Breve estudio acerca del barroco popElaine Spanky McFarlane, en primer término, y los demás miembros de Spanky and Our Gang ca. 1970. Fotografía: Getty.

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He aquí lo que muchos llamarían la cumbre del rock y del pop. Por encima de tres acordes y un acompañamiento básico —guitarra eléctrica, bajo y batería— estarían aquellas grabaciones de músicos de rock y pop en las que encontramos el sonido primorosamente producido de cuartetos de cuerda —dos violines, una viola y un violonchelo—, con pianos, cítaras, arpas, laúdes, sítar, clavicordio, saxofones, trompetas… a veces, hasta puede desaparecer el acompañamiento básico. Como en la canción de Paul McCartney que compuso para su grupo, los Beatles, en 1965. Tras muchas vueltas, la grabaron en el elepé Help!, perdón, la grabó Paul con una guitarra y un cuarteto de cuerda. Sus compañeros estaban pelín hartos de la canción, porque Paul se obsesionó con ella, no paraba de tocarla en el piano y la canción no tenía letra, todos la conocían por «Scrambled eggs» (Huevos revueltos). George Harrison decía: «Se podría decir que era Beethoven o algo por el estilo». Bueno, en algo así se convirtieron cuando le puso el título definitivo. En 1965 ya eran más que un grupo de pop, pero esta canción transformó su carrera, a pesar de que no salió en single en Inglaterra, porque los otros Beatles se negaron. A Paul le encantaba, pero los demás manifestaron su rechazo por aquella balada triste y llena de sentimientos evocadores. A pesar de eso, es una de las canciones que más veces se han versionado, por artistas de todo tipo, especialmente melódicos, sin nada que ver con el pop. Y a pesar de eso, «Yesterday» fue lo que es por el arreglo de cuerda que tiene, resultado de la labor de su productor, George Martin, sin pegar nada en el disco, ni ser tocada en directo por ellos, ni nada.

Pero aquí no quedó la cosa. Al año siguiente, y esta vez apoyada por todos los Beatles, Paul escribió una balada demoledora sobre la soledad, que fue incluida en su elepé Revolver (probablemente el más señalado de cuantos grabaron, en mi opinión). Ya estamos en la psicodelia y en este disco hay muchos ejemplos, desde la mismísima portada, pero «Eleanor Rigby» va un paso más allá, pues está grabada nada menos que con un doble cuarteto de cuerda, dirigido y orquestado por George Martin, que tenía una formación musical académica. También está incluida «Got to Get You into My Life», que se presenta adornada por una sección de viento, fanfarria incluida, metales muy a lo Stax, y una letra, ejem, dedicada a la droga.

Los Beatles continuaron en esa deriva de grandeza que los llevó a lo más alto que jamás había estado alguien en el siglo XX con un grupo de guitarras, bajo y una batería, y volvieron a hacer otra demostración de barroquismo extremo con «A Day in the Life», canción que cerraba su Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band, composición de Lennon-McCartney —mejor dicho, composiciones, una canción de cada uno que fue unida en una sola—, acompañado el grupo por una orquesta, que hacía crescendos paulatinos, y terminaba la canción con un acorde sostenido de piano. Se considera la obra definitiva de los Beatles. Y con eso está todo dicho.

Por poner un inicio del barroco pop, lo pongo por tanto en los Beatles, como grupo que dio el pistoletazo de salida. Una música con deseos de tramar un sonido más superior al del pop simple. Pero no fueron los únicos. En USA, Phil Spector estuvo siempre obsesionado en conseguir un sonido «bigger than life» en sus producciones, utilizando para ello una técnica conocida como «muro de sonido», consistente en grabar multitud de instrumentos y en aplicarles efectos de reverberación y eco. Este sistema fue especialmente señalado en los discos de The Ronettes, The Crystals y Ike & Tina Turner, que han quedado como joyas inmortales de la música en los sesenta.

