Rosalía reveló hace unos días que padece TDAH, lo que abrió una ventana inesperada hacia la neurodiversidad dentro del mundo del espectáculo. Al compartir que convive con este trastorno —y que desde pequeña se distrae con facilidad por los sonidos del entorno— la artista no solo describió un rasgo personal, sino que puso palabras a una experiencia que miles de personas viven en silencio. Su confesión, lejos del dramatismo, sonó a confesión sincera, ya que la artista dijo que no se medica ni hace nada al respecto. Más al contrario, deja que su mente divague y se vaya por derroteros en lugar de forzarla puede convertirse en un acto de libertad creativa.
Qué es realmente el TDAH

El Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH) es una condición del neurodesarrollo que afecta la capacidad para regular la atención, organizar tareas y manejar impulsos. Aunque suele asociarse a la infancia, en muchos casos se mantiene durante la adultez, aunque con manifestaciones distintas: menos movimiento físico, más dispersión interna, dificultades para planificar, cambios bruscos de foco o sensibilidad a estímulos ambientales.
Para quien lo vive, la mente puede sentirse como un escenario en el que las luces cambian sin previo aviso; lo que para otros pasa desapercibido, se convierte en un reclamo insistente que roba protagonismo.
Cómo lo vive Rosalía
En sus propias declaraciones, Rosalía ha contado que el ruido de ambiente puede desconcentrarla con facilidad y que, en ocasiones, incluso ha olvidado letras durante conciertos por la irrupción de estímulos inesperados. Ha explicado también que no sigue tratamiento farmacológico, no por desinterés, sino porque ha aprendido a convivir con este modo particular de atención y a transformarlo en parte de su proceso creativo.
Lejos de considerarlo un obstáculo insalvable, habla de su TDAH como una condición que, en ocasiones, le permite captar detalles sensoriales con una intensidad que alimenta su música. Esa hiperfocalización espontánea, cuando aparece, actúa como un túnel que concentra energía en ideas, melodías o imágenes que la artista transforma en obra.
Visibilidad al trastorno
Que una figura con tanta proyección internacional hable sin reparos de su diagnóstico tiene un valor social evidente. Su testimonio rompe la imagen simplificada del TDAH como un trastorno exclusivamente infantil, deshace estigmas y ofrece una representación honesta para quienes lo viven, especialmente en el ámbito adulto. También permite entender que convivir con esta condición no implica renunciar al éxito ni a la disciplina: significa, más bien, diseñar estrategias propias, encontrar ritmos distintos y aceptar que la atención no es una línea recta, sino un pulso con variaciones.
El caso de Rosalía invita a mirar el TDAH desde un enfoque más amplio: no como una falla, sino como una configuración neurológica distinta. Para algunas personas, esa diferencia se siente como un desafío cotidiano; para otras, también como una fuente de sensibilidad, intuición o intensidad creativa. El mundo cultural está lleno de mentes que funcionan en direcciones inesperadas y que, precisamente por eso, aportan nuevas formas de crear. La reflexión no es romantizar el trastorno, sino comprender que la diversidad cognitiva amplía el paisaje. Esto no quiere decir que haya personas que no necesiten tratamiento farmacológico, ya que el TDAH puede arruinar vidas.