18/12/2025
Actualizado a las 19:30h.
Mala mano lleva Xabi Alonso. El miércoles por la noche, puede que grogui aún después de la parada de Lunin que evitó el postrer empate a tres, que habría sido la debacle, confundió Sevilla con Mallorca, quién sabe si porque allí se está construyendo … una casa Jürgen Klopp para convertirla en un «paraíso ecológico familiar» (esto es lo que dice la IA) al lado del Country Club. El entrenador del Madrid tiene doble pareja de ases y ochos, la misma jugada que llevaba Wild Bill Hickok justo antes de que Jack McCall le descerrajase un tiro en la nuca, esto es de Primero de ‘Deadwood’. La tan cacareada mano interventora de Xabi, aquella que cambiaba partidos en Leverkusen, se ha convertido al final en esa de la que huyen todos los jugadores profesionales de póquer por considerarla gafe.
La cara de Xabi en Talavera lo decía todo. Decía por ejemplo que ya se encuentra muy incómodo en ese banquillo, también decía que la letanía se le está haciendo eterna, decía que podría considerar incluso liberatoria la escena del motorista procedente del Bernabéu aparcando por fin en el jardín de su casa, decía que desea con todas sus fuerzas que aparten de él este amargo cáliz.
La prueba más palpable de que el proyecto del tolosarra tiene una fecha de caducidad al margen de que el equipo gane, empate o pierda es que durante la tradicional copa de Navidad con los periodistas ningún responsable del club hablara del técnico ni para bien ni para mal. El protagonista absoluto de ese día fue Negreira, que está más vivo en el imaginario madridista que el propio entrenador. Alonso se encuentra a un escalón de convertirse en «ese señor del que usted me habla», un elefante en la habitación.
No me alegra la situación de Xabi porque yéndole mal a él también me va mal a mí y sobre todo le va mal a mi Madrid. Pero si hay que cortar el cable rojo, y a las pruebas del pobre fútbol del equipo y a algunas decisiones rocambolescas del cuerpo técnico me remito para concluir que sí, que hay que cortarlo, conviene hacerlo cuanto antes.
Ya no tenemos a Kroos, Modric y Casemiro, el centro del campo en el que se fraguaron tantas Champions una detrás de otra, pero el equipo no es tan rematadamente malo como para acabar pidiendo la hora ante el penúltimo clasificado del Grupo 1 de Primera Federación. El traje le vino grande a Alonso porque el Real Madrid no es Hugo Boss. La cama se la hizo él.
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