En 1966, seguimos en USA, pero ahora estamos en California. Durante el año anterior, Brian Wilson está inmerso en la composición y producción del elepé nº 11 de los Beach Boys. El disco anterior, The Beach Boys Today!, había sido, además de un gran éxito, un cambio de rumbo en las canciones que llevaban haciendo. Ya no había chicas a bordo de coches, ni sobre tablas de surf. Eran temas adultos, casi desgarradores («Let Me Wonder», «When I Grow Up (To Be a Man)»); en este último suena un clavicordio. Ya encerrado en su estudio —había dejado las actuaciones, después de su primera crisis nerviosa—, allí estuvo componiendo junto con Tony Asher y diseñando un nuevo disco. Cuando digo nuevo, me refiero a eso. Pet Sounds es un elepé completamente nuevo, tiene voluntad conceptual (como la había tenido Rubber Soul de los Beatles) y un desfile de instrumentos impresionante: viola, tamborín, saxo, clarinete, flauta, trompeta, mandolina, theremin eléctrico, clavecín, ukelele, órgano, vibráfono, tímpano, trombón… alguno de ellos interpretados por la conocida como Wrecking Crew, además de añadir sonidos de bocinas, timbres de bicicleta, botellas de bebida y los ladridos de los perros de Brian Wilson. Todo el disco está producido mediante capas y capas de sonidos, que ponen en paralelo a Pet Sounds con una obra sinfónica, experimental y de vanguardia absoluta. Cualquier cosa parece este disco, menos un elepé de pop o de rock. ¡Y son los Beach Boys!

Hasta los Stones tienen aportaciones al barroquismo psicodélico. Tras «Lady Jane», recogido en Aftermath (1966), y Between the Buttons, con canciones como «Ruby Tuesday», tenemos el sensacional elepé del mismo año, sexto del grupo, Their Majestic Satanic Request. Aquí abandonaron el blues (bueno, no del todo) y metieron la cabeza en nuevos sonidos y ritmos. Sobresalen el melotrón, el theremin y un montón de arreglos de cuerda, aportados por John Paul Jones (además de ser el bajista de Led Zeppelin, es un multiinstrumentista de gran renombre). Aparte de ruidos y sonidos experimentales, estática de radio, etc. Es también el último disco de los Stones en el que participó Brian Jones antes de su muerte, que también aportó cantidad de instrumentos africanos. Tiene canciones memorables, sobre todo «She’s a Rainbow», obra cumbre del pop barroco. La portada también es memorable.

Otros que se internaron en el barroco pop, con resultados espectaculares, fueron The Kinks en el año 1967 y 1968. El elepé fue compuesto por el líder de los Kinks, Ray Davies, The Kinks Are the Village Green Preservation Society. El disco es conceptual: son canciones compuestas en memoria de las aldeas, de los village green que proliferaron en Inglaterra desde la Edad Media, como el sitio donde se criaron los hermanos Davies y como símbolo del paso de la vida, preimaginando la gentrificación actual. En lo musical, tiene arreglos de orquesta en la primera canción, y las del resto —arreglos de cuerdas y viento— fueron simuladas por un melotrón. Los temas son preciosos, Kinks en estado puro, pero pasados por un tamiz psicodélico y barroco.

The Left Banke. Americanos de Nueva York, decían de ellos que hacían «Bach-rock». Se formaron en 1965 y dejaron dos hits para esta música: «Walk Away Renée» y «Pretty Ballerina». Sus formidables arreglos vocales estaban inspirados en los de los Beach Boys y Beatles, pero eran más increíbles si cabe.

Love. El caso de este grupo sobrepasa los límites del barroco pop, y de todo lo que se diga, pues lo que dejaron grabado es una mezcla tal de pop orquestal con elementos de jazz, blues, funk y flamenco, que crearon un lugar especial solo para ellos en el amplio mundo del rock. Su obra maestra, Forever Changes, así lo demuestra.

