La vacunación contra la COVID-19 con las dosis de la compañía española HIPRA comienza a ser una realidad. Como ya informamos en este periódico esta misma semana, la vacuna Bimervax, adaptada a la variante LP.8.1 del virus, está ya disponible en centros de vacunación de las comunidades autónomas. Se trata de una alternativa proteica, una tecnología conocida, segura y eficaz, a las vacunas de ARN mensajero de gigantes como Pfizer o Moderna. Esto supone un impulso a la autonomía estratégica de España, y también de Europa, en cuanto a la respuesta a futuras pandemias, reforzando la independencia de la disponibilidad de una tecnología probada, segura y eficaz.
Antoni Trilla, catedrático de Medicina Preventiva y Salud Pública de la Universidad de Barcelona, califica este hecho como “un gran éxito. Es el resultado de un gran esfuerzo de una compañía que se dedica a vacunas veterinarias, y que es de las mejores del mundo en este campo, que, en un momento de crisis como fue el inicio de la pandemia por COVID, tomó la decisión de cambiar gran parte de su manera de trabajar para intentar encontrar una vacuna para personas”.
Y esto se consiguió con mucho esfuerzo y con “ayudas muy inferiores a las que obtuvieron muchas otras compañías de todo el mundo, especialmente las norteamericanas. Esto demuestra que, si se tiene la capacidad, si se tiene la tecnología y la buena voluntad, se puede llegar a obtener, en este caso, una vacuna”. Esto hizo que se produjera una gran dependencia de estas empresas, pero no solo de las vacunas en sí, también de los componentes; “son muchos elementos que intervienen para poder obtener una vacuna. En situaciones de crisis se pueden ver comprometidos y, por lo tanto, disponer de algún recurso, en fábricas, laboratorios o lo que sea, en un territorio que, de alguna manera, está más próximo a ti y depende mayoritariamente de ti, aunque evidentemente es muy difícil ser independiente para todo y del todo, da garantías de que, primero, se puede hacer y, segundo, de que, en caso necesario, también se puede utilizar”.
Antoni Trilla en una fotografía de archivo.
Y ahí, en la autonomía estratégica, introduce Trilla un matiz. “Hoy en día, para fabricar alguna de las vacunas, no todas, si se puede tener una autonomía o una independencia prácticamente total, esto es una enorme ventaja. Y yo también situaría esta autonomía o esta territorialidad en el contexto de la Unión Europea. Es decir, que esté en España es perfecto, pero creo que tendríamos que mirar dónde podemos ir a pedir cosas, dentro de Europa, si nos hacen falta. El problema es que a veces hay componentes, desde reactivos a enzimas, que están fuera”, argumenta.
Por ello, el proceso de fabricación se puede ver comprometido, porque un componente se encuentra en un país determinado y, en un momento de crisis, puede decidir no facilitarlo. Hasta cierto punto, amplía Trilla, “se podría disponer de un grado de autonomía muy alto y esto nos daría una gran capacidad de poder responder en situaciones de crisis. Aunque, insisto, quizá el proceso es muy complejo y a lo mejor hay alguna parte en la que no podemos ser del todo independientes. pero cuanto más lo seamos, mejor”.
Por su parte, Javier Castrodeza, especialista en Medicina Preventiva y Salud Pública, comenta que conoce la vacuna de HIPRA porque formó parte del comité científico que estuvo trabajando con la compañía para posicionarla en el conocimiento científico. “Me congratulo enormemente de que España tenga una vacuna y tenga una capacidad de fabricación. Pero no solamente España, Europa, que también tiene una vacuna propia”, coincide.
Este experto confirma que en su servicio ya se dispone de la vacuna de HIPRA. “La podemos poner ya al paciente que la solicite. Y destaca que, al llevar coadyuvante, “va muy bien para estados inmunocomprometidos, que no dejan de ser los grupos más diana en la vacunación contra la COVID-19”, además de personas mayores, personas con enfermedades endocrinológicas, que necesitan tratamiento quimioterápico, trasplantados. “Además, nos permite tener una cierta independencia, crear innovación, crear un hub tecnológico, que sin duda beneficiará para otras vacunas”.
Una alternativa basada en proteína
Bimervax es una vacuna proteica, diferente a las de Pfizer y Moderna, basadas en ARN mensajero. Al preguntarle por las ventajas de las dosis de HIPRA, este experto destaca que “siempre es mejor diversificar y no tener un producto único. Esto, afortunadamente, en los países que tenemos un sistema sanitario potente y un nivel de renta alto” es una opción. Esta es la primera ventaja, la diversificación. La segunda, que las vacunas basadas en proteínas son “de lo más seguro y de lo más probado, hay antecedentes de vacunas frente a otros microorganismos que demuestran que son efectivas y seguras”.
