Ya desde la cuna parece que tenía escrito su destino. No en las estrellas, sino por empeño de su padre, que le puso como nombres de pila Antonio (por Antonio Allegri da Correggio) y Raphael (por Raphael Sanzio). Nacido en 1728 en Aussig, … cerca de Dresde, en la actual República Checa, tenía que ser pintor, y de los grandes. Lo tenía clarísimo. Y a ello se entregó con esmero Ismael Mengs, de origen danés y pintor de la Corte sajona en Dresde. Se trasladó con la familia a Roma para que tanto Antonio Raphael como sus hermanas Therese Concordia y Julie Charlotte estudiaran arte. Ellas quedaron relegadas a géneros menores. Se centró en su hijo, a quien dejaba a primera hora en las estancias de Rafael en el Vaticano para que hiciese copias y no lo recogía hasta que cerraban. Lo envió a la Academia de Marco Benefial para dibujar desnudos.

No son muchos los pintores a los que el Prado ha dedicado, además de una sala con su nombre (la 21), tres monográficas en sus poco más de dos siglos de vida. De Mengs hubo una en 1929 por el bicentenario de su nacimiento, a cargo de Sánchez Cantón, y otra en 1980 para conmemorar el bicentenario de su muerte. Este martes se abre al público una tercera, que reúne, hasta el 1 de marzo de 2026, en las salas A y B del edificio Jerónimos, 159 obras (92 de Mengs); entre ellas, 64 pinturas (56 de Mengs), 14 esculturas clásicas, 81 dibujos y estampas (36 de Mengs), 44 libros… Patrocinada por la Fundación BBVA, cuenta con dos comisarios: Andrés Úbeda de los Cobos, jefe de la Colección de pintura del XVIII y Goya del Prado («al museo le sientan bien estas exposiciones», dice), y Javier Jordán de Urríes, conservador de pintura del XVIII de Patrimonio Nacional. El diseñador del catálogo es Andrés Mengs, descendiente del pintor. El elegante montaje lo firma Francisco Bocanegra.

El objetivo de la muestra, eliminar todos los prejuicios que sepultaron a Mengs, que no son pocos. Comenzando por el romanticismo. «Para Mengs, la belleza es un concepto universal y, por tanto, objetivo, absoluto. Una escultura clásica es bella en sí misma y no se puede cuestionar. El romanticismo opina justo lo contrario: es un criterio subjetivo. Desde 1830, los románticos acaban cruelmente con Mengs. Lo veían como un enemigo natural. Toda la modernidad carga contra él, convertido en paradigma de la ortodoxia y el academicismo», dice Úbeda.

'Retrato de Isabel Parreño', de Antonio Raphael Mengs

‘Retrato de Isabel Parreño’, de Antonio Raphael Mengs

Museo de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando

No le faltaron enemigos. Entre ellos, Menéndez Pelayo, que odiaba todo el extranjerismo del XVIII: contrapone a Luca Giordano y a Mengs al genio creativo de Goya. «Cada época tiene un motivo para denigrar a Mengs, a cada época le dio un argumento para odiarlo», advierte Úbeda. Personaje muy complejo, mantuvo un duelo de alta tensión con Giaquinto y, en especial, con Tiepolo. Explica Miguel Falomir, director del Prado, que en la década de 1760 coinciden en Madrid dos de los mayores talentos artísticos del siglo XVIII europeo: Mengs y Tiepolo, «dos personalidades antagónicas personal y artísticamente. Carlos III hizo que trabajaran pared con pared en el Palacio Real de Madrid. No hay mejor motor para el talento que la rivalidad». Bien lo sabía el Papa Julio II, cuando puso a trabajar, en apenas unos metros, a Rafael en las estancias vaticanas y a Miguel Ángel en la Capilla Sixtina. Sacó lo mejor de ambos.

Hubo voces muy críticas con la pintura y los postulados teóricos de Mengs: «Dictador de las artes, intransigente, antipático, insoportable, frío, un pintor fabricado por su padre, con un ego enorme»… «Fue radical, subversivo y muy dogmático», apunta Falomir. El historiador del arte Roberto Longhi lo comparó con el mismísimo Hitler. Hubo que esperar a los siglos XX y XXI para el (lento) reconocimiento de su figura. Tampoco faltaron adeptos, como el arqueólogo alemán Johann Joachim Winckelmann, quien dijo de él que era «el mejor pintor del XVIII, un moderno Apeles, el Rafael alemán». ¿Era realmente el mejor pintor del XVIII? «En el XVIII vive Goya. Pero Mengs es uno de los pintores más determinantes de la historia de la edad moderna», indica Úbeda.

