Las alarmas sobre el retraso de la Unión Europea en el desarrollo de altas tecnologías respecto a Estados Unidos y China se intensifican. En 2024, los informes Draghi y Letta diseccionaron las causas de este atraso y lanzaron decisivas propuestas. Draghi abogó por un mayor esfuerzo inversor público y estimó que la UE debía destinar 800.000 millones de euros anuales para ponerse al día. Letta señaló la falta de capitalización de las empresas europeas y cifró en 300.000 millones de euros el ahorro europeo que se va cada año a EE UU.

Un año después, a pesar de estas contundentes advertencias, la inacción europea es clamorosa. Draghi ha reprochado que solo se han cumplido el 11% de sus propuestas y que ahora para recuperar el tiempo perdido habría que elevar las inversiones necesarias a 1,3 billones de euros anuales. Christine Lagarde, presidenta del BCE, acaba de calificar de “irresponsabilidad” la inacción europea. Y ha explicado las causas de la fuga del ahorro europeo: “los mercados estadounidenses han ofrecido rentabilidades aproximadamente cinco veces superiores a las europeas desde el año 2000”.

Entre las razones del superior dinamismo de las economías estadounidense y china figura el mayor peso de la intervención estatal en sus economías. La necesidad de una nueva política industrial en la UE es analizada en el esclarecedor estudio La nueva política industrial en la Unión Europea, de los catedráticos Rafael Myro y Vicente Salas, publicado por el grupo de opinión y reflexión en economía política EuropeG.

El estudio, que profundiza en los trabajos de Letta y Draghi, aboga por una revisión de las políticas de regulación y competencia que aplica la Unión. El análisis plantea un `trilema´ entre política industrial, regulación y defensa de la competencia. Describe los tres escenarios existentes en el mundo: mercado regulado (predominio de regulación y competencia, que ha sido el modelo tradicional de la UE), mercado concertado (predominio de regulación y política industrial, cercano al modelo de EE UU), y mercado dirigido (predominio de competencia y política industrial, similar al modelo chino). Y destaca que Draghi y Letta “se inclinan por los modelos entre el mercado dirigido y el concertado”.

Los autores relacionan la debilidad competitiva de las empresas europeas con el papel de los grandes lobbies en determinados sectores. Recuerdan que la política industrial trata de corregir fallos del mercado para preservar el valor social de determinados bienes y servicios, que el libre mercado que responde al interés y beneficio privado es menos óptimo. Explican que la política industrial “se acerca a la planificación económica, es decir, al dirigismo económico del Estado”.

En Nuestra obsoleta mentalidad de mercado, (1947) Karl Polany, ya desmontó supuestas bondades del liberalismo económico: “En el transcurso de la guerra”, explica, “Reino Unido introdujo una economía totalmente planificada y abolió la separación entre el Gobierno y la industria surgida de la concepción decimonónica de libertad. No obstante, nunca las libertades públicas estuvieron más afianzadas que en el apogeo de la contienda”. Hay que recuperar a los clásicos.