La mano que mece la cuna, lo nuevo de Disney+ disponible desde del 19 de noviembre, no cuenta ninguna historia original. Después de todo, es una versión para un público nuevo de la cinta del mismo nombre de Curtis Hanson, estrenada en 1992. Pero, pero a pesar de eso, la producción logra algo peculiar: rescatar la premisa y darle un giro novedoso que no atenta contra la historia de origen. Dirigida por Michelle Garza Cervera y escrita por Micah Bloomberg, la trama vuelve otra vez a un matrimonio que debe enfrentar a una enemiga dentro de su hogar. 

Solo que esta vez, el enfrentamiento entre la esposa Caitlin Morales (Mary Elizabeth Winstead) y su inquietante asistenta Polly Murphy (Maika Monroe), es más turbio que antes. Eso, debido a que la producción se acerca más al thriller psicológico que al terror de una villana implacable a la que hay que contener. Además, el argumento añade preocupaciones modernas como la maternidad, la crianza respetuosa, la infidelidad y la orientación sexual. Todo, bajo la presión de una mujer que debe lidiar con la posibilidad que su niñera sea — o no — una criminal peligrosa. O al contrario, que la paranoia, la inseguridad y el miedo, le estén jugando malas pasadas. Más cercano al libro de Amanda Silver que la película de 1992, la cinta incorpora además de la idea de la desconfianza absoluta.

No solo por la extraña que finge ser amable cuando probablemente no lo sea. También, hacia el estilo de vida escogido, el trauma y la violencia silenciosa que cae sobre las mujeres. Por lo que la madre perfecta y la niñera destructiva de la original se convierten en dos figuras igualmente inestables. Por si todo lo anterior no fuera suficiente, el argumento incorpora una evidente y creciente tensión homoerótica entre ambas. Lo que convierte su enfrentamiento en un terreno minado de dudas, algo parecido al deseo y al final, una feroz lucha de voluntades. 

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La nueva familia bajo asedio

Para eso, el guion se enfoca en Caitlin, una abogada especializada en bienes raíces que intenta equilibrar embarazo, maternidad y trabajo pro bono. En medio de quizás la etapa más caótica de su vida, conoce a Polly, una joven aparentemente frágil que vive en una situación económica precaria. Ambas tienen una conversación reveladora, una conexión fugaz y una natural confianza mutua, elementos que recuerda Caitlin cuando vuelven a encontrarse poco después del nacimiento del bebé. 

La nueva madre, cargada de ansiedad y con la posibilidad de una depresión posparto acechándole, decide contratar a Polly como niñera. Su esposo Miguel (Raúl Castillo), un arquitecto amable, pero demasiado calmado para su propio bien, coincide en que ella necesita apoyo. La dinámica se establece casi con demasiada velocidad. En apenas días, la nueva empleada toma su lugar en el espacio familiar. También, inmediatamente, demuestra sus habilidades para el orden, la eficiencia y mantener el hogar en marcha, mientras Caitlin intenta estabilizarse. 

Pero la presencia de Polly empieza a fracturar la rutina con gestos mínimos. Manipula medicamentos. Ignora reglas sobre el azúcar. Convierte cenas en accidentes digestivos. Y construye alianzas secretas con Emma (Mileiah Vega), la hija mayor de diez años de la familia, que tiene esa mezcla clásica de ternura y rabietas intensas. Caitlin, agobiada por la maternidad, la sensación de volverse cada vez más inútil y el cansancio físico, empieza a perder el control de forma progresiva.

Aun así, la espiral avanza: Polly se vuelve necesaria, casi indispensable, tanto que Caitlin y Miguel terminan dejándola vivir en la casa de huéspedes destinada originalmente para los padres de él. El comentario sociopolítico aparece rápido y el guion tiene la habilidad de combinarlo de manera eficiente con su premisa principal. Por lo que la crítica al costo imposible de vivir en Los Ángeles, el desplazamiento de familias inmigrantes, esconde algo más tétrico. El hecho de que casi cualquier buena intención, puede volverse un escenario para la violencia. 

Referencias a la cinta original

(L-R) Mary Elizabeth Winstead as Caitlin Morales and Maika Monroe as Polly Murphy in 20th Century Studios’ THE HAND THAT ROCKS THE CRADLE. Photo by Suzanne Tenner. © 2025 20th Century Studios. All Rights Reserved.

En 1992, La mano que mece la cuna se convirtió en un sorpresivo éxito por su incómoda manera de tocar temas como el abuso sexual, la rivalidad femenina y la maternidad. Su versión del 2025 no es tan incisiva ni tampoco siniestra, pero sí explora, en la perspectiva de los lugares grises de la moral e incluso, la convivencia. Por lo que la relación entre Caitlin y Polly se enreda con una insinuación queer que nunca llega a florecer. Polly confiesa sentirse atraída por mujeres. Caitlin admite haber tenido su etapa antes de casarse. Por lo que ya no solo se plantea la posibilidad de una intrusa que manipule a un marido complaciente a una mujer al borde del colapso. 

A la vez, juega con la posibilidad de una relación turbia capaz de destruir todo a su paso. Mientras tanto, el único que parece registrar la creciente rareza de todo lo que pasa es Stuart (Martin Starr), colega de Caitlin. Por supuesto, su curiosidad resulta ser una sentencia anticipada. Miguel, por otro lado, permanece atrapado en un rol clásico de marido bien intencionado, pero emocionalmente despistado: reconoce que su mujer está tensísima, pero insiste en que exagera. 

Para explicar la obsesión de Polly por la familia y en especial por Caitlin, la película recurre a fragmentos dispersos de su infancia. Incendios, abandono, la sensación de estar marcada desde niña. A diferencia de la versión de Hanson, donde la villana Peyton (interpretada por Rebecca De Mornay) era un libro abierto desde la primera escena — una fuerza vengativa clara y cruel— , aquí Polly es un misterio que debe resolverse con esfuerzo. Lo que triplica la tensión en la cinta y la conduce a su brutal final. 

Un buen homenaje a una cinta icónica

(L-R) Nora & Lola Contreras as Josie Morales, Maika Monroe as Polly Murphy , Mary Elizabeth Winstead as Caitlin Morales and Mileiah Vega as Emma Morales in 20th Century Studios’ THE HAND THAT ROCKS THE CRADLE. Photo by Suzanne Tenner. © 2025 20th Century Studios. All Rights Reserved.

La mano que mece la cuna, es mucho más moderada y menos cruel que la original, pero no deja de tener buenas ideas al momento de reflexionar en temas críticos. En especial, el hecho que la maternidad sigue siendo un terreno desconocido en el que la mujer atraviesa los momentos más extraños de su vida. Sin ser una pieza de arte, la cinta rescata ideas temibles sobre el deseo, el miedo y la frustración que resultan de enorme interés en la actualidad.

Tanto si te gustó la original, como si solo quieres disfrutar de esta nueva versión, La mano que mece la cuna te sorprenderá. Mucho más con una conclusión muy poco complaciente sobre el mal contemporáneo que sorprenderá por su extraña reflexión sobre nuestra época. Un punto a favor de este remake que nadie pidió pero que, sin duda, es bien recibido. 

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