Spanky and Our Gang. Liderados por Elaine «Spanky» McFarlan, su nombre fue puesto en homenaje a las comedias de los 30, Our Gang, por la similitud del nombre de Elaine con el de Spanky (nosotros las conocimos, más tarde, como Little Rascals). Tres sencillos llegaron a lo más alto de las listas americanas, sobre todo «Sunday Will Be Never the Same», «Make It Every Count» y «Lazy Count», por su orquestación de cuerda y los arreglos vocales.

Honeybus. Mala suerte tuvo este genial grupo inglés, que se formó en Londres en 1967. Estaba compuesto por el compositor Pete Dello y el bajista Ray Cane al principio. Grabaron con Deram dos singles, «Do I Figured in Your Life» y «Delighted to See You», que eran dos tiros enormes, pero no encontraron el éxito que merecían. Al año siguiente, su siguiente disco llegó a las listas: el maravilloso «I Can’t Let Maggie Go», y parecía que iban a ser alguien en el pop, pero la aversión que tenía Dello a las galas lo hizo dejar el grupo, y fue Ray Cane quien se encargó de componer. Es un grupo delicioso, con armonías vocales, arreglos orquestales y las canciones, inspiradísimas.

La lista de grupos que se apuntaron a esta corriente es muy larga. Tenemos a grupos muy conocidos, como los Bee Gees, que comenzaban su quinto elepé de 1968, Idea, con la monumental «Let There Be Love»; Donovan, que metió una orquesta en «Lalena»; o Elton John, que cambió el piano en su disco de debut de 1969, Empty Sky, por un clavicordio en «Skyline Pigeon»; hasta solistas más minoritarios, tales como el maravilloso Roy Wood, quien dejó en su primer elepé, Boulders, la bella «Dear Elaine». The Turtles se beneficiaron de los arreglos del bajista Chip Douglas en sus exitosos singles («Happy Together»), tanto, que Michael Nesmith, impresionado, de los Monkees le fichó para su grupo. The Zombies no tuvieron la suerte que merecían, a pesar de haber grabado maravillas como «Care of Cell 44» o «Time of the Season» en su elepé Odessey and Oracle. La lista no se acaba.

El pop barroco en España

Pues sí que lo hubo en los últimos sesenta. Puede parecer un contrasentido, pero es cierto que productores y compositores españoles se dedicaron a realizar temas influidos por la moda que venía de Inglaterra-USA. Y los grupos, a cantar y tocar melodías preciosas, vestidos algunos con una moda de la época mezclada con la del siglo XVII. Hay, para quien quiera hacer una labor de búsqueda en tiendas y mercadillos, toda una colección de singles con portadas increíbles. Para los que no, hay recopilaciones, por ejemplo, Papagayo! (The Spanish Sunshine Pop & Popsike Collection) (Toytoon Recordings, 2007). La realidad es que la mayoría de los grupos que eran algo, y los solistas más o menos conocidos en aquel tiempo, practicaron este estilo en España. Algunos ejemplos:

Pop-Tops. Este grupo madrileño, formado por músicos de relumbrón, que tenía como cantante a Phil Trim, nacido en Trinidad y Tobago, con una preciosa voz soul, grabaron en 1968 la que fue su primera canción de éxito mundial: «Oh Lord, Why Lord!», producido por Alain Milhaud. Y fue la primera canción pop inspirada en el Canon de Pachelbel. La portada del single era de no creérsela, pues se veía a los seis Pop-Tops ataviados con auténticos trajes victorianos, sosteniendo instrumentos tradicionales. En vez de pelucas, lucían unas melenas muy cuidadas. En la cara B incluyeron «The Voice of the Dying Man», una canción basada en un fragmento de la Pasión según San Juan, de J. S. Bach.

