Can Jordi Blues Station acoge una nueva muestra de una de sus artistas más queridas: la pintora Romanie Sánchez Smele. Bajo el título ‘Calidesa’, la exposición se inaugura este viernes 12 de diciembre, a las 19 horas, y permanecerá abierta al público hasta el 19 de enero, llenando el espacio de luz cálida, color y imaginación.
Para esta ocasión, Romanie ha preparado una selección de obras de pintura orgánica de carácter singular, en las que no falta su habitual dosis de surrealismo. «A través de motivos vegetales fantásticos que habitan paisajes de patrones imaginarios, siempre bañados por una atmósfera cálida, la artista presenta una colección de lienzos en su mayoría de pequeño formato que invitan a sumergirse en un universo onírico y profundamente personal. En este contexto, sus creaciones integran a menudo elementos de la cultura, la tradición y los paisajes ibicencos, al tiempo que exploran el subconsciente y el azar», señala una nota de prensa de los organizadores
Criada en Ibiza, Romanie Sánchez Smele (1976) destaca por el trabajo interior que reflejan sus obras y por la meticulosidad con la que están ejecutadas. Sus motivos y patrones beben de una infancia vivida en la Ibiza rural de los años setenta y ochenta, pero los temas que aborda responden a una necesidad de exteriorizar un proceso constante de búsqueda espiritual.
«Las composiciones van tomando forma sobre la tela o el papel a partir de un diálogo interno constante. Las primeras pinceladas nacen del azar y del subconsciente, que marcan la partitura inicial, hasta que aparecen las primeras formas definidas que permiten a la artista crear patrones que simbolizan ideas, emociones y debates que laten en su interior», añade la nota.
Por el mundo
Romanie comenzó a exponer su obra en 2001 y pinta prácticamente a diario, tanto en su casa de campo en Ibiza, donde sigue residiendo, como durante sus viajes por el mundo. Ha mostrado sus trabajos en múltiples salas de la isla y en lugares tan diversos como las Islas Feroe, California, Milán, Viena, Barcelona, Santiago de Compostela, Mallorca o la localidad portuguesa de Miranda do Douro, entre otros.
“Pintar es una necesidad para mantenerme equilibrada entre este mundo y el interior”, explica la artista, que asegura que suele empezar un cuadro sin saber adónde la llevará. “Pinto desde el subconsciente, dejándole crear formas y elegir colores sin censurarlo, sin hacer juicios de valor ni pretender darle una dirección definida”, añade. La música, que suele acompañarla mientras trabaja, la ayuda a silenciar el “parloteo diario” y convierte el acto de pintar en una suerte de meditación.
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