Ante esto, Trilla aduce que hay datos que indican que cambiar de tipo de vacuna en una serie de vacunaciones a lo largo de dos años, como el caso de la COVID-19, “puede ser una buena estrategia. Y, especialmente, hay otra cosa que también es importante, que es el grado de reactogenicidad, o de efectos secundarios adversos locales, como el dolor, el mal estado general, durante unas cuantas, quizá, horas o un par de días, hicieron que mucha gente tuviera o siga teniendo cierta reticencia a utilizar las vacunas de ARNm, que son fantásticas, que nos sacaron del pozo de la COVID.19 cuando eran las únicas de las que disponíamos, o las mejores de las que disponíamos”. En su momento no había alternativa, pero esta “es más tolerada, no tiene tantos efectos adversos y es igualmente eficaz y segura. Y esto da un margen de maniobra para utilizar esta otra, que, casi con toda probabilidad, le sentará mejor, y le quito un poco el miedo”.
En resumen, Trilla razona que con la vacuna de HIPRA contamos, además, con la ventaja de la diversificación; asimismo, con dosis que, en términos de seguridad y efectividad son “totalmente comparables” a las de ARNm, y, por último, con menos efectos adversos locales. “Y, además, científicamente, esta estrategia de mix or match, en algunos estudios se demostró que alternar la vacuna de vez en cuando también podía reforzar la respuesta inmune”, concluye.
La importancia de seguir vacunándose
“Fomentar la vacunación en los grupos de alto riesgo es la obligación que tenemos todos”, comienza Trilla. “Al que no le toca o el que no tiene riesgo toman la decisión, probablemente por este bajo riesgo, y tampoco se expone a una probabilidad muy alta de tener una enfermedad grave, pero en los pacientes de alto riesgo la vacuna de la COVID-19” sigue siendo fundamental. Este experto insiste en que la vacuna no corta la transmisión, pero previene la enfermedad grave y recude notablemente el porcentaje de hospitalizaciones y de ingresos en UCI, además de la mortalidad.
“Si se quieren prevenir los casos graves en una persona de riesgo, de edad avanzada, le han trasplantado, en tratamiento para el cáncer, y, por tanto, hay más riesgo que en población general, mi obligación es explicarle que la protección mejor que le puedo ofrecer hoy es una vacuna. Eso es lo que hay que explicar bien. ¿Y cómo se hace eso? Pues invirtiendo tiempo, poniendo buenos ejemplos, confiando en el profesional que tienes delante para que te resuelva las dudas, con buenas campañas de promoción estatales o autonómicas, o las dos a la vez, que expliquen realmente el porqué de la vacuna”, comenta este experto. Aunque se trata de una decisión individual que tiene que tomar el paciente, “nuestra obligación es darle los mejores instrumentos para que tome esta decisión estando razonablemente bien informado”.
En este sentido, Trilla habla de la desinformación que circuló, y circula, sobre las vacunas contra la COVID-19, como que “si te vacunas se te queda una cuchara pegada en el hombro, te están cambiando el ácido nucleico, te vas a convertir en una especie de mutante, te están inyectando un chip, te vigilan, te quieren esterilizar…”. Y con la población que se adhiere a estas corrientes, “es imposible discutir porque hablamos lenguajes diferentes y lo suyo es un tema de creencias; y lo nuestro, de razonamiento. Pero yo creo que la gente es suficientemente madura para entender estos razonamientos y tomar la decisión que crea más conveniente”.
¿Hemos bajado la guardia?
La incidencia, en general, de la COVID-19 ha bajado, ya no ocupa portadas y, afortunadamente, no hay comparecencias diarias. Han pasado cinco años, no obstante, y el virus sigue aquí. La buena noticia es que “ha bajado el número de casos”, y, ahora, “es probable que la gente no perciba la enfermedad como grave. Entonces, hay gente que puede plantearse vacunarse”. Pero el virus sigue existiendo y para grupos de riesgo es más peligroso, “y tienes más seguridad si estás vacunado, por lo tanto, la recomendación es vacunarte”.
