En la casa-estudio de Claudio Tozzi, maestro del arte pop brasileño
Estamos en São Paulo, en el barrio de Sumaré, en la casa-estudio de Claudio Tozzi, uno de los artistas brasileños más importantes y reconocidos de su generación. Hijo de inmigrantes italianos, arquitecto, educador y artista plástico, ha sabido construir una carrera sólida que, desde los años 60, no ha conocido interrupciones. A día de hoy sigue exponiendo en museos de todo el mundo, y es una figura central de la nueva figuración y del arte pop brasileño. El Malba de Buenos Aires inauguró el pasado 7 de noviembre una gran exposición dedicada a este movimiento, donde sus obras estarán expuestas hasta febrero de 2026.

Luciano Fiaschi es el paisajista tras el diseño del jardín de la casa de Claudio Tozzi. La marquesina del garaje por la que se cuela una palmera phoenix deja entrar la luz del exterior.
© Rui Teixeira
En una de las salas, la escultura Parafuso (1972), Red Cutout (1998) y Territorio (2011), de Tozzi.
© Rui Teixeira
Un detalle del estudio del artista.
© Rui TeixeiraUn estudiante de arquitectura comprometido
Después del golpe militar de 1964, Tozzi se consolidó como un artista políticamente comprometido y un trabajador incansable. A sus 82 años mantiene una rutina diaria intensa, siempre investigando nuevas formas y soluciones. Sobre la época de la dictadura, destaca la diferencia entre el arte pop estadounidense y el movimiento latino: mientras los artistas norteamericanos se enfocaban en el consumismo y el brillo de la cultura visual, muchos brasileños utilizaron ese mismo lenguaje para cuestionar la realidad del país. Imágenes inspiradas en la cultura pop les permitieron denunciar la represión y, al mismo tiempo, crear pequeños espacios de libertad creativa. “Yo era estudiante de Arquitectura y me opuse totalmente al golpe. Mi trabajo así lo refleja”, afirma.

Sobre la estantería de madera y laminado melamínico diseñada por Isay Weinfeld, varios objetos: escultura Parafuso, un nivel de aluminio y una maqueta del estudio en Guarujá. Acaparando todas las miradas está Territorio (2011), de Tozzi.
© Rui Teixeira
Varios sillones, como el Maralunga o el T-Line, de Burkhard Vogtherr para Arflex, cubiertos por lonas blancas.
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La silla Red and Blue, de Gerrit Rietveld, junto a las obras Recorte (1988/2012) y Fragmentos (2002), de Tozzi.
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En esta casa los espacios dialogan entre sí. En el salón, con vistas directas al garaje y al jardín, la obra O Capital e a Poesia (2022/24), de Tozzi; la escultura azul Beso, de Rubens Gershman; un sofá de John Graz; y el sillón Wassily, de Marcel Breuer. Al fondo, un BMW Z3 de 1995.
© Rui TeixeiraFunciones claramente diferenciadas
En 1986, Tozzi adquirió esta casa en Sumaré, entonces un barrio residencial tranquilo en una ladera arborizada. Cuenta que la conocía desde niño: pertenecía a una familia amiga de sus padres y, cuando fue puesta en venta, su madre realizó un contrato de permuta con una de sus casas menores. Su hermano Décio Tozzi, reconocido arquitecto, proyectó la apertura de los nuevos espacios; un joven Isay Weinfeld diseñó los interiores, creando un ambiente metafísico y escenográfico; y el paisajista Luciano Fiaschi intervino el jardín. Tozzi se mudó en 1987. Antes tenía un atelier en la rua Franco da Rocha, un galpón premiado por su arquitectura. Tres años después reformaron la planta baja, abriéndola y creando el estudio, con una nueva entrada por la calle inferior. Hoy, la vivienda cuenta con dos accesos –residencial y de trabajo– y una separación clara entre las áreas públicas y privadas. Tras la línea negra del suelo se encuentra la zona más íntima, definida por las paredes pintadas en ese mismo color; un pequeño apartamento con dos dormitorios y dos baños.