En un diálogo captado por las cámaras del Vaticano, Rania, la reina de Jordania, se dirigió así al Papa: “Santidad, ¿cree que es seguro ir al Líbano?”. “Bueno —respondió él—, vamos”. La esposa del rey Abdalá dejó al descubierto, sin querer, el temor que rodea el primer viaje de León XIV, dado que Israel no deja de bombardear no solo el sur del país, sino también Beirut, en busca de objetivos de Hezbolá. “Vamos”, insiste el Pontífice, y en el Vaticano confirman que no hay preocupaciones particulares, sin entrar en detalles sobre las medidas de seguridad que se adoptarán.
Mañana, el avión del Pontífice partirá del aeropuerto de Fiumicino, en Roma, con dos destinos: Turquía y, precisamente, el Líbano. Es un itinerario que, en cierto modo, León XIV hereda de su predecesor, que hasta el final había esperado poder visitar estas tierras tan cargadas de historia para los cristianos.
La primera etapa es Ankara, donde el papa Prevost visitará el mausoleo de Atatürk y luego será recibido por el presidente de la República de Turquía, Recep Tayyip Erdogan. Será el tramo más político del viaje, centrado en la crisis en Oriente Medio y en las negociaciones de paz en Ucrania, en las que Turquía desempeña un papel protagonista.
Por la tarde, el Pontífice se trasladará a Estambul. El corazón de la misión en Asia Menor es, sobre todo, religioso, con el objetivo de reafirmar el ecumenismo y la unidad de los cristianos. El acto central será la celebración conjunta por los 1700 años del Concilio de Nicea, el primero de la cristiandad, donde en 325 se compuso el “Credo” y se pusieron las bases de la fe cristiana, reconociendo a Jesucristo como verdadero Dios y verdadero hombre.
En Turquía los católicos son pocos, 33.000 según los cálculos del Vaticano, y afrontan muchas limitaciones y obstáculos. Sin embargo, hay mucha expectación por esta visita. Monseñor Vartan Kazandjian, coordinador del viaje apostólico, explicó que las cuatro mil plazas del Volkswagen Arena, el estadio donde se celebrará la misa del Papa, están agotadas.
Las dificultades de las comunidades cristianas, no solo las católicas, podrán ser objeto de la reunión que Prevost mantendrá con la cúpula del Diyanet, el departamento turco de asuntos religiosos. En el programa figura también un encuentro —nada trivial— con el Gran Rabino de Turquía. Al igual que hicieron Francisco y Benedicto XVI, Robert Prevost visitará la Mezquita Azul, donde tendrá un momento de recogimiento.
La política internacional se mezcla inevitablemente con las cuestiones religiosas. En los encuentros con el Papa, incluido el de Nicea, estará presente el patriarca ecuménico de Constantinopla, Bartolomé, “primus inter pares” de las distintas Iglesias ortodoxas autocéfalas. En cambio, el patriarca de Moscú y de todas las Rusias, Kirill, ha decidido no enviar a ningún delegado. La causa es la crisis entre ambas instituciones, iniciada a principios de los años 2000 y agravada por la guerra en Ucrania, que ha hecho saltar el proyecto de León XIV —ya imaginado por su predecesor— de reunir en nombre de Nicea a los representantes de todas las confesiones cristianas.
Una vez confirmada la ausencia del Patriarcado de Moscú (y de algunos de sus aliados), el Vaticano y el Patriarcado de Constantinopla reformularon las invitaciones, limitándolas a las cinco sedes episcopales a las que en la Antigüedad se había confiado el gobierno de la Iglesia: Roma, Constantinopla, Alejandría, Antioquía y Jerusalén. A veces la historia sirve también para salir de los apuros diplomáticos.