Es diferente el caso de la población general, para la que la estrategia, según Trilla, es que “mientras se mantenga la situación actual epidemiológica al virus le resulta mucho más difícil circular. Si hubiera un gran cambio, que no es esperable aunque nunca se puede descartar que apareciera una variación o una mutación que se saltara parte de esta inmunidad que hemos ido construyendo en los últimos cinco años, en principio no haría falta vacunarse en la población general. En el grupo de riesgo, sí. La COVID-19 no está desaparecida ni es probable que desaparezca en los próximos uno, dos o tres años, después ya veremos cómo está la cosa”.
Imagen de archivo de Javier Castrodeza.
Cinco años después del estallido de la pandemia, ¿hemos perdido el miedo al virus? Trilla responde incidiendo en que la crisis de la COVID-19, salvo para personas muy mayores que hubieran vivido la gripe de 1918, fue una novedad para todos, “es la primera vez que nos enfrentamos a una situación así. Con lo cual, seguro que la gente se acuerda de la pandemia. Ahora tenemos experiencia, sabemos lo que pasó y lo que puede pasar, por lo tanto, si volviera a sonar la alarma, esperemos que no” la población tiene bagaje.
En epidemiología, cuenta este experto, se utiliza el símil del ciclo pánico-olvido. Hemos pasado de un extremo al otro, y Trilla apunta que “es normal, es un mecanismo de defensa del ser humano, no vamos a estar todo el día sufriendo, hemos archivado. Pero el virus sigue. Y nuestra obligación es seguir vigilándolo, mirándolo, intentar encontrar nuevas estrategias terapéuticas, vacunas mejores, que duren más, que permitan cubrir nuevas variantes”.
El catedrático enfatiza que no nos podemos quedar quietos. “Siempre tienes que pensar que puede volver uno igual u otro distinto a darnos la lata, y la ciencia sigue mirando y vigilando con este concepto de ‘un mundo, una sola salud’. ¿Qué está pasando en los animales? ¿Tienen un coronavirus es nuevo que no teníamos detectado? Igual no salta nunca a los seres humanos, fantástico, pero habríamos de mirar qué es, cómo es, en qué se diferencia de los que nos provocó la COVI-19”, teoriza.
Los servicios de vigilancia epidemiológica, los profesionales de la investigación básica, los veterinarios, “todos tenemos que mantener la vigilancia, tenemos que estar siguiendo la pista a muchas cosas que pueden pasar y la población tiene que estar tranquila mientras no haya una alerta. Nos tendremos que preparar para algo que quizá no sucederá, que es lo que nos pasa siempre a nosotros, siempre estamos intentando avisar de que algo puede suceder, pero lo más probable es que no suceda, pero si pasa y no hemos dicho nada…”. Trilla concluye afirmando que estamos en un momento “que podríamos calificar de ‘tiempos de paz’, pero en tiempos de paz no se desmontan ni los sistemas de espionaje ni el ejército ni nada, tienes que estar siempre trabajando, pensando en qué puede pasar, pero estoy especialmente tranquilo de que la fase de crisis de Salud Pública pasara y de que ahora estemos en una fase como de tantas enfermedades”.
“La vacunación contra la COVID-19 ha decaído de forma fuerte. La percepción que tenemos del año pasado, porque ya son datos que tenemos medidos, es que de cada tres vacunados, uno se ponía vacuna tanto de gripe como de COVID-19 y los otros dos se ponían vacuna solo de gripe”, amplía Castrodeza. Esto quiere decir, explica, que ha disminuido “sustancialmente la demanda de vacuna de COVID-19. Esto es una realidad. ¿Por qué? Porque las personas ya no ven a la COVID-19 como una patología como la vivimos en los años 20, 21 y 22”.
“En vacunas, desgraciadamente, pasa mucho esto. Cuando tenemos una alarma, cuando tenemos miedo, cuando entramos en pánico, echamos a correr y nos peleamos por la vacuna, pero cuando esa enfermedad va aflojando, bien porque hay variaciones o apariciones de variantes que no ocasionan tanto problema, nos vamos desentendiendo. Mala estrategia. La COVID-19 es una enfermedad que se está sistemáticamente vigilando los sistemas de vigilancia epidemiológica de todos los países que los tienen”, destaca. Este experto comenta que en el Servicio de Medicina Preventiva del Hospital Clínico de Valladolid reciben el reporte a primera hora de la mañana de cuántos casos tienen ingresados. “Podemos saber incluso qué tipo de linaje es el circulante en nuestra comunidad. Mantenemos una vigilancia activa. Por lo tanto, aunque este año las recomendaciones se han centrado solamente en recomendaciones del grupo 7, creo que es una buena estrategia que las personas que mantienen unos estatus de salud de cierto riesgo se revacunen de acuerdo con las recomendaciones de las autoridades sanitarias”, completa.
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