Dice que de niña no quería ser actriz. ¿En qué momento vio que eso sería su camino?
Cuando empecé a hacer teatro en el colegio a los 13 años. Comencé con Ainhoa Amestoy, que hoy es directora de teatro, y en ese momento lo hice por hacer en el colegio. Pero es verdad que en mi casa yo siempre estaba actuando, inventándome entrevistas e historias. Mi madre cuando yo le decía que quería ser espía o ama de casa me decía: “¡Pero si tú eres artista!”. Y yo: “Que va, que va, yo paso de eso”. Creo que era una autonegación por no querer ese foco mediático y querer vivir en mi casa, con mis hijos y que me dejaran en paz (risas). Pero al final, cuando la vena te sale, te sale y cuando el gusanillo te toca, es muy difícil hacerlo callar.
Los González-Flores son una familia muy unida, como además hemos visto ahora con el estreno de Flores para Antonio. ¡Qué bonito ha sido verlos juntos a todos!
Fíjate que creo que ha sido bonito para el público vernos juntos, pero también para nosotros mismos porque estamos juntos de puertas para adentro como cualquier familia normal, pero vernos juntos ante el público en algo tan potente como presentar el documental de Alba, para nosotros fue un momento muy emocionante. No es lo mismo vivir con la familia sin que se entere nadie que de pronto ponernos ahí todos juntos y ver al público vibrar con nosotros. Ha sido muy emocionante. A nosotros mostrarnos juntos ante la gente es algo muy potente porque no lo solemos hacer.
Supongo que el trabajo que ha hecho su prima Alba Flores le ha emocionado mucho….
Muchísimo. La película es muy dolorosa pero también es muy sanadora. Creo que está hecha con una elegancia, una sensibilidad y con una verdad que es un regalo para todos nosotros y para el público. Alba es brutal.
Son una familia de grandes mujeres, mujerones, diría yo. ¿Qué es lo que siempre lleva usted grabado a fuego que ha aprendido de ellas?
Creo que es nuestra forma de vivir, está en el ADN. Ellas en ningún momento te dicen: “Imponte ante tu marido, tú eres la que manda en casa, las mujeres Flores tienen que ser así”. Creo que es más algo que viene desde mi bisabuela Rosario, la madre de mi abuela Lola, que siempre han sido mujeres con mucha personalidad. También ellas han estado siempre muy unidas a sus hombres. Imagínate que mi abuela, a pesar de estar separada de mi abuelo, siguió viviendo con él hasta el final, en ningún momento quisieron dejar de vivir juntos. Pero han sido mujeres que han llevado la voz cantante. Sobre todo de puertas para afuera. Luego en casa siempre se ha pedido la opinión de los hombres, lo que queremos es estar en igualdad de derechos siempre. Hemos tenido la suerte de ser mujeres que no nos han callado y siempre hemos podido hacer lo que nos ha dado la gana, sin tener a un hombre detrás diciéndonos si esto está bien o mal. Empezando por mi abuelo, que para su época y siendo gitano en esos años, era un hombre muy tolerante y con una mente abierta, muy inteligente. Creo que hemos aprendido mucho de las mujeres de nuestra familia, pero también de los hombres. Hemos tenido mucha suerte.