Se avecina un punto de inflexión para el Guggenheim de Urdaibai. El plazo de dos años que el Patronato del museo de Bilbao se marcó … en diciembre de 2023 para dirimir si su ampliación a Gernika y Murueta es viable termina ya. Toca decidir. El consejo directivo de la pinacoteca deberá pronunciarse al respecto en la reunión que mantendrá durante las próximas semanas, en una fecha aún por concretar. Y todo hace indicar que el plan está a punto de meterse en un cajón.
Diferentes fuentes han confirmado a EL CORREO que el Gobierno vasco y la Diputación, las instituciones que están liderando los trabajos para ejecutar el nuevo museo en la Reserva de la Biosfera, se están planteando desde hace algunos meses dar un paso a un lado y enfriar el proyecto. La cuestión que queda por aclarar es si se va a aparcar a la espera de un momento más propicio o si se va a enterrar definitivamente. La Fundación Guggenheim de Nueva York ya conoce el cambio de rumbo que está a punto de producirse y ha dado el visto bueno. El éxito del museo de Bilbao, el más rentable de la marca, es un aval que permite a las administraciones del territorio y al patronato decidir libremente. Podrían seguir adelante con la ampliación o, como va a ocurrir, echar el freno.

Será la segunda vez. El Guggenheim de Urdaibai fue una idea que puso sobre la mesa en 2008 el entonces diputado general, José Luis Bilbao. Anunció que el museo se construiría en las antiguas colonias de la BBK en Sukarrieta, pero las fuertes discrepancias con el Gobierno vasco, socio necesario que entonces lideraba el PSE, y la crisis económica paralizaron el proceso. En 2021 el Gobierno foral que entonces lideraba Unai Rementeria reactivó la idea de fusionar medio ambiente y arte con un museo en la misma zona. Quedaba el concepto original, aunque se apostaba por un nuevo emplazamiento. La pinacoteca tendría dos sedes, en Gernika y Murueta, unidas por una senda peatonal. Casi un lustro después los condicionantes de una ubicación tan particular son los que generan dudas.
Aunque las instituciones siguen considerando que el nuevo Guggenheim es viable desde el punto de vista económico –una primera estimación fija en torno a 130 millones la inversión necesaria–, y que el impacto ambiental y socioeconómico en una comarca que necesita un empujón sería beneficioso, no vislumbran una coyuntura favorable para seguir adelante por diferentes razones. La primera son los innumerables trámites urbanísticos pendientes varios años después de empezar con ellos. La complejidad administrativa y la falta de certidumbre de que el proceso vaya a llegar a buen puerto en un plazo razonable está haciendo mella en los promotores por mucho que se supiera desde el comienzo que el camino iba a ser espinoso. Hay quien calcula que las obras podrían tardar aún una década en arrancar. Un plazo inasumible políticamente.
Algunos avances
Entre las cuestiones que más atascadas siguen aparece, por ejemplo, la del solar que ocupa Astilleros Murueta. La Diputación negocia su compra desde hace casi dos años sin grandes avances. Nada hace indicar ahora mismo que la firma esté dispuesta a deshacerse de él. En esa zona existe además un proceso judicial abierto respecto a la línea de servidumbre marítima que Greenpeace ha elevado a la Audiencia Nacional. Las administraciones vascas defienden que la situación no vulnera la legislación… pero lo cierto es que una sentencia contraria a sus intereses en un litigio que va para largo tumbaría el proyecto del nuevo museo y todo lo que se pueda avanzar hasta entonces.
Porque algunos avances ha habido en este tiempo. El Ayuntamiento de Murueta (PNV) ha modificado ya su planeamiento para permitir la construcción de un espacio cultural en la Reserva de la Biosfera si los astilleros vendieran el solar, y en la parcela de Gernika que ocupaba la antigua cubertera Dalia se ha derribado casi todo el antiguo edificio y se ha desamiantado el terreno. Está pendiente la laboriosa descontaminación del acuífero en una zona en la que la actividad industrial estuvo filtrando metales al subsuelo durante décadas. En 2024 el Ministerio de Transición Ecológica transfirió 40 millones a las instituciones vascas para la renaturalización del entorno, una especie de bendición del Gobierno central a la ejecución del Guggenheim en la zona. Debe culminarse para 2030 se haga o no el museo.
