Las conversaciones que la pequeña Hind Rajab efectuó el 29 de enero de 2024 a la Media Luna Roja Palestina, desde el interior de un coche lleno de cadáveres y acribillado por las tropas israelíes, son la base del nuevo trabajo de Kaouther Ben Hania, en el que la tunecina vuelve a usar las habilidades en el campo de la docuficción que ya exhibió en Las cuatro hijas (2023) para recrear las últimas horas de vida de su trágica protagonista. Aquí, en concreto, combina fragmentos reales de las palabras que la niña pronunció al teléfono aquella tarde con una dramatización de lo sucedido en las oficinas de la ONG. 

La película nos hace partícipes de la frustración que los voluntarios sienten a causa de la distancia –insalvable por culpa de la crueldad israelí– que los separa de la pequeña, y explora los conflictos que surgen entre ellos mientras los preciosos minutos de inacción siguen pasando. Mientras, Ben Hania despoja el relato de sus hechuras procedimentales iniciales para convertirlo en una carrera contrarreloj que ya sabemos perdida, y usa todas las herramientas a su disposición para sumirnos en la impotencia y la indignación. 

La voz de Hind nos recuerda una y otra vez la fidelidad con la que recrea lo que realmente ocurrió, llegando incluso a yuxtaponer puntualmente las imágenes de los actores con las de sus modelos reales. En cualquier caso, lo que otorga a la película la mayor parte de su poder desgarrador son las grabaciones arriba citadas, a través de las que su personaje titular se erige en símbolo del coste humano del genocidio. 

¿Es su uso una forma de explotación? La pregunta tiene difícil respuesta. En todo caso, detectar dilemas éticos en el uso cinematográfico de aquella atrocidad no es incompatible con entender que, en ocasiones, para llamar a la acción al espectador hace falta confrontarlo directamente con el horror verdadero.

Título ‘La voz de Hind’

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