Jos Luis Puche es malagueño y cuenta con un estudio en Nueva York donde reside y otro en su tierra natal.

José Luis Puche es malagueño y cuenta con un estudio en Nueva York, donde reside, y otro en su tierra natal.

LORENZO CARNERO

Los cuadros de Picasso formaron parte de la infancia del artista José Luis Puche (Málaga, 1976), que los veía en las paredes de su colegio. “No tenía referencias artísticas en mi entorno. He tenido desde niño predilección por la estética, siempre me gustó pintar, ir a museos y la música clásica. Mi madre ponía vinilos de zarzuela y creo que eso caló hondo”, nos cuenta desde su estudio en Nueva York. “Trasladarme hasta aquí siempre me rondó por la cabeza, es el núcleo cultural del mundo, pero pensaba que era más un sueño irrealizable que algo tangible. Un día Antonio Banderas, al que conocía personalmente desde hacía unos meses, me lo sugirió y la charla fue tan sincera e interesante que al llegar a casa me senté con Mar, mi mujer, y comenzamos a venir para comprobar que era como yo pensaba y verificar que era sostenible vivir aquí”, nos explica mientras recuerda que fue complicado gestionar el visado para artistas —“Que curiosamente se llama Visado para Personas con Habilidades Extraordinarias”, bromea—. Ha hecho exposiciones en Sídney, Nueva York o París y ha creado obras muy importantes a nivel sentimental para él, como el cartel para la Semana Santa malagueña de 2020 o Papá, una obra realizada ex profeso para el Centre Pompidou de Málaga que es un retrato de su progenitor: “Un regalo que me llevaré para toda la vida”.

El protagonista de Dolor y gloria ha sido un gran apoyo en su trayectoria. “Me encargó uno de los trabajos más importantes que he hecho en mi vida, Todos los mundos posibles, una obra de grandísimo formato para el Teatro del Soho CaixaBank de Málaga. Ahí volcamos los dos mucha ilusión: la suya por tener algo que deseaba desde que era adolescente y la mía por la responsabilidad de acompañarlo en un sueño que al fin se hizo realidad. Hace justo un año me pidió la mayor parte de la escenografía de Gypsy, una veintena de cuadros que son vídeos proyectados sobre el escenario. ¡Hasta la crítica internacional destacó el resultado!”, dice con orgullo. Ser artista en tiempos de la IA no es fácil. “Quien piense que el artista es un lobo solitario y van a ir a descubrirte a tu estudio, está equivocado. Debes saber mostrarte de un modo equilibrado y con un contexto económico sostenible que te permita vivir de tu trabajo. Yo soy muy metódico, desde que llegué a Nueva York no he dejado ni un solo día de trabajar”, añade. “En Nueva York hay infinidad de estímulos que te invitan a pensar, y ese es el comienzo de una obra. Todo ello hace que el nivel de exigencia sea mayor y la calidad artística aumente. Trabajar en Málaga es hacerlo con un peso histórico apabullante, desde los fenicios hasta nuestros días. Huellas extraordinarias que te obligan a estar al nivel”, concluye.