Los Brincos. En su elepé más famoso, Contrabando (1968), lleno de canciones increíbles, hay varios ejemplos de pop barroco. Entre canciones clásicas del grupo, podemos encontrar «Big Temptation», «So Good to Dance», «El domingo», «Apolo» o «Gracias por tu amor», con orquestas de este estilo. Fue un intento de entrar en las listas inglesas, como habían hecho los Pop-Tops, pero los de Fernando Arbex no lo consiguieron. Y, además, los Brincos fueron adelantados al barroco, componiendo en 1966 para la cantante Adriángela la canción «Porque nunca se contó».

Los Bravos. Estos sí que llegaron a las listas inglesas y también grabaron alguna canción, como «Baby, I Love You» (mezclando los coros orquestales con olés de plaza de toros —ni los Gabinete se atrevieron con tanto—).

Los Banzos. Grupo vallisoletano que facturó tres singles con Polydor de gran calidad, pero de escasa repercusión. El primero, «Margarette» / «Quiero creer», es un disco muy inspirado. Juan Carlos Calderón le adorna con arreglos de viento y cuerda. El segundo, «Vacío» / «El rostro perdido», el mejor de los tres singles, también con arreglos de orquesta, juegos de voces a lo Beatles. Y el tercero, «El barco de papel» / «Regreso», con unas voces tremendas. No llevaban disfraces, pero en la portada del segundo single salían asomados a un claustro medieval. Brillante grupo.

Los que sí iban disfrazados eran Os Duques, portugueses que vivieron temporadas y grabaron en España, como el EP Tus viajes (1966), versión de «Ticket to Ride». Aunque estos eran más psicodélicos.

El revival en los 90

Esta música quedó acallada durante las décadas de los setenta y los ochenta por los sintetizadores y las cajas de ritmos (con algunas excepciones, véase Kate Bush, la ELO). Pero hacia los noventa del pasado siglo, el pop de cámara volvió en serio, con artistas como Belle and Sebastian (llevan desde los 90 teniendo éxito comercial haciendo pop barroco, sobre todo en la primera mitad de su carrera; luego, los discos han revelado mayor influencia de la música disco y el funk), Tindersticks (inclasificables, pero haciendo gala de unos arreglos orquestales que vienen del soul o del jazz, y la voz de barítono de su cantante, Stuart Ashton Staples. Llevan desde los años 90 en activo, fuera del canon de la música pop inglesa), High Lamas (los discos del colectivo irlandés-inglés se volvieron hacia las texturas, los motivos repetitivos y largos pasajes instrumentales), The Divine Comedy (indispensable su disco Absent Friends) y Rufus Wainwright (compositor y autor de canciones llevadas a los discos de forma teatral), entre otros muchos. Y ya entrado el siglo XXI, con Anohni and the Johnsons (escuchen, si no lo conocen, sus tres primeros elepés, y las colaboraciones con Lou Reed), Decemberists (grupo indie de Oregón, que llegaron a actuar en el Hollywood Bowl, acompañados por la Orquesta Filarmónica de Los Ángeles y junto a la Orquesta Sinfónica de Atlanta en el legendario Chastain Park). Andrew Bird incorporó a su carrera indie el violín, que había aprendido a tocar en el conservatorio. Lo mismo hizo Joanna Newsom en el 2000. Ella es una música rock que construye sus arreglos sobre su arpa y las sensibilidades folk que la han marcado. E incluso Scott Walker volvió en 2006 con un disco orquestado, The Drift.

Elf Power son un miembro central del colectivo Elephant 6. Procedentes de Athens, Georgia, sus discos llevaron el pop barroco a una estética lo-fi. No tienen esa grandeza de las bandas de los sesenta, pero incorporan arreglos de orquesta a su grupo de rock.

Por útlimo, Cardinal. Dúo formado por el americano Eric Matthews y el australiano Richard Davies, que organizaron un pop de cámara en compactos y fácilmente accesibles fragmentos que podían pegar dentro del indie. Los álbumes en solitario de Matthews y Davies también han demostrado las posibilidades del indie pop orquestado.