Marcar en un mismo partido dos de los goles más recordados de la historia del fútbol está al alcance de muy pocos. Si además ese partido es en pleno Mundial, son unos cuartos de final y el rival es Inglaterra, cuatro años después de la guerra de las Malvinas, la cosa se complica. Y si además, pocos días después, uno se proclama campeón del mundo, el asunto se reduce a unos pocos elegidos.

El elegido fue Diego Armando Maradona, de cuya muerte se cumplen cinco años este martes, 25 de noviembre. Su rendimiento en ese Mundial, el de 1986, sigue siendo una de las actuaciones individuales más portentosas de la historia del fútbol.

El año que viene, su gesta cumplirá 40 años, pero la editorial Debate acaba de publicar en España ‘Jamás me voy a olvidar: la historia de mi mayor victoria’, el repaso personal que el propio Maradona (con la ayuda del periodista Daniel Arcucci) realiza sobre todos los detalles de ese torneo. (El libro es fruto de una larga conversación entre ambos, en Dubai, en los primeros meses de 2016).

En el libro, Maradona habla del antes, del durante y del después de ese Mundial. Argentina llegó envuelta en dudas (los dirigentes de la AFA quisieron prescindir del seleccionador, Bilardo, a pocas semanas del inicio del torneo) pero se proclamó campeona del mundo tras derrotar en la final a Alemania «contra todo y contra todos», según palabras del propio Maradona.

El partido de las Malvinas

En medio, partidos de todo tipo, un montón de supersticiones (casi todas con la firma de Bilardo) y un equipo que fue de menos a más agarrado al descomunal talento de Maradona, que marcó todos los goles de su equipo en cuartos y en semifinales.

Por encima del resto, un capítulo destaca especialmente: es el que Maradona dedica a lo sucedido en el estadio Azteca el domingo 22 de junio de 1986. Argentina-Inglaterra, partido de cuartos de final. Mucho más que un partido, sobre todo para los argentinos, que cuatro años antes habían perdido la guerra de las Malvinas contra los británicos.

Esa herida no se había cerrado, como admite Maradona. «Uno nunca pierde el patriotismo, pero uno habría querido más que no hubiera habido guerra. No jugué ese partido pensando que íbamos a ganar la guerra, pero sí que le íbamos hacer honor a la memoria de los muertos, a darles un alivio a los familiares de los chicos. Dejarlos fuera del Mundial era como hacerlos rendirse», concede.

'Jamás me voy a olvidar', el libro en el que Maradona recuerda el Mundial de 1986

‘Jamás me voy a olvidar’, el libro en el que Maradona recuerda el Mundial de 1986 / Debate

La previa de ese partido estuvo envuelta en una enorme expectación, pero nadie imaginaba que en esos 90 minutos se iban a marcar dos goles que entrarían directamente en la historia del fútbol. Ambos, en la segunda parte: uno, porque es probablemente la trampa más famosa de los Mundiales (lógicamente no había VAR en aquella época); otro, porque es probablemente el mejor gol de la historia, sin más.

El partido se jugó a mediodía. «Yo, que siempre duermo como un animal, me había despertado más temprano que nunca. Tenía ganas de que llegase la hora del partido», explica Maradona en el libro. También cuenta que la expedición argentina tuvo que improvisar unas camisetas para jugar ese partido, bajo un calor sofocante.

«Fue Rubén Moschella, empleado de la AFA: tuvo que recorrer cuarenta negocios en México DF para comprar dos juegos de camisetas. Me preguntaron a mí y no dudé: esta, con esta ganamos a Inglaterra«.

Así fue. «Ellos sufrieron mucho más el calor que nosotros. Y más importante todavía, la altura». La selección argentina llevaba más de un mes concentrada en la capital de México, a 2.200 metros. Los ingleses, en cambio, venían de jugar en Monterrey, a 500 metros de altitud. «Por eso a veces los ingleses nos pegaban a destiempo. Pero sin mala intención», recordaba Maradona.

