Xabi Alonso va a cumplir esta semana su sexto mes como entrenador del Real Madrid y si algún madridista se quedó dormido en mayo, se levanta ahora y ve un partido de su equipo, pensará que Ancelotti sigue en el banquillo blanco. El Ancelotti … de la última temporada, claro. Pero, seguramente, ese no sea el fantasma más temido que sobrevuela la figura del tolosarra.
A Alonso se le está poniendo cara de Lopetegui. O de Benítez. O de los dos. Al primero lo echaron en octubre, tras un 5-1 en el Camp Nou y tras solo tres meses en el cargo con un Madrid noveno en Liga. Benítez cayó en enero, con el Madrid cuarto en Liga, a tres puntos del liderato, y eliminado en Copa por alineación indebida de Chéryshev. Los resultados de Alonso no son tan malos. Sigue con el Madrid líder, pese a sumar dos empates consecutivos, con un punto de ventaja sobre el Barça y está en el top-8 de la fase liga de Champions. Además, logró llegar a semifinales del Mundial de Clubes con un equipo que venía de dónde venía, con jugadores importantes lesionados y otros magullados, y con apenas tres entrenamientos. Cierto que el revolcón ante el PSG fue importante, pero el balance general de Estados Unidos fue bastante más positivo de lo que se podía esperar, teniendo en cuenta las circunstancias.
De hecho, el Mundial de Clubes ha sido lo poco que Xabi ha logrado ilusionar con su proyecto. Aquello que dijo en su presentación, de que lo que quería es que la afición dijera orgulloso ‘este es mi Madrid’, no ha pasado ni cerca. No aún. Y veremos si le da la capacidad y el tiempo para que sea así.
En lo que va de temporada, la esencia de Alonso ha ido de más a menos. Ni presión alta, ni línea adelantada, ni intensidad, ni cambios tácticos ni de sistema (excepto ante el Elche), ni rotaciones… La sensación es que hay una desconfianza repartida en tres partes. El vestuario mira de soslayo a su entrenador. El entrenador sabe que en el vestuario hay pesos pesados, como Vinicius, Bellingham y Valverde, que son agua y aceite respecto a sus ideas. Y la planta noble empieza a preguntarse si Alonso será capaz de hacer ganar a esta plantilla. Plantilla, por cierto, que una temporada más muestra carencias en la construcción del juego y cromos repetidos en demasiadas posiciones. Ese dedo señala para arriba, no para el banquillo. Ese es otro melón.
Uno de los métodos habituales de Xabi, sesiones de vídeo largas, o eso consideran los jugadores, encendió la cerilla en el vestuario. La exigencia de los entrenamientos y lo encima que está Alonso de cada jugador tampoco ayudaron a apagar esa cerilla. Y el lío de Vinicius con Alonso en el clásico, solucionado con la connivencia silenciosa del club y con un perdón público del brasileño en el que apuntaba, por incomparecencia, a su entrenador, han instalado el fuego en el vestuario. Un fuego aún controlado, pero con cenizas que van dañando relaciones y confianzas.
El vestuario, a la vez que perdía privilegios que había adquirido con Ancelotti, ha olfateado la debilidad de Xabi a ojos de los que mandan. Florentino escuchó a José Ángel, el principal valedor de la contratación de Alonso, pero la realidad es que al presidente no le llena el ojo el tolosarra. No dudan de su vasto conocimiento del fútbol ni de qué es y será un gran entrenador, pero ¿esto es suficiente en el Madrid? Muchas veces, no. Los entrenadores más cuestionados tácticamente, pero con una mano izquierda impoluta, son los que han hecho historia en el Madrid en lo que llevamos de siglo. ¿Casualidad? Cada madridista tendrá una respuesta. Lo que no admite debate es que ha sido tal que así.
La situación actual, con visitas a Atenas, Gerona y Bilbao, y un cara a cara en el Bernabéu con el City de Guardiola aparecen ya en el calendario como exámenes más finales que de primera evaluación. En diciembre no se ganan títulos y, normalmente, tampoco se pierden, pero en el Madrid, si un partido sin ganar es un conato de crisis, imagínense tres. Y con mala imagen, encima.
El domingo por la noche, nada más acabar el 2-2 en el Martínez Valero, Zidane se convirtió en tendencia en Twitter. ¿Quiere esto decir que la temporada del Madrid va camino de acabar de nuevo en blanco y que veremos si Xabi se come el turrón, o los pestiños? No, pero los resultados siempre han sido el patrón utilizado por el club para tomar decisiones. Si no hay buen juego y hay victorias, lo segundo justifica lo primero. Pero si no hay buen juego y tampoco victorias, Florentino se carga de razones para tomar decisiones.
Y a la espera de saber si esto es un bache en un momento delicado de la temporada y los jugadores se dan cuenta que son tan responsables o más como el entrenador o, en cambio, deciden no creer y, además, no quieren creer, Xabi le sigue dando vueltas a cómo poner de pie este Madrid que seis meses después de su llegada parece una fotocopia de aquel Madrid de Lopetegui. Y de Benítez.