«Cogía rebotes, llegaba arriba, abajo, defendía a todo el equipo rival…tenía unas condiciones físicas y unas ganas de trabajar espectaculares. Lo que más le define es que es muy trabajadora y va a morir una y mil veces por el entrenador que tenga, es un auténtico placer trabajar con ella. Ojalá hubiera más jugadoras así». Igor Cebrián, profesor, coordinador y entrenador del colegio Británico, definió a la perfección a Alejandra Mastral, la aragonesa de 22 años que, tras pasar por el Olivar y llegar arriba del todo en el Stadium Casablanca (ascenso al Mann Filter incluido), pasó por la NCAA antes de seguir acumulando aventuras en Portugal y, a partir de esta misma semana, en Alemania para jugar en el Wasserburg.

Internacional en prácticamente todas las categorías inferiores de la selección española, la base aragonesa no se aleja de esa gran proyección que se le adivinaba cuando llegó a jugar en el primer equipo oficial que salió a escena del Casademont Zaragoza. Justo después, tomó la decisión más importante de su vida: marcharse a Estados Unidos (en el Robert Morris Colonials, de la NCAA) para compaginar allí su pasión por el baloncesto con los estudios y coincidir con otras aragonesas como Claudia Langarita, la hermana del actual jugador del Casademont. «Y volví con dos diplomaturas y una carrera, la equivalente aquí a Administración y Dirección de Empresas (ADE)», resalta Alejandra, que valora la experiencia. «Siempre he querido llegar a ser jugadora profesional y no podía dejar escapar esa oportunidad. Es verdad que es difícil y que son muchas horas de entrenar duro y de adaptación a una cultura y unas costumbres diferentes, como levantarte todos los días a las 6 de la mañana para hacer pesas. Pero vale la pena, es una gran experiencia que te permite compaginar estudios y baloncesto y disfrutar con ello», asegura la aragonesa, que tiene a Vega Gimeno, que fue su entrenadora en el Stadium, como principal referencia, al igual que Zoe Hernández. «Hay que seguir pase lo que pase y vivir cada día. Se trata de trabajar duro y estar preparada para cuando llegue tu momento y eso obliga también a afrontar los malos. Yo soy muy trabajadora y tengo claro que hay que saber moverse en busca de nuevas oportunidades».

Bien lo sabe ella, que, durante su estancia en Estados Unidos, se vio abocada a pasarse un año en blanco por culpa de una rotura del ligamento cruzado de una de sus rodillas que le obligó a pasar por el quirófano. «No porque te pase algo malo se acaba el mundo», resume una jugadora que ha hecho de la fortaleza un estilo de vida y que disfruta del espectacular momento del baloncesto femenino en su tierra. «Es espectacular el apoyo que brinda el público al baloncesto femenino y ese entusiasmo que antes no teníamos. Venía mucha gente pero todas de dentro de ese mundo, y ahora el Casademont se abre a un público mucho más amplio. Pero creo que aún se puede dar más al baloncesto femenino», asegura, «aunque me llena de orgullo que siga muy vivo y en auge en Zaragoza, ojalá que durante mucho tiempo más».