A diferencia del primer intento, el proyecto arrancaba esta vez con el aval de las tres grandes administraciones. Diputación, Gobierno vasco y central van de la mano, pero se han encontrado con una importante contestación social que ha ido creciendo con el paso del tiempo. Lo que empezó como una reivindicación ecologista ha tornado algo más generalizado, al menos públicamente. En octubre de 2024 una manifestación que congregó en Gernika a miles de personas contra el proyecto y su impacto hizo saltar las primeras alarmas institucionales.
El Gobierno vasco y la Diputación, que ya tenían en marcha desde unos meses antes un plan especial para revitalizar la comarca de Busturialdea mejorando sus infraestructuras y buscando proyectos «tractores» para la economía, respondieron anunciando un proceso de escucha. Fue encargado a la consultora Agirre Lehendakaria Center y se espera que quede culminado en enero. Sus conclusiones no serán vinculantes pero sí otro elemento a valorar. El pasado verano, en un avance de resultados, sus sociólogos ya deslizaron que la población de la zona, como poco, solicitaba que se repensara la posibilidad de utilizar la parcela de Murueta. El coste político de seguir adelante con el museo también ha pesado en la decisión.
Cena suspendida en octubre
En el seno de las instituciones se ha abierto un debate respecto al impacto que deben tener las protestas en las políticas públicas. «Si es por la gente que se opuso en sus orígenes nunca se hubiera hecho el Guggenheim de Bilbao, el metro… este país no habría avanzado», reflexiona una de las fuentes consultadas. En 2023, cuando la cuestión no era central en el debate social de la zona, el PNV ya mostró síntomas de debilidad en los principales ayuntamientos de Busturialdea. A menos de dos años de las elecciones municipales la formación tiene miedo de que seguir adelante le provoque un descalabro ante la pujanza de EH Bildu. La coalición soberanista ha vadeado el asunto del Guggenheim con habilidad hasta ahora. Ha politizado el proyecto, ha promovido las movilizaciones en contra… pero sigue sin saberse si está a favor o en contra de la idea.
El pasado 15 de octubre se iba a celebrar la cena de gala que el Guggenheim Bilbao organiza anualmente para reunir a fundadores, patronos y a la flor y nata de la sociedad vasca. La huelga general convocada por la mayoría sindical para mostrar solidaridad con Palestina obligó a suspender el acto –se ha celebrado finalmente esta semana–, pero el viaje de la amplia delegación de la Fundación Guggenheim, encabezada por su nueva CEO Mariët Westerman, no fue en balde.
La comitiva se alojó en el hotel Palacio de Arriluce de Getxo y aprovechó las siguientes jornadas para visitar puntos simbólicos de Euskadi… y para hablar de Urdaibai. La relación Nueva York-Bilbao es fluida habitualmente, pero nada como el cara a cara. Como se ha dicho la firma norteamericana no interfiere en lo que se decida en Euskadi porque realmente solo va a poner el nombre, pero sus representantes sí que han trasladado su preocupación por el daño reputacional que se podría estar generando. La marca Guggenheim no está cómoda viendo carteles y campañas mediáticas y en redes sociales en su contra. Que el proyecto de Urdaibai sea heredado también permite a Westerman y a la nueva directora del museo de Bilbao, Miren Arzalluz, marcar distancias sin que se interprete como un fracaso de su gestión.
«Varias» propuestas para llevar el museo a otras zonas de Bizkaia
Aunque el avance de resultados sobre el proceso de escucha que Agirre Center está realizando en Busturialdea a petición del Gobierno vasco y la Diputación señala que los vecinos en general lo que no ven con buenos ojos es que se construya en Murueta, la opción de ejecutar el museo solo en la sede de Gernika no está actualmente sobre la mesa. «El proyecto es el que es», con la particularidad de tener dos edificios, señalan fuentes conocedoras del plan. Cuestionadas sobre si cabría la alternativa de retomar la idea originaria de ubicar la pinacoteca en Sukarrieta o en cualquier otra parte, aseguran que para eso debería enterrarse antes el proyecto actual. Si eso ocurriera las instituciones sí que tienen «varias» propuestas para reubicar el nuevo Guggenheim en la comarca y en otros parajes de Bizkaia.