Entramos en la casa de verano de Bjarke Ingels, el icónico arquitecto: “Juré que nunca iba a tener una”

“Juré que nunca iba a tener una casa de verano”, dice Bjarke Ingels. No es que el reconocido arquitecto danés haya tenido una mala experiencia con las cabañas, ni que detestara la idea de tener una. “Cuando era niño, siempre hacíamos viajes durante el verano, pero luego, cuando mis padres compraron una casa de verano, dejamos de viajar”, recuerda. “De algún modo me gustaba, claro, estaba en pleno bosque en Suecia. Pero, irónicamente, mi hogar de la infancia, donde mis padres aún viven, está junto a un lago en un bosque de Dinamarca, justo al lado de la playa. Me gusta bromear diciendo que mi familia fue la única que compró una casa de verano con una naturaleza menos maravillosa que la del lugar donde realmente viven”.

Bjarke Ingels en su casa de verano en un salón con sillas de madera paredes rojas y sof rojo.

Bjarke Ingels en su casa de verano en Rørvig. Construida en 1918, la casa parece sacada de un cuento de hadas de Hans Christian Andersen, muy diferente de los proyectos a gran escala que lo han convertido en uno de los arquitectos más famosos del mundo. Los enchufes e interruptores son de Katy Paty. El sofá empotrado a medida con almacenamiento es de Beier Davidsen, con cojines de Kvadrat.

© Christian Møller Andersen | Estilismo: Rikke Jung Larsen

Entonces, ¿qué le ha hecho cambiar de opinión? “Mi hijo cumplió dos años, y para mí era muy importante que tuviera arraigo en Dinamarca”, dice Bjarke. “Creo que, cuando tienes hijos, el microcosmos de la casa de verano se vuelve increíblemente encantador. Y viajo tanto por trabajo que, para mí unas vacaciones son, en realidad, no viajar”.

El arquitecto Bjarke Ingels está en uno de esos raros y preciados momentos sin viajes, en su lugar de nacimiento y hogar a tiempo parcial: Copenhague. Divide su tiempo entre la capital danesa y Nueva York. Pero su vivienda aquí no es una cualquiera: situada al borde del puerto y con vistas al majestuoso CopenHill –una planta de conversión de residuos en energía, diseñada por Bjarke Ingels Group, y coronada por una pista de esquí–, Ingels vive en un transbordador fuera de servicio transformado en un elegante hogar familiar flotante.

De hecho, gran parte de la aplaudida obra de Ingels se caracteriza por una arquitectura innovadora a gran escala, futurista pero funcional y conceptualmente audaz, que abarca desde rascacielos de oficinas y aeropuertos hasta museos, hoteles y edificios residenciales repartidos por todo el mundo. Por ello, su casa de verano junto al mar en Rørvig, un idílico pueblo escondido en la isla de Zelanda, al este de Dinamarca, no parece a simple vista la casa que podemos imaginar como refugio personal del arquitecto. Construida en 1918, la cabaña rojiza de madera de pino se alza en una playa acunada por frondosos bosques y ondulantes praderas. Con marcos de ventana blancos y un característico techo de paja, la casa podría haber sido saca de un cuento de hadas de Hans Christian Andersen. Evoca el encanto tradicional y profundamente escandinavo de una clásica casa de verano.