Maradona, campeón del mundo en 1986

Maradona, campeón del mundo en 1986 / –

Maradona volaba. Se había preparado físicamente como nunca antes. «Me sentía más picante que nunca», confesaba. Y literalmente, voló. Lo hizo en el minuto 51, recién iniciada la segunda parte. La jugada nace con un intento de pared entre Maradona y Valdano en la frontal del área rival.

«Cuando se la di a Valdano, le rebotó y se le fue un poquito alta, con Hodge al lado. Entonces Hodge se anticipó. Y Hodge comete el error, que para mí no es un error porque en ese momento le podías dar la pelota atrás al arquero, de levantarla para Shilton en vez de revolearla… si la hubiera revoleado, la pelota no me llegaba nunca a mí».

Ahí, en un segundo y por pura intuición, nace el gesto que el propio Diego Armando bautizaría poco después como la mano de Dios. «La pelota me cayó como un globito. ¡Qué regalito, papá! Esta es la mía, me dije. Me la juego, si me lo cobra, me lo cobra. Salté como una rana, y eso fue lo que no se esperaba Shilton. Él pensaba que yo lo iba a ir a chocar. Pero salté como una rana. Él también saltó, sí, pero yo salté antes, porque venía mirando la pelota, y él cerró los ojos».

Maradona festejó ese gol como si lo hubiera marcado con la cabeza. «Le di con el puño, pero salió como si hubiera sido un zurdazo», confesaría después. «Ni el juez, ni el línea, ni Shilton, que se quedó perdido, podían haberlo visto. El único que se avivó fue Fenwick».

Maradona, en 1986

Maradona, en 1986 / Fifa

El árbitro, el tunecino Bennaceur, miró al asistente, un búlgaro llamado Dotchev. El asistente ni levantó la bandera ni corrió hacia el centro del campo. Le dejó toda la responsabilidad al árbitro. «Y después, se pelearon por eso», dice Maradona, «porque uno dijo que el otro era el culpable».

«¡Cerrá el orto!»

Maradona siguió corriendo, celebrando el gol. El primero que vino a abrazarlo fue Sergio Batista, que años después sería seleccionador argentino, como el propio Maradona. «Lo hiciste con la mano, ¿no? ¿Lo hiciste con la mano?», le preguntó

«Cerrá el orto y seguí festejando», respondió Maradona. El ’10’ miró a la grada, donde estaban su padre y su suegro, y cerró el puño. El gol era válido.

«No me arrepiento en absoluto. Porque yo crecí con eso: en Fiorito hacía goles con la mano constantemente. Y lo mismo hice delante de 100.000 personas que no me vieron. Todo el mundo gritó el gol: y si lo gritaron, es porque no tenían dudas».

Años después, Maradona le ganaría un juicio a un diario inglés que publicó ‘Maradona, el arrepentido’. «Fue un gol legítimo, porque lo convalidó el árbitro. Y yo no soy quien para dudar de la honestidad del árbitro«, insistía el ‘Pelusa’.

La cabeza de Maradona y la mano de Dios

En un primer momento, en la rueda de prensa posterior al partido, Maradona aún dudaba. ¿Cómo explicar ese gol? «Al principio dije que lo había hecho con la cabeza. No sé, tenía miedo de que lo anularan, porque aún estaba en el estadio, qué sé yo…Y luego, de pasada, dije que lo había marcado «con la cabeza de Maradona y con la mano de Dios. Y lo dije pensando en todos los chicos caídos en las Malvinas«.

Muchos años después, Maradona se reunió con el árbitro de aquel partido. «Me pareció un tipo encantador. Me dijo que volvería a convalidar el gol. ‘Porque no lo vi, pero mi asistente tampoco’, dijo.

Con el VAR, ese gol nunca hubiera subido al marcador. «Yo banco a muerte la tecnología en el fútbol. Pero si hubiera habido tecnología en 1966, Inglaterra no tendría su Mundial, porque el gol que les dan en la final es vergonzoso. Medio metro afuera».

Solo cuatro minutos después, Maradona volvería a acaparar todas las fotos. No por una acción ilegal, sino por un gol inolvidable, dejando en el camino a tanto inglés. Ese gol le encumbró definitivamente en lo más alto de la pirámide futbolística, por si no lo estaba ya.

Pero esa es otra historia.