'Octavio y Cleopatra', de Antonio Raphael Mengs

‘Octavio y Cleopatra’, de Antonio Raphael Mengs

Stourhead House, The National Trust

«Mengs recoge la tradición de Rafael, de Correggio, y se nutre de ella. En 1750 en Roma llega a la conclusión de que la pintura está agotada y no da más de sí. Los pintores no pueden estirar más el rafaelismo. La gran innovación de Mengs, su revolucionaria propuesta fue colocar la escultura griega clásica en el centro del debate de la pintura», advierte Úbeda. «Obsesivo con la perfección y permanentemente insatisfecho, fue un artista de enorme talento y personalidad, un magnífico dibujante y un pintor muy versátil (al óleo, al fresco), con una extraordinaria curiosidad visual e intelectual. Un pintor trascendente y de una gran calidad», que sentó las bases para el nacimiento del neoclasicismo.

También es un pintor muy intelectual. Se le conoce como ‘el pintor filósofo’. «Extraño título para un pintor», espetó Menéndez Pelayo. El político, diplomático y humanista José Nicolás de Azara se ocupó de editar sus escritos y su biografía. Pese a ser el artista más reconocido y prestigioso de su época, es un pintor poco conocido, que apenas aparece en los manuales de historia del arte y pasó inadvertido en los últimos 250 años.

'Lamentación sobre Cristo muerto', de Antonio Raphael Mengs

‘Lamentación sobre Cristo muerto’, de Antonio Raphael Mengs

Patrimonio Nacional, Galería de las Colecciones Reales

Su vida y su carrera se desarrollan en Dresde, Roma y Madrid. De sus 51 años de vida, pasó 10 en Madrid, 17 en Dresde y 22 en Italia (18 en Roma). Tiene una carrera muy exitosa en Dresde, donde en 1745 fue nombrado pintor de Corte. Se marcha a Roma y tiene que reinventarse. Se convierte en un pintor fascinado por Rafael, por Correggio, por Carracci. Y, llamado por Carlos III a la Corte madrileña en 1761, contratado a precio de oro, vuelve a reinventarse. Estuvo 18 años al servicio del rey español. A él le debemos haber evitado que el piadoso Carlos III destruyera los desnudos de las Colecciones Reales: obras de Rubens, Tiziano… «Solo por eso, el Prado le está muy agradecido», dice Falomir. «Mengs es consciente de que va a trascender, que va a pasar a la historia de la pintura. Cada paso que da, incluso con sus autorretratos, está destinado a dejar constancia de su importancia histórica y es un jalón para la posteridad», advierte Andrés Úbeda.

Casado con la joven romana Margherita Guazzi, tuvieron al menos 16 hijos. En 1749, Mengs abjura del luteranismo y se convierte al catolicismo. Entre las ausencias más destacadas de la exposición, ‘Santa Cecilia’, de una colección privada de Roma. Como publicamos en estas mismas páginas, tras haber mandado Andrés Úbeda un SOS a través de las redes sociales para encontrar el cuadro, sus propietarios no lo han prestado. Se ha sustituido por ‘Semíramis recibe la noticia de la sublevación de Babilonia’, procedente de la Neues Schloss de Bayreuth. Tampoco estará ‘Perseo liberando a Andrómeda’, del Hermitage de San Petersburgo, por razones obvias. No hay acuerdos con el país desde la invasión rusa de Ucrania.

'Inmaculada Concepción', obra inédita de Antonio Raphael Mengs

‘Inmaculada Concepción’, obra inédita de Antonio Raphael Mengs

Museo del Prado

Pero sí cuelgan en el Prado muchas de sus obras maestras, cedidas por 44 prestadores (25 instituciones internacionales, 9 españolas y 10 colecciones particulares): ‘San Juan Bautista’ y ‘Santa María Magdalena’, de la Wellington Collection; ‘Lamentación sobre Cristo muerto’, un cuadro que pesa más de 330 kilos y ha sido cedido por Patrimonio Nacional: cuelga junto a ‘El pasmo de Sicilia’, de Rafael. En el centro de la sala donde cuelga ‘Octavio y Cleopatra’, se halla el ‘Apolo de Belvedere’. Mengs se basó en esta figura para el personaje de Octavio. Destacan también cuatro sobrepuertas con escenas de la Pasión de Cristo, que estuvieron en el dormitorio de Carlos III y que muestran la influencia de Correggio y Velázquez en Mengs. No faltan obras inéditas, como una ‘Inmaculada Concepción’. Procede de un legado testamentario que llegó al Prado hace unos años. Gracias a su restauración, se ha comprobado que es un original de Mengs. Se presenta por vez primera con la nueva atribución al pintor. Hay muchas versiones de este tema. Fue una obra muy copiada.

