La expectación que había generado la inclusión de obras clave de Gustav Klimt en la histórica dispersión de la colección de Leonard Lauder encontró su resolución el 18 de noviembre en Nueva York, en una noche que reconfiguró —con cifras inesperadamente altas— el posicionamiento del artista y el pulso del mercado moderno.
El lote estelar, el retrato Bildnis Elisabeth Lederer (1914–1916), se adjudicó por US$236,4 millones (comisiones incluidas), un monto que no solo pulveriza cualquier récord previo del artista en subasta, sino que instala a la obra en el reducido grupo de las más caras jamás vendidas públicamente.
La puja, que se extendió durante casi veinte minutos entre oferentes telefónicos y presenciales, reflejó una combinación excepcional de factores: la procedencia impecable —perteneciente a la colección Lauder—, la rareza de un retrato femenino de gran formato de la etapa tardía del artista y el atractivo histórico del linaje Lederer en la Viena finisecular. La cifra final, muy por encima de las estimaciones iniciales, consolidó la noche como un acontecimiento comercial poco frecuente incluso para el mercado estadounidense, en el que los récords se baten solo cuando confluyen elementos de excepcionalidad.
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Retrato de Elizabeth Lederer (u$236M)
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La venta integró una jornada sobresaliente para Sotheby’s: el conjunto de la dispersión Lauder y la velada de Arte Moderno totalizaron alrededor de US$706 millones, cifra que confirma la capacidad de ciertas colecciones emblemáticas de movilizar capitales globales incluso en un contexto macroeconómico cauteloso. Y, como si hiciera falta un contraste irónico dentro de la misma noche, otro de los lotes que capturó la atención mediática —por razones completamente distintas— fue el célebre inodoro de oro macizo de Maurizio Cattelan, que se vendió en discretos US$12,1 millones. Su presencia en la subasta reactivó, inevitablemente, la conversación sobre el estatuto simbólico del oro y la crítica al poder, un eje que desarrollamos en nota anterior, pero la platea se mostró remisa a la hora de pujar por la obra.
Un nuevo escalón en la historia de Klimt en subastas
Hasta ahora, la referencia inmediata era “Mujer con abanico”, vendida en 2023 por unos US$108,4 millones, una cifra entonces presentada como un techo difícil de superar. El remate de Elisabeth Lederer no solo duplicó esa marca sino que reacomodó la jerarquía del artista en relación con los precios récord de sus contemporáneos. Para dimensionar el salto, basta recordar que incluso algunas ventas privadas —como “Adele Bloch-Bauer II”, adquirida en 2016 por cerca de US$150 millones— habían sostenido el mito del alto valor del artista. La nueva venta coloca por primera vez un Klimt de época tardía en el territorio de los 200 millones, un umbral que, en subasta, pertenece a un club muy restringido.
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Prado en Blooming (u$86M)
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Cabe apuntar que el mercado global ha tendido, en los últimos años, a concentrar su energía —y sus cifras— en obras únicas y de calidad extraordinaria, mientras que los segmentos intermedios experimentaron mayor moderación. Cuando aparece un lote de esta envergadura, la competencia entre compradores institucionales y privados genera espirales de precios que son estructuralmente distintas del resto del mercado.
La venta de Bildnis Elisabeth Lederer obliga a relecturas sobre la posición de Klimt en el mercado contemporáneo. Por un lado, lo acerca a los registros más altos alcanzados por obras de Picasso, Modigliani o Monet en las últimas décadas. Por otro, consolida una narrativa que ya venía perfilándose: la del Klimt tardío como un “valor seguro” dentro del nicho de coleccionistas que priorizan la combinación de belleza formal y relevancia histórica.
Adele-bloch-bauerII
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La comparación con Picasso —un artista cuya presencia en los top–10 de ventas es habitual— muestra que Klimt, aun sin una gran cantidad de obras disponibles para subasta, logra posicionarse en cifras comparables a las de los grandes modernistas. En términos de percepción pública, esto refuerza la tendencia a considerar al artista vienés no solo como figura del modernismo decorativo, sino como uno de los pilares del arte occidental de comienzos del siglo XX con vigencia en el mercado actual.
La implicancia para museos e instituciones es clara: la adquisición de obras de este tipo se vuelve prácticamente inaccesible para entidades públicas sin un respaldo filantrópico excepcional. Para los coleccionistas privados, en cambio, la señal es más ambigua: por un lado, el récord confirma el potencial de valorización; por otro, recuerda que estos precios no son indicadores del mercado general, sino de una franja pequeña donde cada obra disponible —casi siempre única— determina su propio universo de comparaciones.
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Una noche que reordena las narrativas
En síntesis, la subasta de noviembre ubicó a Klimt en la cima del mercado moderno público, introdujo a Bildnis Elisabeth Lederer en el panteón de las obras más caras jamás vendidas en sala y reabrió la conversación sobre la belleza y el valor cultural y simbólico en el arte. En paralelo, la presencia del WC de Cattelan actuó como contrapunto perfecto: la sátira dorada del italiano no encontró convalidación en un mercado que bajó el martillo en un valor que apenas superó el costo del oro que contiene la obra.