Un estudio a largo plazo sugirió que un cambio en los patrones de conducción sería un indicador de deterioro neurocognitivo en personas adultas mayores.[1]
Gracias a los datos de conducción, el equipo de investigación pudo predecir el desarrollo de deterioro neurocognitivo leve con un 82 % de precisión. A lo largo de 3 años, en comparación con personas con cognición normal, las personas adultas mayores con deterioro cognitivo leve condujeron menos de noche, realizaron menos viajes mensuales y se desviaron menos de sus rutas habituales.
«Descubrimos que, al utilizar un dispositivo de seguimiento de datos GPS [sistema de posicionamiento global], pudimos determinar con mayor precisión quiénes habían desarrollado problemas cognitivos que si nos limitamos a factores como la edad, las puntuaciones en pruebas cognitivas o si presentaban un factor de riesgo genético relacionado con la enfermedad de Alzheimer», declaró en un comunicado de prensa el investigador principal, Ganesh M. Babulal, Ph. D., de la Facultad de Medicina de Washington University en St. Louis, Estados Unidos.
El estudio se publicó en versión electrónica el 26 de noviembre en Neurology.[1]
Nuevas oportunidades para la detección temprana
En Estados Unidos, las personas adultas mayores representan aproximadamente el 20 % de los conductores. Además, se estima que un tercio de esta población presenta deterioro neurocognitivo. Estudios previos han demostrado que quienes presentaron demencia en etapa temprana obtuvieron peores resultados en los exámenes de conducción y presentaron un mayor riesgo de sufrir un accidente.[2]
El equipo de investigación señaló que se requieren soluciones oportunas y escalables para monitorear la seguridad en esta población de conductores en riesgo. Destacaron que los recientes avances en la tecnología de rastreo vehicular podrían proporcionar datos útiles para identificar el deterioro neurocognitivo leve.
Para probar esta hipótesis, los investigadores e investigadoras analizaron datos de conducción de 298 participantes (edad promedio: 75,1 años; 45,6 % mujeres). De éstos, 56 eran personas adultas mayores con deterioro neurocognitivo leve, mientras que el resto presentaba cognición normal.
Los y las participantes se sometieron a la evaluación Clinical Dementia Rating, una serie de pruebas neuropsicológicas, y se les genotipificó para el alelo APOE*E4, un factor de riesgo conocido para la enfermedad de Alzheimer. El equipo de investigación calculó la puntuación del Compuesto Cognitivo Preclínico de enfermedad de Alzheimer (PACC) de los y las participantes, con base en los resultados de una batería de pruebas cognitivas estandarizadas.
Un rastreador GPS a bordo del vehículo registró diario el comportamiento de conducción de los y las participantes durante un máximo de 40 meses, verificando los viajes totales, la distancia promedio, la conducción nocturna, los excesos de velocidad y la variación de ruta.
Los cambios en el comportamiento de conducción longitudinal se evaluaron mediante un modelo lineal mixto, ajustado por edad inicial, raza, educación, sexo y estado APOE*E4. Se utilizó una regresión logística con análisis de curva de operador receptor para distinguir a las personas adultas mayores con deterioro neurocognitivo leve de aquellos con cognición normal.
Al inicio, los hábitos de conducción de los grupos cognición normal y deterioro neurocognitivo leve eran similares. Sin embargo, con el tiempo, las personas adultas mayores con deterioro neurocognitivo leve realizaron menos viajes al mes (p p
Al añadir al modelo factores demográficos, la puntuación del Compuesto Cognitivo Preclínico de enfermedad de Alzheimer y el estado APOE*E4, el equipo de investigación pudo identificar el daño cognitivo leve con una precisión del 87 % (IC 95%: 0,81 a 0,93). Sin los datos de conducción, la precisión se redujo a 76 %.
«Observar el comportamiento diario al volante es una forma relativamente sencilla y discreta de monitorear las habilidades cognitivas y la capacidad funcional de las personas», afirmó Babulal. «Esto podría ayudar a identificar a los conductores y conductoras en riesgo de forma oportuna para una intervención temprana, antes de que sufran un accidente o un cuasi accidente, que es lo que suele ocurrir en la actualidad».
El equipo de investigación señaló que las limitaciones del estudio incluían que la mayoría de los y las participantes eran predominantemente personas blancas con un alto nivel educativo, y los datos no se validaron externamente.
El estudio contó con el apoyo de National Institutes of Health y National Institute on Aging. Consulte el estudio para obtener la lista completa de conflictos de interés de los autores.
Este contenido se tradujo de la edición en inglés de Medscape.