Una de las piezas presentes en la exposición es ‘Júpiter y Ganímedes’, una pintura al fresco, préstamo de la Galleria Nazionale d’Arte Antica, Palazzo Barberini, de Roma, que encierra una sorprendente historia. En 1760 apareció en Roma un fresco semidestruido. Winckelmann lo vio y consideró que era uno de los más hermosos legados por la Antigüedad. Supuestamente, procedía de un yacimiento romano en las proximidades de Bolsena, en el Lazio. Habría sido arrancado de una villa romana. Pero todo fue una gran mentira urdida por Mengs, autor del fresco falsificado. La credibilidad y reputación del arqueólogo, que llegó a publicarlo en su ‘Historia del arte de la Antigüedad’, quedaron dañadas de forma irreparable. Mengs había destruido la figura de su amigo. Le había traicionado.

'Júpiter y Ganimedes', de Antonio Raphael Mengs. Falso fresco sobre lienzo moderno

‘Júpiter y Ganimedes’, de Antonio Raphael Mengs. Falso fresco sobre lienzo moderno

Galleria Nazionale d’Arte Antica, Palazzo Barberini, Roma

No se sabe muy bien por qué Mengs fue tan desleal y cruel. Algunas hipótesis apuntan a «la falta de reconocimiento de Winckelmann en sus escritos a la contribución de Mengs en las nuevas propuestas del arqueólogo». La obra pasó por distintas manos hasta que fue adquirida por el Estado italiano en una subasta. Mengs fue un gran pintor de frescos. Su obra maestra, ‘El Parnaso’, encargado por el cardenal Alessandro Albani, está considerado «el manifiesto de sus ideas». Una reproducción luce en el techo de una sala. Muy cerca, un estudio preparatorio, del MNAC. Hay frescos de Mengs repartidos por Roma (Villa Albani, la iglesia de San Eustaquio, la Biblioteca Vaticana) y Madrid (Palacios Real de Madrid y de Aranjuez).

La selección de dibujos es espléndida. Destaca ‘La Ascensión’, del Prado, que se ha restaurado. Está relacionado con el retablo del altar mayor de la catedral de Dresde. Y un cartón de grandes dimensiones de ‘Las tres Gracias’ (Casa de Alba), que no utilizó. Enorme retratista, cuelga una espléndida galería: Augusto III, rey de Polonia; el Papa Clemente XIII Rezzonico, el cardenal Zelada (préstamo excepcional del Art Institute de Chicago), Carlos III y miembros de la Familia Real; Isabel Parreño, vestida de maja; la duquesa de Huéscar; el duque de Alba… Se reúnen por vez primera en 117 años los retratos de Federico Cristián, príncipe elector de Sajonia, y su esposa, María Antonia Walburga de Baviera. Destacan también los retratos de los archiduques Fernando y María Ana de Austria, y el de la Infanta María Teresa de Nápoles, expuestos junto a sus bocetos preparatorios.

Mengs firma numerosas pinturas religiosas para Carlos III: cuadros para decorar el Palacio Real de Madrid, otros de pequeño formato para la devoción privada del rey y miembros de su familia, como el Príncipe de Asturias y el Infante Luis de Borbón. ‘La Pasión de Cristo’ se hallaba en el dormitorio real.

'Oración en el huerto', de Antonio Raphael Mengs

‘Oración en el huerto’, de Antonio Raphael Mengs

Patrimonio Nacional, Galería de las Colecciones Reales

Con la Academia de Bellas Artes, Mengs tuvo sus más y sus menos. Fue director honorario de pintura y académico de honor. En 1769 renunció a sus cargos en la institución, al no llegar a conseguir la reforma deseada. Atesoró una gran colección de vaciados en yeso, que donó al rey para que fueran utilizados por los alumnos de la Academia de Bellas Artes y hoy se hallan en los fondos de la institución, junto con los que trajo Velázquez de Italia para Felipe IV. Algunos se incluyen en la exposición. Es el caso de ‘Antínoo como Osiris’.

Enfermo, pidió permiso al rey para regresar a Roma, donde murió en 1779. Acaba la muestra con el legado del pintor: Goya, Canova o Jacques-Louis David. Se cierra igual que se abre, con un autorretrato de Mengs, en este caso, de los Uffizi. Murió a los 51 años. José Nicolás de Azara logró colocar un busto del pintor en el Panteón de Roma, donde está enterrado Rafael, el príncipe de los pintores, con el que quiso medirse toda su carrera, debido a su extraordinaria ambición. Se cerraba así el círculo. El padre de Mengs se salió con la suya. Había depositado en su hijo altísimas expectativas y al final entró en el panteón de los artistas más ilustres.