Este domingo se disputa la gran final de las ATP Next Gen Finals, el torneo que cada año funciona como una ventana al futuro del tenis masculino. Más allá del prestigio deportivo y del impulso mediático que supone coronarse campeón entre los mejores talentos sub-20 del circuito, el ganador levantará un trofeo que viene acompañado de una cifra que explica por qué este evento ha ganado tanto peso en el calendario.
El premio asciende a los dos millones de dólares. En un deporte donde los ingresos suelen concentrarse en la élite consolidada, las Next Gen Finals se han convertido en un acelerador económico y profesional para jóvenes que todavía están construyendo su carrera. Ganar este torneo no solo significa vencer a los rivales directos de una generación, sino también asegurarse una estabilidad financiera clave para afrontar viajes, entrenadores, preparación física y planificación a medio plazo.
Un torneo pensado para el mañana
Las Next Generation ATP Finals nacieron en 2017 como un torneo de exhibición profesional masculino organizado por la Asociación de Tenistas Profesionales (ATP) para los mejores jugadores de la temporada con 21 años o menos (umbral que desde 2024 se ha reducido a 20). Su primera sede fue Milán, ciudad que acogió las cinco primeras ediciones, antes de que el evento se trasladara en 2023 a la Ciudad Deportiva del Rey Abdalá, en Yeda.

Los dos grupos de las Next Gen Finals.
Desde el inicio, la ATP concibió este torneo como un laboratorio: reglas innovadoras, formatos más dinámicos y un enfoque pensado para atraer a nuevas audiencias. Pero, con el paso del tiempo, el evento ha dejado de ser solo un escaparate experimental para convertirse en una auténtica plataforma de lanzamiento.
El premio de dos millones de dólares para el campeón marca un punto de inflexión. Para muchos de los participantes, esa cifra supera con creces lo acumulado en premios durante toda su carrera profesional. En un circuito tan exigente como el ATP Tour, donde los gastos son elevados y la competencia feroz, disponer de ese respaldo económico puede marcar la diferencia entre estancarse o despegar.