En tiempos de inmediatez, pantallas y consumo fugaz, Daniel Sánchez Alonso (Madrid, 1972), fotógrafo con larga trayectoria en prensa y revistas culturales, como ‘Rolling Stone’, ‘Vanity Fair’, ‘Elle’ o ‘Bloomberg’, entre otras, publica ‘Retratos editoriales en tiempos de SMS‘, un libro que condensa el tiempo a lo largo de más de tres décadas fotografiando actores, músicos, políticos y figuras emergentes cuando todavía no existía la presión del «yo público permanente». «En aquella época los teléfonos solo se usaban para llamar o para mandar un SMS. No había tanta percepción del yo», recuerda. «Los personajes tenían su imagen, sí, pero te dejaban entrar más en la personalidad y en la psicología del retrato».

Su libro nace precisamente de eso, de un archivo inmenso -miles de negativos, y fotos analógicas, «con grano», primero, y discos duros con archivos digitales, luego-; hasta ahora, disperso. «pensé que se lo debo a mi archivo para que no se quede guardado, y me lo debo a mí, que he trabajado todos estos años». Lo que a principios de año comenzó como una exposición itinerante -Guadalajara, Santander, Palencia… y Terrassa, a partir de junio e 2026- se convirtió en una oportunidad para revisar quién fue, cómo miraba y qué intuiciones ha ido perdiendo o ganando.

Su amigo Francesc Miralles, el escritor junto a Care Santos de ‘El millor lloc del món és aquí mateix’, ha acompañado a ‘DanSan’, como se conoce al fotógrafo en el mundillo, en la presentación de su libro en Barcelona, en la librería +Bernat. A Miralles también lo ha retratado varias veces, incluso en el legendario y ya extinto café Gijón de Madrid [el mítico punto de encuentro literario y cultural cerró el pasado octubre, aunque reabrirá a principios de año tras ser comprado y reformado por sus nuevos propietarios, el grupo hostelero Capuccino].

La chispa adecuada con R.E.M

Para Sánchez, la clave para que un retrato sea fantástico está en que «te tiene que hacer contener la respiración y que no quieras apartar la mirada». De su oficio, señala algo que le pone muchísimo, y es esa «adrenalina de tratar de sacarle algo distinto de la persona que tienes delante». «Entre el personaje y la persona has de sacar su yo, ese es el reto», comenta, antes de describir una de las situaciones más habituales en su trabajo. «Por lo general, había poco tiempo. El mánager siempre te va quitando. Te dicen que te dan una hora para la sesión, y luego llegan tarde, y te queda media hora. Pero al final son cinco minutos porque se tienen que ir… Con el tiempo, aprendes a trabajar así», narra.

Uno de esos momentos ‘aquí te pillo, aquí te mato’ los tuvo con R.E.M. «Daban un pequeño concierto para Canal + y le pedí al manager si podía hacerles un retrato al acabar. Me dejaron esperando en un pasillo con una bombilla y mi Hasselblad preparada en el trípode. Fueron 25 segundos y 4 disparos. Mike Stipe dijo: ‘Last one’. Pero lo conseguí», recuerda con orgullo.

«A veces un retrato es eso: una chispa, una intuición, y saber ver el tiro abierto en segundos», resume.

Adrenalina y pan con tomate

En otras ocasiones, ha tenido más tiempo para buscar más ángulos. Como cuando estuvo con Lolita y Rosario, y los Carmona en una fiesta, o con Alejandro Sanz, volando de Madrid a Valencia, y a Barcelona y Bilbao, durante la promoción de ‘El alma al aire’, o cuando acompañó a Estopa en su primera gira. «Estuve con David y Jose en el 2000, siguiendo los conciertos que daban por Extremadura. Eran unos tíos muy majos, muy sencillos, con ese punto de gamberrotes, pero en el buen sentido», comenta, señalando que a lo largo de los años ha coincidido con ellos en más ocasiones, reportajes y premios.

En el libro hay varios retratos de los Muñoz, pero destaca una serie que ideó Sánchez para capturar el momento de euforia tras un concierto. «Preparé unas cortinas justo detrás del escenario. Nada más bajar estaban a tope de adrenalina. Les hice unos retratos eufóricos, en caliente, sin tiempo para pensar». Y recuerda una escena de aquellos días en ruta, que para él define bien a los dos hermanos: «Estábamos comiendo en el hotel y José no quería pedir ningún plato más elaborado, y se pidió un plato de pan con tomate y jamón. Nada más. Me llamó la atención».

Con ellos, la relación se ha mantenido. «Hay un amigo común y seguimos en contacto. Se animan mutuamente, se ponen a dieta o dejan de beber juntos», bromea.

De la Hasselblad a la inmediatez

Revisar 30 años de trabajo implica verse a uno mismo. Daniel busca detener el reloj. «Me interesa militar en el tiempo contenido, en el tiempo lento», afirma. «Lo que intento es que el retrato resulte íntimo, aunque solo tenga unos minutos para hacerlo», cuenta.

Durante años su herramienta principal fue la Hasselblad, la cámara cuadrada que marcó el estilo de muchos fotógrafos. «Te permite mirar de una manera menos invasiva porque miras hacia abajo». Para él, renunciar a ella por la llegada del digital fue un pequeño duelo: «Cuando tuve que dejar de usarla fue un cambio brusco, casi traumático». Le interesa más la fotografía «a fuego lento y con sentido crítico».

Pero la irrupción del ‘smartphone’ lo cambió todo. «Antes, un dominical nos duraba toda una semana; ahora se consume mucho más rápido y lo retenemos menos», lamenta. Y añade: «Han desaparecido los editores gráficos. Hoy lo difícil hoy es tener sentido crítico«. El «ritmo frenético» de ahora, «de la fotografía y la prensa en general», lo resume así: «Vivimos en una diarrea de imágenes, cualquiera con cuatro fotos se hace un fotolibro».

Retratando el poder

Entre sus trabajos más complejos están los retratos políticos, y recuerda especialmente la precampaña junto a Esperanza Aguirre. «Estuve cuatro semanas siguiéndola. Ves cómo se mete a la gente en el bolsillo mientras inaugura el metro de Villaverde», recuerda.

Aunque no comparte su ideología, aclara, el desafío le fascinó. «Me dejó hacer, fue muy tranquila, confió. Y yo intenté sacarle lo mejor posible».

No fue así con María Dolores de Cospedal. «Era una sesión para una portada, en 2010. Ella parecía que me miraba, pero estaba como ausente. Le dije que la necesitaba aquí. Se rio y me pidió el voto», relata.

La conexión tú a tú

Sus retratos, explica, siempre han oscilado entre dos energías: «Unas fotos son más tranquilas, más nostálgicas; otras buscan el humor, la ironía, lo improvisado y loco». La clave, asegura, sigue siendo la misma que hace 30 años: mirar. «Al final hay una alta sensibilidad, una intuición, una empatía con el retratado”.

Por eso continúa convocando gente, famosa y anónima, solo para fotografiarla. Sin encargos. Sin urgencias. «Ahora valoro mucho una conversación que no sea a través de una pantalla. Es un lujo. Aunque tenga poco tiempo, si esa conexión es de calidad, el retrato sale».

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