El Giro d’Italia 2026 todavía no ha sido presentado oficialmente, pero ya late como si los ciclistas hubiesen tomado la salida. Gracias a la reconstrucción adelantada por el periodista Francesco Dani en CicloWeb, el mapa de una edición brutal ha ido emergiendo pieza a pieza. Dani avisa sin rodeos: habrá una contrarreloj única, pero larguísima, y una acumulación de puertos que marcará un antes y un después en la historia reciente de la carrera. Ese es el ADN del Giro que viene: un viaje sin descansos hacia la fatiga absoluta.

La edición arrancará lejos del imaginario tradicional: Bulgaria será el escenario inaugural. La primera etapa, entre Nesebar y Burgas, está diseñada para velocistas llamados a estrenar la maglia rosa. Pero ese espejismo de tranquilidad se evaporará en la segunda jornada con una larguísima travesía hacia Veliko Tarnovo, más de 200 kilómetros que forzarán el primer desgaste serio. La llegada a Sofía, aún para rodadores potentes, cerrará un tríptico exótico que convierte la Grand Partenza en una declaración de intenciones: este Giro no concede margen para entrar en calor.

El desembarco en Italia también estará lejos de ser plácido. La etapa Catanzaro–Cosenza servirá de transición tras el traslado, pero Praia a Mare–Potenza ya activará el modo supervivencia: finales duros, carreteras que se estrechan y la sensación de que cada día es un examen. La jornada Paestum–Napoli devolverá protagonismo a los velocistas, aunque será el último respiro real antes del primer gran juicio de la montaña.

Ese juicio tendrá nombre propio: Blockhaus. La séptima etapa, con final en la vertiente más exigente, la de Roccamorice, será la primera ocasión en la que los aspirantes al título deberán mostrar su verdadero rostro. Dani subraya que la elección de montaña está alineada con la promesa del director de carrera, Mauro Vegni, de recuperar puertos históricos y convertirlos en el corazón de la competición. Tras ese primer festival de rampas, la etapa Chieti–Fermo incluirá los famosos “muros” de la Tirreno-Adriático y desembocará en otro día decisivo: Corno alle Scale, una ascensión corta, pero con un tramo final que puede dinamitar la clasificación general.

Tras el primer día de descanso llegará la excepción que define este Giro: la única contrarreloj, entre Viareggio y Massa, 40 kilómetros completamente llanos. Será una prueba honesta, sin trucos, diseñada para especialistas que quieran sacar petróleo del reloj. Esa contrarreloj, por sí sola, puede decidir la carrera tanto como los puertos.

El camino hacia el norte tampoco regalará tregua. Etapas como Porcari–Chiavari o Imperia–Novi Ligure servirán como emboscadas para velocistas resistentes, mientras que la llegada a Verbania anticipará que los Alpes ya están respirando en la nuca del grupo.

Entonces sí, comenzará la ascensión definitiva al infierno. Aosta–Pila abrirá las jornadas alpinas sin concesiones: una etapa de montaña pura, sin llano para recuperar aliento. Luego llegará Bellinzona–Carì, enteramente en Suiza, diseñada inicialmente para ser un monstruo alpino, aunque finalmente suavizada por motivos logísticos y de seguridad. Cassano d’Adda–Andalo tomará el relevo, con cambios de trazado de última hora que no alteran la esencia del día: otro paso hacia la selección natural.

A partir de ahí, no habrá escapatoria. El Giro 2026 se resolverá en un tríptico que huele a tragedia deportiva. Fai della Paganella–Pieve di Soligo será la etapa perfecta para el convoy de fugitivos, con el Muro de Ca’ del Poggio cerca de meta, lo que garantiza ataques sin especulación. Luego llegará Feltre–Piani di Pezzè, un día de auténtico terror alpino: Duran, Staulanza, Giau, Falzarego y una llegada inédita y explosiva. Se trata del mismo escenario donde Marco Pantani empezó a forjar su leyenda en los años 90. No será la etapa más larga, pero sí una de las que pueden derrumbar líderes y coronar inmortales. Finalmente, Gemona–Piancavallo cerrará la montaña con una carga simbólica: una etapa diseñada para conmemorar los 50 años del devastador terremoto del Friuli. En el Giro, cuando el recorrido se escribe desde la memoria, la carrera toma otra dimensión.

El cierre, como marca la tradición reciente, en principio será en Roma o Milán. Una última volata por la capital italiana pondrá el broche a un Giro que, incluso antes de existir oficialmente, ya se ha ganado un lugar en el imaginario colectivo.