No se sabe si es el Minecraft o el League of Legends, pero la única huella que Bashar al Asad ha dejado en el mundo en los últimos meses está en un videojuego del estilo. Este 8 de diciembre hace un año desde que Hayat Tahrir al-Sham (HTS), organización capitana de los rebeldes de Siria, tomó Damasco. Un año también desde que su líder Mohamed al Golani dejara atrás su nombre de guerra para convertirse en el presidente Ahmed al Sharaa. Y un año desde que Al Asad, el dictador que copó titulares durante más de una década por las matanzas a su propio pueblo, se diera a la fuga.

Poco después de la caída de Damasco se supo que el mandatario había volado desde la base aérea de Hmeimim, en Latakia, a Moscú. Allí, el Kremlin le concedió a él y a su familia asilo «por razones humanitarias». Desde su exilio ruso, Al Asad se pronunció una semana más tarde de perder su feudo, cuando publicó un comunicado en el que lamentaba que Siria hubiera caído «en manos del terrorismo».

Más allá de algún rumor de que la exprimera dama, Asma, le habría pedido el divorcio para mudarse a Londres, se habló poco del tirano y su familia. El país y el mundo entero estaban demasiado ocupados destapando los crímenes de 54 años de dinastía Asad, tratando de reconstruir un país diezmado y reconfigurando el equilibrio sirio tras las tensiones entre el nuevo gobierno y las administraciones locales de la región drusa de Sueida, del noreste controlado por los kurdos, y de los alauitas en la costa mediterránea. Hasta este mes de diciembre, de hecho, no ha visto la luz el Expediente Damasco, una investigación del Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación en la que más de 134.000 documentos y más de 33.000 fotografías exponen el aparato de seguridad e inteligencia que alimentó al régimen durante la guerra.

A mediados de febrero, el hijo mayor de Asma y Bashar, Hafez, publicó un texto en X en el que detallaba la huida de su familia la madrugada de aquel 8 de octubre. Antes de que Elon Musk borrara su cuenta, se podía leer en la cuenta del primogénito: «No había ningún plan para salir de Damasco, y mucho menos de Siria […] No hubo preparativos ni nada que indicara nuestra partida hasta que un funcionario ruso llegó a nuestra casa en el barrio de Al-Maliki después de medianoche […] y le pidió al presidente que se trasladara a Latakia durante unos días debido a la grave situación en Damasco«.

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Según Hafez, el funcionario ruso le había dicho a Bashar al Asad que el expresidente podría supervisar el mando de las batallas entre las fuerzas del régimen y los rebeldes desde Latakia, una región costera y bastión de Assad donde Rusia tenía fuerzas estacionadas en la base aérea de Hmeimim. Hafez afirmó que fue él quien se puso en contacto con sus primos en varias ocasiones para informarles de que se les había pedido que abandonaran Damasco.

No se supo nada más hasta septiembre, cuando los blogueros de guerra que cuentan la invasión rusa a Ucrania informaron de que Asad había sido envenenado en Moscú y había sido hospitalizado de urgencias. Al expresidente le dieron el alta a los nueve días, y poco después llegó el artículo: en octubre, el semanal alemán Die Zeit se adentró en el rascacielos Moskva City en el que los Asad tienen 20 apartamentos de lujo.

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«Los apartamentos están lujosamente decorados, con armarios de color crema con ribetes dorados, lámparas de araña de cristal y amplios sofás que recuerdan a los palacios de Oriente Medio. Las cocinas cuentan con electrodomésticos de fabricación alemana y las habitaciones tienen grandes televisores y ventanas de suelo a techo con vistas panorámicas del horizonte de Moscú y del río Moscova«, decía Die Zeit. Y añadía: «Lo más destacado es el cuarto de baño, totalmente revestido de mármol de Carrara, con una enorme bañera climatizada frente a una ventana de cuatro metros de altura. Un avión pasa a la altura de los ojos». Fuera de la ciudad, se sabe que los Asad tienen una dacha, una casa de campo tradicional rusa.

Die Zeit habló entonces con K., una fuente que afirmó haber ostentado un alto cargo en las filas del ejército sirio, y que dijo: «Él y su familia pueden moverse libremente por Moscú. Contratan guardaespaldas privados pagados por el Gobierno ruso. Bashar vive en tres apartamentos dentro de una torre que tiene un centro comercial en la planta baja, y a veces visita las tiendas que hay allí». Además, la familia está vigilada las 24 horas del día por una empresa de seguridad especial de guardaespaldas asignada por el Gobierno ruso que acompaña al exmandatario incluso al centro comercial que hay en la parte inferior de la torre en la que vive. La misma fuente añadió que Asad ha aceptado no participar en política desde el exilio y que, desde que escapó de Siria, pasa «muchas horas» jugando a videojuegos en línea.

