La llegada de Fernando Gaviria a Caja Rural–Seguros RGA se siente más como una prórroga que como un nuevo comienzo.

El velocista colombiano, que hace no tanto era uno de los nombres más temidos en las llegadas masivas, aterriza en un equipo modesto tras una trayectoria que prometía mucho más de lo que finalmente entregó.

CCMM Valenciana

Con más de cincuenta victorias como profesional y triunfos en Tour y Giro, incluido un puñado de etapas que lo proyectaban como el gran referente latinoamericano del sprint, Gaviria entra ahora en una etapa de supervivencia deportiva, buscando mantener viva la chispa de lo que fue una estrella en ascenso.

El movimiento llega apenas un día después de conocerse la retirada de Esteban Chaves, símbolo de aquella década dorada del ciclismo colombiano en la que parecía que el país produciría campeones de manera inagotable.

Fue la era de la irrupción masiva en el WorldTour, de podios en grandes vueltas, de esprinters capaces de discutirle a cualquiera y de escaladores que cambiaron el mapa del pelotón internacional. Pero ese ciclo ya quedó atrás, y este fichaje —más silencioso que rutilante— confirma que los tiempos han cambiado.

Caja Rural apuesta por Gaviria como una pieza con galones dentro de un bloque joven y con ambición, confiando en que aún pueda dar presencia en las llegadas masivas y sumar puntos UCI que mantengan al equipo entre los aspirantes a entrar en las grandes vueltas.

Compartirá liderato en el sprint con Iúri Leitão, otro potro de pista como él, y quizá más fiable al fin, pero el colombiano aporta, sobre todo, experiencia: un capital que ahora cuenta casi tanto como la velocidad que lo hizo famoso.

El reto es claro: recuperar algo de esa versión que deslumbró en sus años buenos, aunque la realidad es que el escenario ya no le favorece como antes.

El pelotón ha cambiado, los trenes de sprint son cada vez más sofisticados y la competencia se ha vuelto feroz.

Gaviria llega de una temporada complicada, con dudas sobre su regularidad y su capacidad para volver a ganar con continuidad.

Y aun así, es consciente de que este paso es una oportunidad para mantenerse en la élite, aunque sea desde un escalón distinto.

Mientras la generación dorada colombiana se despide o reubica, Gaviria encara 2026 con un objetivo modesto pero honesto: resistir.

En un contexto donde el brillo se ha apagado, su fichaje simboliza el ocaso de una época y la búsqueda de un último golpe de pedal antes del cierre definitivo.