Gerard Piqué Bernabéu (Barcelona, 2 de febrero de 1987), acostumbrado al éxito y a la exposición pública, se encuentra ahora en un escenario nuevo: el del empresario que debe resistir críticas, pérdidas y desgaste. Un escenario en el que, pese a su carácter desafiante, parece que la realidad le recuerda que no toda revolución encuentra su público. La sensación en el deporte internacional es clara: ni la Copa Davis ni la Kings League están hoy en el lugar que él soñó. Y el mito empresarial del ex de Shakira atraviesa, quizá, su momento más bajo.
Piqué fue durante años el paradigma del futbolista moderno: brillante en el campo, temerario en los negocios y dueño de un carácter capaz de dividir a cualquiera. Con el Barcelona lo ganó todo; con la selección española dejó una huella imborrable. Y en su vida paralela como empresario se presentó siempre como un visionario con un gran cociente intelectual, dispuesto a cambiar reglas, formatos y estructuras anquilosadas del deporte. Sin embargo, el tiempo ha demostrado que algunas de sus apuestas más ambiciosas han terminado convertidas en un laberinto de problemas, críticas y pérdidas económicas.
La Copa Davis reformada bajo su mando y la actual decadencia de la Kings League son, quizá, los ejemplos más evidentes de un ciclo que ha pasado del entusiasmo al desencanto.
Las finales de la Copa Davis han vuelto a poner sobre la mesa el debate sobre el legado de Piqué en el tenis. El torneo se inauguró este año sin las dos grandes estrellas del circuito: Carlos Alcaraz, número uno mundial, alegó molestias físicas; Jannik Sinner, número dos, optó por descansar tras un calendario extenuante. También se bajaron Lorenzo Musetti —octavo del mundo— y Pablo Carreño, segunda raqueta española. La ausencia de figuras ha disparado las críticas hacia la competición y, por extensión, hacia las reformas impulsadas por el exfutbolista catalán, pese a que Ross Hutchins, director general de la ITF, insistió en que se trataba de «casos particulares».
La sombra de Piqué es alargada. Fue en 2018 cuando Kosmos, una de sus empresas, convenció a la Federación Internacional de Tenis para otorgarle la gestión de la Copa Davis durante 25 años. Aquella operación, valorada en 3.000 millones de euros, prometía convertir el vetusto torneo en un espectáculo global. El nuevo formato comprimió las eliminatorias en una fase final con sede fija, desterró las series tradicionales de local y visitante y llevó el evento a Madrid en 2019 y 2021. Pero desde el principio hubo dudas: el público respondió por debajo de lo previsto, las madrugadas eternas minaron la experiencia y la afición internacional miró el invento con una mezcla de confusión y desinterés.
Las tensiones crecieron y en 2023 Kosmos decidió romper el acuerdo. Mantener la estructura era insostenible: la empresa debía abonar 40 millones de euros anuales a la ITF solo por los derechos, sin contar los gastos de organización. El torneo, que apenas lograba atraer a jugadores del Top-20 —solo dos de los 39 participantes en 2022 estaban entre los diez mejores—, se hundía en su propia ambición. «El acuerdo era demasiado exigente», explicó Kosmos. Aquella retirada fue interpretada por muchos como un reconocimiento tácito del fracaso. Con Piqué fuera, la ITF decidió recuperar para 2025 el formato clásico: eliminatorias a ida y vuelta, ambiente de casa, rivalidad pura. Pero el daño, según muchas voces autorizadas, ya estaba hecho.
Los propios jugadores han alimentado el debate. Sinner afirmó que, con un calendario tan saturado, «es improbable reunir cada año a los mejores«. Alcaraz se mostró en la misma línea y defendió espaciar la competición: «Si fuera cada dos o tres años, el compromiso sería mayor». Andrea Gaudenzi, presidente de la ATP, también respalda ese planteamiento. Mientras tanto, en las redes sociales, Stan Wawrinka reavivó la polémica con un vídeo que mostraba gradas vacías en Mánchester. «Gracias, Gerard Piqué e ITF», ironizó. El catalán intentó replicar desde el podcast Bajo los Palos, discutiendo incluso reglas básicas del tenis, pero sus explicaciones no hicieron mella en la opinión general.
La Federación Alemana de Tenis fue más contundente. Dietloff von Arnim responsabilizó directamente a Kosmos del «desastre» económico que dejó tras de sí. El novio de Clara Chía, lejos de replegarse, puso su energía en un nuevo juguete: la Kings League. Su torneo de fútbol alternativo nació como una revolución. Incorporó presidentes y streamers de enorme influencia, añadió reglas disruptivas y se convirtió en un fenómeno mediático que batió récords de audiencia. Pero aquel auge meteórico se ha ido apagando y hoy la competición navega en aguas turbulentas.
La final de la Copa del pasado domingo, un abrumador 16-5 de Porcinos FC ante Ultimate Móstoles, ha desatado un aluvión de críticas. El propio TheGrefg, uno de los rostros más reconocibles del proyecto, manifestó en directo su hartazgo: «Si alguien quiere comprar mi plaza de la Kings League, está más rebajada que nunca». Y añadió que, si nadie la adquiría, quizá la sortearía entre su audiencia. Que un presidente tan mediático contemple abandonar la liga es un síntoma claro del desgaste del formato.
Piqué defendió en su día que el fútbol debía adaptarse a las nuevas generaciones, que ya no toleran partidos de 90 minutos sin estímulos adicionales. Su idea era crear un producto vertiginoso, audiovisual y adictivo. Durante un tiempo lo consiguió: la Kings League llenó estadios y colonizó plataformas de streaming. Sin embargo, la saturación, la pérdida de espontaneidad y el desgaste de las figuras implicadas han diluido su encanto. Los números ya no acompañan y las tensiones internas hacen evidente que el experimento necesita una reinvención urgente si quiere sobrevivir.
El contraste entre el éxito deportivo de Piqué y el incierto rumbo de sus iniciativas empresariales es hoy más evidente que nunca. La Copa Davis se le escapó de las manos, devorando una inversión colosal y dejando un recuerdo dividido entre la audacia y la imprudencia. La Kings League, su proyecto más mediático, atraviesa un momento crítico. Y el relato de un empresario brillante empieza a llenarse de matices incómodos: los riesgos han dejado de convertirse en beneficios y, por primera vez, el exfutbolista da señales de que su olfato para los negocios podría no ser infalible.
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