El sistema inmunitario suele describirse como un escudo, pero quizá sea más adecuado imaginarlo como una ciudad con millones de guardianes, cada uno con un rol. Entre ellos destacan los neutrófilos, una especie de tropa relámpago que patrulla nuestra sangre para detectar cualquier señal de peligro. Son las células más abundantes —se cuentan en billones— y viven apenas unas horas, pero en ese breve tiempo pueden engullir microbios, desplegar trampas moleculares o activar a otras células defensivas.
El problema es que esta eficacia fulgurante tiene una cara B. En infecciones graves, como se vio con la covid, estos guardianes pueden descontrolarse y desencadenar tormentas inflamatorias que hacen más daño que el propio virus. Y en tumores, lejos de protegernos, a veces colaboran involuntariamente en la expansión del cáncer. Esa dualidad ha sido un enigma durante décadas porque, aunque conocíamos su existencia desde principios del siglo XX, apenas se había descifrado su verdadero funcionamiento.
Siete estados para entender un comportamiento complejo
La publicación en Nature de NeuMap, un mapa detallado de los neutrófilos elaborado por el CNIC, la UC3M, Yale y Westlake University, supone un giro inesperado. Tras analizar cientos de miles de estas células en situaciones muy distintas —embarazo, cáncer, infección, envejecimiento— el equipo ha identificado siete estados funcionales que se repiten de forma sorprendentemente estable.
Esto no significa que los neutrófilos sean rígidos; al contrario, son extremadamente plásticos. Cambian de un estado a otro según el contexto, como un grupo de trabajadores capaces de desempeñar oficios distintos dependiendo de lo que requiera la comunidad. En un entorno inflamado pueden ser agresivos, en la placenta ayudan a formar vasos sanguíneos, y en ciertos tumores facilitan, sin quererlo, que el cáncer se extienda.
La metáfora que propone el investigador Andrés Hidalgo es especialmente clarificadora: el sistema funciona como una colonia de insectos. Manipular a cada “hormiga” apenas serviría de algo; en cambio, intervenir en las células madre que producen toda la descendencia podría permitir reprogramar el comportamiento del conjunto. Esta idea abre la puerta a terapias que ajusten el ejército inmune a las necesidades reales de cada paciente, sin eliminarlo y sin dejarlo actuar a ciegas.
Hacia diagnósticos más precisos y tratamientos hechos a medida
El potencial de NeuMap es considerable. Si en cada tipo de cáncer o infección predominan estados distintos de neutrófilos, podríamos utilizarlos como indicadores para diagnosticar antes, clasificar mejor y decidir tratamientos con mayor precisión. Es como leer la meteorología celular para anticipar tormentas o vientos favorables.
La otra gran línea es la reprogramación dirigida. Aprovechar los estados que favorecen la reparación de tejidos en personas con diabetes o entrenar a los neutrófilos para atacar tumores evitando que adopten rasgos promotores de vasos sanguíneos ya no suena a ciencia ficción. El reto será hacerlo con seguridad y sin desestabilizar un sistema que, aunque imperfecto, nos mantiene con vida cada día.
Este mapa no es solo una fotografía científica, sino una brújula hacia una medicina más estratégica y menos reactiva. Entender cómo se organiza nuestro ejército interior nos obliga a asumir que la inmunidad no es solo defensa, también es equilibrio. Y quizá, al fin, estemos empezando a comprender cómo dirigirla sin romperla. @mundiario