Europa es un mosaico de paisajes atravesados por carreteras secundarias, senderos rurales y antiguas vías ferroviarias convertidas en rutas ciclistas. Desde las llanuras de Bélgica hasta los picos alpinos, el cicloturismo ofrece una manera íntima de conocer el continente, con una infraestructura sobresaliente y una creciente comunidad de viajeros a dos ruedas.
Participación más allá del deporte
El ciclismo, al igual que el fútbol, el baloncesto y otros deportes mucho más acuciados, ha creado un mundo más allá de las carreras en sí mismas, donde los aficionados pueden también poner su granito de arena. A tenor de esto, las apuestas deportivas en el ciclismo han ganado mucho protagonismo en los últimos años, especialmente durante las grandes vueltas como el Tour de Francia, el Giro de Italia y la Vuelta a España, y también en eventos de un solo día como las clásicas del norte de Europa. Entre las formas más populares de apostar destacan elegir al ganador de la etapa o de la general, los duelos directos entre ciclistas (head-to-head) y el pronóstico de quién portará determinados maillots, como el de la montaña o el de los jóvenes.
Un continente conectado sobre dos ruedas
El éxito del cicloturismo europeo reside también en iniciativas de cooperación transnacional como EuroVelo, que ya suma más de 56,000 kilómetros de rutas y continuará creciendo para conectar de forma segura y señalizada todo el continente. Esta red integra 17 rutas temáticas que cruzan más de 42 países, enlazando desde los paisajes árticos de Noruega y el Cabo Norte, pasando por grandes ciudades como Moscú, París o Atenas, hasta las costas de Malta y Chipre.
El impacto de EuroVelo en el cicloturismo es enorme: cada año, se calculan más de 2,300 millones de viajes en bicicleta por Europa, generado en parte gracias a la accesibilidad y señalización de estas rutas
Caminos que se unen
A la sombra de rutas legendarias como la EuroVelo 6 o la EuroVelo 8, cada país participa en esta red ofreciendo experiencias distintas y auténticas para cicloturistas de todos los niveles. En Francia, el “Loire à Vélo” recorre más de 900 kilómetros entre castillos y viñedos; en Alemania, el Danube Bike Trail llega hasta Austria y Hungría, mientras que en Italia, la Vía Claudia Augusta revive el legado romano entre los Alpes y tierras mediterráneas. Estas rutas se complementan con iniciativas locales, como la transformación de antiguas vías ferroviarias en “vías verdes” en España, donde actualmente existen más de 3,100 kilómetros adaptados para viajeros sobre dos ruedas.
Los paraísos más recónditos
Más allá de los recorridos y rutas famosas, Europa guarda auténticos paraísos ocultos ideales para el cicloturismo y aún poco transitados por el turismo masivo. Lugares como el Macizo de los Vosgos, en el noreste de Francia, sorprenden de bosques tupidos, carreteras sinuosas y pueblos silenciosos donde la hospitalidad es protagonista.
También en España, regiones como la Sierra de la Demanda, los Ancares o el Valle de Benasque han transformado antiguas vías mineras y forestales en rutas tranquilas. Estos destinos, con infraestructuras sencillas pero funcionales y entornos cuidadosamente protegidos, permiten descubrir Europa de una forma realmente íntima y singular lejos de las multitudes.
Foto de Coen van de Broek en Unsplash
