Alejandro Amenábar vuelve a estar en la actualidad y no solo por sus proyectos creativos: este martes tiene previsto un encuentro institucional con la Reina Letizia, que presidirá en Tudela con un acto de homenaje al director de cine, enmarcado en el ciclo de cine ‘Nuestros clásicos’. Un gesto que lo devuelve al primer plano público. Sin embargo, lejos del foco mediático, el director vive una vida tranquila, doméstica y disciplinada, muy alejada del ritmo frenético que muchos imaginarían para un ganador del Oscar. Su día a día está marcado por una rutina sencilla, casi minimalista, centrada en el proceso creativo.
En declaraciones recogidas por Europa Press, el cineasta confesaba cómo pasa la mayor parte de su tiempo: “Encerrado escribiendo, es en lo que más pierdo el tiempo, en terminar las cosas. En realidad un director pasa mucho más tiempo pensando lo que vamos a hacer y escribiendo que rodando.” Una reflexión que revela algo que pocos fuera de la industria comprenden: el cine se construye mucho antes de una cámara encendida.

Alejandro Amenábar ha revelado cuál es su rutina para dejar que las ideas fluyan y le llegue la inspiración.
Cuando se le pregunta cómo son esos momentos de creación, Amenábar lo explica con naturalidad: “Tengo una rutina que consiste en levantarme por la mañana, sacar al perro y sentarme delante del ordenador. A veces escribo, como en este caso, y sigo una disciplina, pero es verdad que el momento en el que parece que la historia se escribe sola no parece que esté relacionado con el trabajo, parece inspiración.”
Un genio discreto con vida ordenada
A pesar de ser uno de los directores más respetados del mundo, con títulos como ‘Tesis’, ‘Los otros’, ‘Mar adentro’, ‘Ágora’ o ‘Mientras dure la guerra’,Alejandro Amenábar rara vez expone su intimidad. Prefiere el silencio al escaparate, la rutina a la ostentación, la escritura a las alfombras rojas.

El director de cine nació en Chile y llegó a España con apenas un año, huyendo con su familia del clima político de Pinochet.
Gtres
Lo cierto es que pocos recuerdan que el cineasta nació en Chile y llegó a España con apenas un año, huyendo con su familia del clima político de Pinochet. Creció en Paracuellos del Jarama, estudió en colegios públicos y trabajó como jardinero y reponedor para ahorrar y comprarse su primera cámara. Esa mezcla de esfuerzo, disciplina y sensibilidad explica en parte su forma de vivir hoy: sin estridencias, sin necesidad de exhibirse y con una vida organizada alrededor de su espacio creativo.
Una vida personal protegida
Alejandro Amenábar vive en un impresionante piso en el centro de Madrid, con vistas a Plaza de España, con varios dormitorios, cuatro cuartos de baño, estudio, terraza y piscina. Un lugar privilegiado del que disfruta con su familia y amigos. Actualmente, al director de cine no se le conoce ninguna pareja, aunque no siempre fue así.

Alejandro Amenábar vive en un impresionante piso en el centro de Madrid, con vistas a Plaza de España.
Estuvo casado cinco años con David Blanco, un consultor de riesgos laborales, del que se divorció en 2019. Aun así, mantienen una relación cordial y cercana. Después se le relacionó con César, un médico toledano, aunque la historia tampoco prosperó. Por lo que parece que su vida sentimental sigue la misma norma que su vida cotidiana: discreción, naturalidad y cero afán de protagonismo.
En este sentido, el director de cine también ha hablado en varias ocasiones de uno de los momentos más significativos de su trayectoria personal: salir públicamente del armario. Lo hizo sin escenificaciones y desde la coherencia, tal como explicó en una entrevista con ‘El Correo’: “La decisión vino, más que nada, para evitar que un periodista me preguntara por mi mujer ideal. No contestar la verdad me parecía una hipocresía.”

Alejandro Amenábar explica cómo dio el paso de salir del armario en el ámbito público.
Gtres
Con el tiempo entendió el impacto de su gesto. Un joven le agradeció haber encontrado fuerzas para contarle a sus padres que era homosexual. Para Amenábar, aquel episodio fue una liberación tranquila, sin dramatizaciones, simplemente la verdad sin adornos.
Hoy, a sus 53 años, el director vuelve a su hábitat natural: escribir, pensar, dejar que las ideas crezcan. Y aunque no comparte mucho de su vida, lo que sí comparte es su fórmula diaria: madrugar lo justo, pasear al perro, sentarse frente al ordenador y dejar que la inspiración llegue cuando quiera, no cuando se la exige. Una rutina sencilla para uno de los creadores más influyentes del cine español. Y quizá ahí reside el secreto, en la calma, en la constancia y en la vida sin ruido.