La Volta a Portugal, emblema deportivo de un país que respira ciclismo cada verano, entra en un tiempo de ambición renovada. La Federación Portuguesa de Ciclismo (FPC) no ha buscado un simple gestor: ha elegido un arquitecto de ideas, alguien capaz de entender que las carreras del siglo XXI necesitan identidad, relato y una conexión emocional con el aficionado. Ese nombre es Ezequiel Mosquera, exciclista profesional y alma pensante de Emesports —la empresa responsable de O Gran Camiño—, que desde 2026 coordinará la Volta a Portugal, la Volta ao Algarve y la Volta ao Alentejo. Tres joyas que, bajo su mirada y la de su «gran equipo», no se conformarán con brillar: aspiran a relucir como nunca.

El impacto que ha tenido O Gran Camiño en tiempo récord no pasó desapercibido. Más allá del diseño de etapas, lo que Portugal vio fue un producto moderno, televisivo, coherente y con alma. Mosquera no vende carreras: construye experiencias. Lo explica él mismo con la claridad de quien no improvisa. “Creo que todo empieza con las visitas de las autoridades portuguesas a O Gran Camiño. Allí pudieron ver de cerca cómo trabajamos, cómo estructuramos la carrera y qué filosofía tenemos detrás de cada decisión. Tiempo después, volvieron a llamarnos. Ya no era una conversación informal: nos pusieron la propuesta encima de la mesa. Y aceptamos. Conozco bien las fortalezas y las debilidades de la Volta a Portugal y sé que, con un cambio de rumbo, puede volver a ser lo que merece: un eventazo. Las audiencias que tuvo —y que todavía tiene— demuestran que hay un interés enorme. Eso fue lo que nos animó a dar el paso», cuenta a MARCA.

Su llegada y la de es su equipo no es una sustitución: es una evolución. Portugal quiere pasar del mantenimiento a la proyección, de la supervivencia a la aspiración. Mosquera aporta una cualidad poco común en el ciclismo moderno: visión estratégica, capacidad de síntesis y una comprensión total del ecosistema. Sabe leer la carretera, pero también la televisión, los tiempos, las audiencias y la industria.

Uno de los puntos que quiere afinar tanto él como su equipo es el encaje de las pruebas lusas en el sistema internacional. No lo plantea como una queja, sino como una oportunidad estructural: “Queremos internacionalizar la carrera. Queremos que esto sea un punto de inflexión a la hora de enseñarla fuera del país. Y para eso también hay que reforzar la parcela deportiva, que es clave en el sistema de puntos. Creo que la Volta a Portugal es de las más penalizadas con diferencia” La frase destila ambición: Mosquera no quiere un calendario digno; quiere un calendario irresistible.

Esa hoja de ruta pasa por replantear el peso de las pruebas y su valor competitivo. Lo expone sin rodeos: “Puede haber muchas sinergias con O Gran Camiño, estamos todos pegados al Atlántico. Al final, esto es lo de siempre. Aquí lo que priman son los puntos, pero hay que buscar un calendario para diferentes tipos de equipos. Habría que reequilibrar el balance para que carreras como esta no tengan el lastre de los pocos puntos que dan la competición. Porque es una vuelta dura con desgaste y 10 días de competición. Hoy en día, donde se mide tanto el día de competición y los puntos que sacas, está claro que condiciona mucho esto. A poco que se reequilibre la balanza puede ser”, apunta.

Y no se queda en la reflexión: actúa. “Aquí, la asociación de organizadores, hemos elevado un plan para intentar cambiar este tema. A los propios equipos también les afecta. Los equipos grandes con las plantillas que tienen y todo lo que corren evidentemente miran los puntos. A veces les interesa correr vueltas, pero miras lo que hay y esos son los primeros damnificados en no poder ir, pero es que estoy sumando paja y no puntos. Más de los que yo pensaban suscriben al cien por cien que el sistema de puntos no está equilibrado”.

Mosquera habla desde el conocimiento: ha competido, ha sufrido, ha organizado y ha triunfado. Esa mezcla rara lo convierte en un activo diferencial. Su forma de entender las carreras es simple y poderosa: si una prueba emociona, se recuerda; y si se recuerda, vale. Su defensa de la Volta no es sentimental: es analítica. “Para mí no hay experiencia más cercana a una gran vuelta que la Volta a Portugal, por días, dificultad, público… por todos los ingredientes que tiene. Y porque en su momento no renunciaron a los días pese a que el sistema de puntos la penalizó mucho. Esa es su singularidad. Es única para mí —bien y para mal—.”

Mosquera no presume de inventar, presume de ordenar gracias a lo «bien rodeado que estoy». No llega con humo, sino con método. “El margen es el que es y no tenemos una varita mágica. No vamos a erigirnos como inventores de nada, no quiero que parezca eso. Pero la idea es que, dentro de lo que hay, Algarve y O Gran Camiño, si se abren al mundo, pueden ser carreras muy atractivas. Son una alternativa real para los equipos ProConti que se quedan fuera de las tres grandes y pueden encontrar aquí una carrera con todos los ingredientes de una prueba por etapas larga.”

Mirando al futuro
Lo que está en marcha no es una reforma: es una declaración. Portugal no quiere que su Volta sea un recuerdo; quiere que sea referencia. El país tiene tradición, público, carreteras, identidad y televisión pública volcada. Ahora tiene, además, algo que llevaba años buscando: una idea clara y alguien capaz de ejecutarla. «Quiero agradecer a la federación portuguesa que hayan pensado en nosotros. Al principio nos dio respeto, pero la confianza que nos depositaron desde el principio ha provocado que demos el paso», añade a este medio.

Mosquera no viene a custodiar una herencia. Viene a ampliarla. Y si algo ha demostrado en Galicia es que cuando él imagina una carrera, la carrera cambia de dimensión. La Volta a Portugal deja de mirar su pasado con nostalgia. Empieza a mirar su futuro con decisión. Y, desde ahora, lo hace con un capitán de ruta capaz de llevar estas citas a otra dimensión.