Entramos en la casa dorada de Ignasi Monreal en Madrid

«¡Recubramos las paredes de oro!”, dijo nunca nadie. Al menos, nadie fuera de los límites de la arquitectura sacra o monumental. “Ni el coste ni el mantenimiento merecen la pena”, nos dice Ignasi Monreal (Barcelona, 1990). Por supuesto, hay excepciones, como la magnífica Haunted House de la Fundación Prada en Milán, para cuya fachada Rem Koolhaas utilizó 200.000 hojas de pan de oro. “O lo haces con mucha intención o no lo haces”, matiza Ignasi. Pero ¿cómo termina uno apostando por este inusitado acabado para su propio hogar?

Salón circular en cúpula dorada y sof blanco circular

La casa de Ignasi Monreal está recubierta de cobre con acabado en oro, bisagras y puertas incluidas. “Me dijeron que ha sido el pedido más grande de toda Europa”, apunta.

Una transformación radical

Hace cinco años, el artista catalán, cuya vida nómada tiene ya un puerto fijo en Lisboa, comenzó a buscar en Madrid un espacio para estar cerca de su familia. “Las opciones en la ciudad son bastante homogéneas y quería algo peculiar. Encontré online el render de una torre con una cúpula y me enamoré, así que compré el piso sobre plano”, recuerda. “Una vez finalizadas las obras, al abrir la puerta vi que no me gustaba nada”. Era la pesadilla anodina de cualquier nuevo propietario: sin alma, sin vida, sin personalidad. “Es la primera vez que invierto en una casa y, para mí, significa algo muy especial el haberme podido permitir una propiedad trabajando como pintor; tenía muy poca fe cuando empecé en esta profesión. Por eso, cuando entré y dije: ‘¡Guau, qué bajón!’, decidí transformarla por completo”.

Comedor con mesa baja y paredes doradas

En la imagen, sillas de madera Zaisu, del dúo Kenji Fujimori y Tomomi Fukuda, manufacturadas por Tendo Mokko (en Side Gallery). El plato de cristal de Sumida Yoriko y el resto de piezas sobre la mesa son de Nota&Design.

Un proyecto que nace de la amistad

Sobre la mesa revoloteaba la posibilidad de aprovechar la arquitectura nívea como lienzo para una obra de grandes dimensiones. Pero Ignasi no quería hartarse de sí mismo. “No creo que todo lo que haga tenga que tener idéntico sello para que sea auténtico. Eso sería como vivir en una cámara de eco”. Con el tiempo, la luz natural que hace suyo cada rincón de este piso en Chamberí terminó por imponerse como la inquilina principal, reina y señora del lugar. “¿Cómo competir contra ella?”, se pregunta. El arquitecto y diseñador Guillermo Santomà, con quien ha desarrollado el interiorismo que hoy nos enseña, estuvo de acuerdo. “Ha sido todo muy improvisado. Esta casa es un experimento que nos ha unido, que nace de la amistad y de dos mentes muy distintas que se han encontrado de manera fortuita [se conocieron al coincidir en varios eventos consecutivos]. Definitivamente, esta torre es hija de la noche madrileña”.

Cocina dorada con grifo negro

La cocina, con el taburete Macaron, de Cristian Andersen, en Side Gallery. Tanto la superficie de trabajo como el fregadero pueden ocultarse tras un panelado dorado, acentuando la sensación de estar en una caja mágica.

Tetera blanca

La tetera de plata del surcoreano Yeunhee Ryu, también en Side Gallery.

La fiebre del oro

El plan inicial para intervenir estos 88 metros cuadrados era inexistente: “No había una idea fija. Ha sido un proceso muy orgánico, bonito y desesperante”, asegura Ignasi. Gracias a Dios, los desvíos en el camino han hecho que el aspecto actual de la casa diste mucho de aquel render gris primigenio. Durante la visita a una iglesia, Santomà le mandó varias fotografías de los murales que cubrían las paredes del templo. A Ignasi, la idea de dejarse llevar por la fiebre del oro hacía tiempo que le rondaba la cabeza, fija en su memoria por el recuerdo de la sala del té dorada del Museo de Arte MOA de Atami en Japón (país donde ha realizado varias residencias de arte y estudiado caligrafía). Ese mensaje fue una señal.