Héctor Alterio falleció unas horas antes de que comenzaran los premios Forqué en el Palacio Municipal IFEMA de Madrid. Era inevitable que en los galardones que concede Egeda, la entidad de gestión de derechos intelectuales de los productores, se recordara al actor que estuvo trabajando hasta el último día —había comenzado muy joven interpretando un texto del dramaturgo asturiano Alejandro Casona Prohibido suicidarse en primavera— que salió de Argentina natal amenazado de muerte por la organización terrorista Triple A y se refugió en nuestro país en una época no precisamente luminosa en libertades. Estaba en San Sebastián para presentar La Tregua (1974), y se quedó. No se había despedido de nadie allí, pero aquí estaba su mujer, Ángela Bacaicoa y sus dos hijos, Ernesto y Malena, entonces unos niños de dos años y seis meses respectivamente. Fueron de casa en casa de amigos españoles dispuestos a acogerles y en este país tan áspero entonces se quedaron los Alterio, y tanto el padre como los hijos se incorporaron a la historia artística nacional.
Era inevitable, por tanto, que el actor de 96 años fuera, en parte, protagonista de la gala. “Esta noche celebramos la capacidad de nuestra industria para tomar como referente el pasado con respeto, para reconocer a los que nos han precedido, a una generación que tumbó muros, abrió puertas y ventanas, que cambió el mundo e hizo de este lugar un sitio. Más amable donde vivir. Vamos a empezar con nuestro amor y nuestro aplauso a Héctor Alterio”, comenzaba Cayetana Guillén Cuervo, presentadora junto a Daniel Guzmán de la edición número 31 de los Forqué, que ha enviado un “abrazo muy fuerte a toda su familia” y reconocido que “es un legado maravilloso el que nos deja” el actor con su parte del Oscar de La historia oficial (1985), la primera estatuilla por la mejor película extranjera para una cinta argentina y reconocido con el Goya de Honor en 2004, que le entregaron sus hijos.
Fuera de este homenaje pero irremediablemente unido de alguna forma está el discurso pronunciado por el productor de Anatomía de un instante, José Manuel Lorenzo, la serie de Alberto Rodríguez sobre el 23-F basada en el libro homónimo de Javier Cercas convertida en la triunfadora de la noche —venció a Animal, Pubertat y Poquita fe— junto a **Los domingos **de Alauda Ruiz de Azúa —que se impuso a Sirât, Sorda y Maspalomas—. Animó a los jóvenes a ver la serie para, quizás así, entender “lo difícil que ha sido conseguir las libertades que tenemos” y la necesidad de luchar por conservarlas. Y les ha dicho: “De verdad, con Franco no se vivía mejor”, en un momento en el que las encuestas revelan que los jóvenes consideran que “en determinadas circunstancias” es preferible un régimen autoritario a la democracia.
Se dice que los Forqué marcan el camino de los Goya. Ya queda menos para saber si este año Sirât, de Oliver Laxe —representante de España en los Oscar—, lo rehace.