“Buenos días, soy María López-Fanjul; soy la directora del Museo de Bellas Artes de Asturias”. La nueva responsable del Museo, historiadora del Arte y con una brillante trayectoria como gestora que a lo largo de los años la ha llegado de Italia a Reino Unido y a Alemania, se ha presentado esta mañana, en su primer acto público, con un ruego: “Que dejen de preguntarme qué hace aquí alguien con una carrera internacional como la mía. Es algo que al principio me sorprendía, luego me enfadaba y ahora me cabrea. Este Museo ha demostrado que es una institución de primera y Asturias está en su mejor momento; no estaría aquí si no creyera en ello”.

En su segundo día en el Museo de Bellas Artes de Asturias, María López-Fanjul inauguró, en un acto al que asistieron los patronos de la institución, el director general de Promoción Cultural, Antón García, y los medios de comunicación, una nueva entrega del ciclo “La obra invitada”, en la que, aprovechando la proximidad de las fiestas navideñas, se exponen cinco “piezas maestras del juguete español” de la Colección Quiroga-Monte.

Antón García aprovechó, en su intervención al final del acto, para dar la bienvenida a la nueva responsable del Museo. “Es un verdadero lujo que tengamos una directora que se formó y trabajó muchos años por toda Europa y que pueda poner ahora esa experiencia a disposición de este Museo”, dijo, y recordó a sus predecesores en el cargo, Toto Castañón y Emilio Marcos Vallaure, que se ocuparon de inventariar las obras de la colección de la Diputación provincial que dieron lugar al Bellas Artes, y Alfonso Palacio en la última etapa.

María López-Fanjul expresó su agradecimiento a los prestadores, “que me dan la posibilidad de mostrar lo que es un museo en el que están presentes la pintura, la escultura, las artes industriales, porque las artes no están divididas por géneros”, y a continuación aprovechó para dar las gracias también “al excelente equipo” del Museo, por sostener su actividad mientras se resolvía el relevo de Alfonso Palacio, el anterior director, tras su marcha al Museo del Prado, en “un año que ha sido un reto y en el que se ha mantenido trabajando al mismo nivel” de antes.  

La nueva edición de “La obra invitada” ha sido supervisada por el responsable técnico y conservador del Bellas Artes, Gabino Busto. José Antonio Quiroga, titular de la Colección Quiroga-Monte, ha presentado las piezas de juguetería clásica expuestas en el vestíbulo del Museo. La más próxima a la entrada es un Rey Mago, probablemente Melchor, de cartón piedra policromado, de mediados del siglo XX, que sostiene entre sus manos el buzón real para que los niños dejen las cartas con la lista de sus regalos. La primera fue depositada por una adulta, sin embargo, Cristina Heredia, la responsable de la programación educativa y divulgativa del Museo, que recogió en ella buenos deseos para todos. Pronto, en la mesa de recepción, estarán disponibles las cartas impresas, listas para rellenar y echar al buzón.

La pieza más antigua expuesta es un tiovivo de 1898, fabricado en Barcelona por Eusebio Roca Farriols, la más grande del catálogo de ese juguetero, pintado a mano y accionado por un manubrio, que, por su calidad, indicó José Antonio Quiroga, bien podría pasar por un juguete de fabricación alemana. El coleccionista recordó que juguetes como los que desde hoy se exponen en el Bellas Artes no estaban al alcance de todos los niños, ni mucho menos, y que hasta la pasada década de los 60 las piezas de juguetería en España estaban gravadas con el impuesto de lujo.

La pequeña muestra contiene también un tranvía eléctrico de 1900, fabricado por Jorge Rais, que reproduce fielmente el modelo del primer tranvía eléctrico que circuló en Madrid y Barcelona; un carruaje berlina, de la fábrica de Luis Moreno, de 1905; un auto coupé descapotable de 1920, de la empresa Payá Hermanos, con la singularidad de su motor eléctrico, y una moto con sidecar, con un payaso como copiloto que, al tocar un resorte, hace sonar su corneta.

José Luis Quiroga se despidió citando a Picasso, por aquello de que todos los niños al nacer son artistas; a Baudelaire, que decía que el juego es la primera iniciación del niño en el arte, y a Simone de Beauvoir, que creía que los adultos no son más que niños inflados por el tiempo, y manifestó su deseo de que la pequeña muestra de la colección Quiroga contribuya a ese acercamiento al arte y al desarrollo del espíritu crítico.

Tras él, la flamante directora del Museo lanzó su particular deseo: “Espero que no dejemos nunca de jugar”.

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