La asamblea de la Unión Europea de Radiodifusión (UER), reunida estos días en Ginebra, ha confirmado finalmente que Israel participará en Eurovisión 2026. La decisión, adoptada tras una votación interna que ha dividido profundamente a los países miembros (738 votos a favor y 264 … en contra y 120 abstenciones), fija el mapa definitivo del festival… al menos por ahora. Países como Alemania, Italia o Austria se mantendrán en la competición, mientras que España, Irlanda, Eslovenia y Países Bajos —tal como anunciaron— abandonarían la edición en señal de protesta. Países Bajos ha sido el primer país en reafirmar esta decisión minutos después del resultado, después ha sido España a través de un comunicado. En el caso español, la salida estaba ya anticipada: España, tal y como aseguró recientemente, no acudirá al certamen y tampoco emitirá las semifinales ni la final, cumpliendo la línea marcada por RTVE y ratificada internamente en los últimos días.

En la reunión, los participantes iban a realizar dos votaciones. La primera era sobre la aceptación o no de la nueva normativa que ha modificado la UER. Si la votación salía a favor de esta normativa, no se realizaría la segunda, que era sobre la participación o no de Israel. Tras el resultado de esa primera votación sobre las reglas de Eurovisión, con 738 votos a favor, 264 en contra y 120 abstenciones, no han tenido que ejecutar ese segundo voto donde se valoraba la participación o no de Israel. Con el resultado de la primera, se confirma que la participación de Israel es una realidad.

Esta votación, sin embargo, no surge de la nada. Es el desenlace provisional de meses de tensión acumulada dentro de la UER, que ya reconoció en noviembre una «fuerte fractura interna» al convocar —y después cancelar— una asamblea extraordinaria específica para debatir la situación de Israel. El ambiente ha sido convulso desde hace tiempo, y se intensificó después de que RTVE, Irlanda, Eslovenia, Países Bajos e Islandia empezaran a cuestionar públicamente la presencia de la delegación israelí en el festival. En España, José Pablo López ya lo advirtió la semana pasada durante su comparecencia en la Comisión de control sobre RTVE en el Congreso: «Mantenemos la misma posición por dos motivos: por el genocidio perpetrado en Gaza y que el festival es un concurso pero los derechos humanos no», reafirmando así el argumento central de la Corporación.

Durante la reunión de hoy, el propio López aseguró a través de sus redes sociales lo siguiente: «La dirección de UER y Eurovisión van a someter hoy a la organización a la mayor tensión interna de su historia. Nunca se debería haber llegado a este punto». Al mismo tiempo, las tensiones venían alimentándose desde la pasada edición, marcada por quejas formales de la pública israelí (KAN) tras las referencias de los comentaristas españoles a la guerra de Gaza y por el espectacular salto de Israel en el televoto, que llevó a RTVE a pedir una auditoría independiente. Todo ello condujo a la situación crítica que hoy cristaliza en Ginebra.

Con Israel confirmado, España activa su decisión de abandonar Eurovisión 2026. No obstante, todavía queda un elemento abierto: la UER mantiene como plazo máximo el 10 de diciembre para que cada país comunique oficialmente su participación. Aunque RTVE ha sido contundente, esa ventana mantiene viva una mínima posibilidad de giro si las circunstancias cambiaran, especialmente porque la Corporación ha venido reclamando durante meses una respuesta más firme del organismo europeo.

Tensión acumulada

Pese a ello, y tras la votación de hoy, la posición sigue siendo la misma: que Israel participe implica que España no acudirá ni retransmitirá el festival. Esta retirada tiene además un efecto dominó: otros cuatro países también habrían decidido confirmar su ausencia, configurando un mapa de Eurovisión 2026 considerablemente reducido. Este impacto podría repercutir en el aspecto económico y en la narrativa interna de la organización, que deberá gestionar la pérdida simultánea de varios miembros activos y de gran tradición eurovisiva.

En los últimos meses, la UER había intentado frenar esta crisis con un paquete de modificaciones normativas dirigido a combatir las sospechas de manipulación y la influencia exterior que, según RTVE, Israel habría ejercido en al menos las dos últimas ediciones. La organización anunció que el número de televotos por espectador se reduciría de 20 a 10, que se restauraría el voto del jurado en semifinales y que se reforzarían los sistemas de detección de votaciones fraudulentas o coordinadas. RTVE agradeció estos cambios, pero López fue rotundo al señalar que «Las medidas son necesarias pero insuficientes». Además, insistió en evidenciar que «Ha tratado de influir en el resultado al menos en los dos últimos años y no se ha penalizado. Cualquier otros país que hubiera hecho eso hubiera estado suspendido y sancionado».

Pese a todo, la UER ha optado finalmente por permitir la participación de Israel, un gesto que para muchas delegaciones implica una renuncia a corregir los desequilibrios internos del sistema de votación. Para España, esta es una señal inequívoca de que el organismo no está dispuesto a asumir medidas más contundentes, por lo que la retirada se convierte en consecuencia natural de esta falta de acción.

Los Big Five

La posible marcha de España también abre un escenario inédito para los países del Big Five. Tal como establece el reglamento, la ausencia prolongada de un país supone su exclusión automática del grupo de los cinco mayores aportantes económicos. De cumplirse, España quedaría fuera de este bloque privilegiado, lo que implica renunciar a su pase directo a la final, a su aportación específica al festival y al rango estratégico que este estatus otorga dentro de la UER. Sin embargo, RTVE seguiría siendo miembro de pleno derecho de la organización, pagando la cuota general que da acceso a la red europea de noticias y a los derechos deportivos conjuntos. Lo que se extingue es únicamente su contribución extraordinaria a Eurovisión, algo sin precedentes recientes.

El equilibrio económico del certamen podría verse afectado de manera notable: la financiación del Big Five es uno de los pilares del presupuesto, y la salida de España supone un golpe simbólico y financiero para el festival. La decisión tomada hoy en Ginebra no solo marca el camino de la edición de 2026, sino que deja a la UER con un desafío sin precedentes: reconstruir la unidad interna —o lo que queda de ella— en un momento de máxima fragilidad.