«Lolita Flores Imperio de Jerez: joven canzonetista y bailarina»: con ese nombre empezó todo, el 10 de octubre de 1939, cuando debutó la que estaba destinada a ser la mayor cantaora flamenca de la historia de España. Lola Flores dio luz no solo a una de las carreras más fulgurantes y brillantes de la historia de la música hispana, sino también del papel couché: un clan siempre a medio camino entre el talento y poner la mano para que la ¡Hola! pague una exclusiva. 

Es normal, con todo lo que sabemos a estas alturas, acercarse con miedo a ‘Flores para Antonio’, temerosos de encontrarnos un retrato maltrecho entre el morbo y la prensa rosa. Sin embargo, lo que Isaki Lacuesta y Elena Molina nos han regalado es un homenaje al arte realizado desde el amor de una hija que jamás conoció a su progenitor.

Esta última la quiero vivir a tu lado

Los directores tenían en ‘Flores para Antonio’ una labor terriblemente complicada: contar la historia de un artista opacado por sus propios fantasmas que fuera al mismo tiempo comprensible por todo el mundo y terriblemente específico. Solo los Flores pueden vivir con el peso, la responsabilidad y el legado de su familia, al fin y al cabo. El documental hace que le sintamos siempre cercano e identificable, pero señalando de manera continua su aura especial. Ese que le dio todo lo que tenía, sí, pero también le quitó todo, incluso su propia vida.

Para conseguirlo, la cámara sigue a su hija, Alba Flores (‘La casa de papel’, ‘Vis a vis’), que decidió no llevar el mismo camino de su padre y sus tías abandonando el camino de la música. Y en esta pesquisa hay mucho de emoción ficcionada, pero también pequeños momentos absolutamente genuinos donde brota la lágrima, el estupor, la incomprensión. En ‘Flores para Antonio’, Alba vuelve a ser una niña cantando jazz junto a su padre, pero esta vez no vive ajena a su infierno personal: de manera muy inteligente, como si no supiéramos nada al respecto, nos adentra en la caída en desgracia de Antonio Flores, analizando cada vaivén en su vida, cada recaída, cada canción, cada bache que le llevó a morir el 30 de mayo de 1995, tan solo 14 días después que su madre.


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Los mejores momentos del documental son los que se notan reales, la búsqueda de sentido vital y de legado paterno, el cierre de las heridas para la familia más mediática de España que lleva tres décadas sin permitirse quitar la tirita del todo. Absoluta y conscientemente alejada del reality o del reportaje televisivo, ‘Flores para Antonio’ solo se equivoca cuando, tratando de perfilar la figura de su protagonista, cae en lugares comunes en una biografía preparada y empaquetada para todos los que sabemos muy poco sobre el clan, pero que sonará a algo ya visto para los seguidores de la prensa del corazón.

Tan bonita, tan morena, tan gitana como era

Reconozco no seguir en absoluto a la familia e importarme muy poco sus parejas, amores y desacuerdos, pero me resultó inevitable no acabar llorando con esos momentos de descubrimiento vital de alguien que no estuvo ahí para ti. Con ese artista que, pese a ser un icono del pop y la fusión, siempre se percibió relegado al papel de compositor de oro para otras personas. Un hombre con sombras y oscuridad en su interior que no pudo aguantar la presión de la recaída, dejando atrás solo dolor, corazones rotos y traumas infantiles que tienen, en parte, redención a lo largo del metraje.

Alba, al igual que su padre, huye del destino que el apellido Flores ha puesto sobre ellos, encontrándose así a lo largo del tiempo y el espacio. Y los directores saben mostrarlo de manera sutil, sin incidir en ello ni subrayarlo en exceso: Antonio luchaba por escapar del flamenco y la copla, Alba por hacerlo de una predestinada carrera en la música. Ambos queridos, ambos respetados, ambos incomprendidos por los suyos. Tristemente, para llegar a esta conclusión nos encontramos con un metraje mucho más sobrio y formal de lo que esperaríamos de alguien como Lacuesta, especialmente después de la fabulosa ‘Segundo premio’.

‘Flores para Antonio’ no solo es un fabuloso documental: también es una de las mejores películas españolas del año. Sí, se aleja del rupturismo estilístico y narrativo que uno podría esperar, pero lo cambia por una fascinante dosis de sinceridad de una familia cuyo rango de celebridad es capaz de ocultar las lágrimas y el dolor real. «Pregunta lo que no has preguntado en tu vida», le dice Lolita a Alba, encerradas en la cabaña donde su hermano y padre, genio atormentado, murió de sobredosis treinta años atrás. Pocas imágenes más poderosas se me ocurren en este 2025.

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