempre me intentaba comparar con ellos y cada vez fui entrenando más hasta que empecé con los torneos y campeonatos de España», apunta.

Cuando tan sólo tenía cinco años le detectaron una artritis reumatoide. La inflamación y el dolor en manos y rodillas fueron los principales avisos a una batalla que ha ido ganando poco a poco. Cuando la inflamación hacía acto de presencia el proceso no era otro que acudir a un especialista, sacar el líquido y hacer reposo antes de seguir con su vida normal. «Fue difícil porque me pasó durante mi infancia y me impedía jugar a algunos deportes, pero ahora lo tengo controlado y ya no tengo medicación», comenta de Bethencourt, quien ha encontrado en el golf su refugio. «Este deporte me ha ayudado a tener sueños y objetivos. Cuando entreno me olvido de lo que tengo en mi cuerpo».

Entrar en los equipos nacionales

Ahora mismo Javier está situado en el undécimo puesto del ranking de España en la categoría de cadete y su objetivo a corto plazo es estar bien posicionado para entrar en los equipos nacionales. Para ello, entrena casi a diario en el Real Club de Golf de Las Palmas, y sus días se resumen en ir al instituto, rendir a su máximo nivel para conseguir la nota que le lleve a Estados Unidos y jugar al golf. «Entreno dos horas y media. Esto es un hábito de vida y lo que me hace feliz. Cuando tengo problemas este deporte me ayuda a liberarme y sentirme mejor», asegura.

Javier, que ha crecido entre drivers, maderas, híbridos, hierros, wedges y putters, asegura que el golf es un deporte que puede practicar cualquier persona, independientemente del nivel adquisitivo. «Aquí puedes jugar con lo mínimo que tengas, el secreto está en darle con un palo a la bola, y no es sencillo», apunta. Con Jon Rahm y Rafa Cabrera como referentes, de Bethencourt tiene el consejo que hace unos años le dio el golfista grancanario: «me dijo que me enfocara, que tuviera objetivos en la vida y que entrenara duro», desvela. Unas palabras que ha seguido al pie de la letra en su día a día.

Actualmente está en el undécimo puesto del ranking de España en la categoría de cadete

En un lado de su corazón guarda la huella de José Rodríguez, su primer entrenador que lamentablemente falleció en el año 2020. «Sin él no hubiera sido lo que soy ahora», argumenta. Iván Guerra fue el siguiente en impartirle conocimientos y con el que estuvo más tiempo, y ahora es Octavio Rodríguez el que intenta sacar la mejor versión de Javier. «Me considero un chico tranquilo, competitivo y me gusta pasar desapercibido». Un campeón que sueña en grande y que quiere seguir los pasos de Rafa Cabrera.

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