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K. dijo de la esposa de Asad que está en estado crítico, y del hermano del expresidente —Maher, famoso comandante de la Cuarta División de élite y exjefe de la Guardia Republicana—que se aloja en el Four Seasons de Moscú, donde una noche cuesta mil dólares, y donde «pasa el tiempo bebiendo y fumando cachimba«.

Poco después de la publicación de Die Zeit, en Moscú se vivió una escena que debió haber atormentado a Asad. El 15 de octubre aterrizó en la capital rusa el propio Ahmed al Sharaa, determinado a mantener las relaciones con el Kremlin pese a que fuera Vladímir Putin el mayor aliado de su enemigo durante los 14 años de guerra. Sharaa sugirió que seguiría permitiendo a Rusia el acceso a sus bases militares en Siria y planteó formalmente la cuestión de extraditar a Asad para ser juzgado. Según medios rusos, el Kremlin evitó responder, y más tarde el ministro de Asuntos Exteriores, Sergei Lavrov, declaró a los periodistas que Rusia había concedido asilo a Assad porque él y su familia «corrían el riesgo de ser eliminados físicamente».

Desde entonces, Al Sharaa ha insistido. El 10 de noviembre, el nuevo presidente sirio afirmó en una entrevista concedida a Fox News que las negociaciones con Rusia incluían la entrega de Asad y subrayó que «la justicia debe prevalecer«. Hizo el mismo recordatorio en otra entrevista el mes pasado con The Washington Post, en la que defendió el derecho de Siria a exigir un juicio.

Contrainsurgencia desde Moscú

En su entrevista con Fox, el líder sirio subrayó que, además de a Asad, Siria busca recuperar a «otras personas buscadas» por la justicia. Gracias a una reciente investigación de Reuters, hoy podemos ponerles cara a algunas de ellas.

La agencia británica ha revelado este 5 de diciembre que antiguos partidarios de Asad están canalizando millones de dólares a decenas de miles de posibles combatientes con el fin de iniciar levantamientos contra el nuevo gobierno del país. El complot, descubierto a través de entrevistas con 48 personas y documentos financieros, estaría liderado por Kamal Hassan, antiguo jefe de inteligencia militar de Bashar, y el primo multimillonario del exdirigente, Rami Makhlouf. Según Reuters, estas dos figuras están financiando desde Moscú a más de 65.000 combatientesla mayoría alauitas— con la esperanza de ganarse su lealtad.

«Tened paciencia, pueblo mío, y no entreguéis las armas. Yo soy quien restaurará vuestra dignidad«, dice Hassan en un mensaje de WhatsApp revisado por Reuters. Makhlouf, que en su día utilizó su imperio empresarial para financiar la dictadura antes de enemistarse con sus parientes más poderosos y pasar años bajo arresto domiciliario, ahora se presenta en sus conversaciones como una figura mesiánica que volverá al poder tras librar una batalla final apocalíptica, según la investigación.

El premio para ambos hombres es el control de una red de 14 salas de mando subterráneas construidas alrededor de la costa siria hacia el final del régimen de Asad, junto con alijos de armas. Las fotos vistas por la agencia de noticias británica muestran salas repletas de rifles de asalto, municiones, granadas, ordenadores y equipos de comunicación.

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Hassan afirma controlar a 12.000 combatientes y ha gastado 1,5 millones de dólares desde marzo, mientras que Makhlouf afirma tener al menos 54.000 combatientes y ha gastado al menos seis millones de dólares en salarios, según documentos internos y registros financieros. Sin embargo, los comandantes sobre el terreno afirman que a los combatientes se les paga una miseria —entre 20 y 30 dólares al mes— y que están recibiendo dinero de ambos bandos. A pesar de la conspiración, las perspectivas de que la revuelta tenga éxito parecen escasas. Los dos exiliados están en virulento desacuerdo entre sí, las bases alauíes no parecen confiar en el proyecto y, no menos importante: su plan no cuenta con el apoyo de Rusia, que sí parece dispuesta a negociar con Al Sharaa para mantener su influencia en la nueva Siria.