Una trayectoria común entre los creadores cinematográficos consiste en empezar con poco dinero y mucho que decir y acabar con mucho dinero para no decir absolutamente nada. Le sucede a Yorgos Lanthimos, y le sucede a Rian Johnson. Director y guionista de todas sus películas, debutó con Brick (2005), un thriller cutrísimo cuyo visionado nos reconcilia con la parte más bonita de la industria (que se puede ser director tirando de los ahorros de la abuela) y siguió con películas donde los actores ya cobraban más que él: Los hermanos Bloom y Looper; luego dirigió una de Star Wars y, finalmente, producción y talento coincidieron para regalarnos esa gran película de entretenimiento que fue Puñales por la espalda (2019). A partir de ahí, la confusión.

Rian Johnson nunca hizo Looper 2 ni otro episodio de Star Wars, pero algo (quizá su banco) le dijo que debía hacer Puñales por la espalda 2 y, por qué no, también la 3. La fórmula consistía en reunir a la mayor cantidad posible de actores famosos y ponerlos a hablar en un espacio lujoso y matar a uno y filmarlo todo como en un spot de Gucci. La vaciedad de El misterio de Glass Onion no le desanimó para vaciar todavía más la saga con De entre los muertos.

Si la obra original filtraba muy sagazmente un mensaje de desclasamiento y rencor social, las secuelas parecen empeñadas en conseguir la mayor vulgaridad con el mayor derroche posible. Yo creo que Rian filma cosas caras sólo por hacer gasto, y reírse él solo en su mansión, recordando aquellos años en los que no tenía ni para un plano con grúa.

De entre los muertos nos presenta un mundo clerical que apetece mucho. Según la película, los curillas y prelados visten de negro impecable y viven en palacios preciosos y lo único que les diferencia de un actor de Hollywood es que no puedes hacer las orgías demasiado llamativas. Después de ver Los domingos y su realismo en retratar el estamento religioso, esta incursión absurda en conventos y parroquias se nos antoja irrisoria.

La trama gira en torno a un sacerdote carismático (Josh Brolin) que muere en un rincón inverosímil de su iglesia y cuyos feligreses chiflados se alzan como los principales sospechosos de su asesinato. Un curilla novato (Josh O´Connor) llama al detective usual (Daniel Craig) y juntos alargan la película durante dos horas y media para que el espectador, hacia la mitad, no sepa qué se está investigando exactamente. Hay una cripta, una señora rara, cruces, flash backs, exceso de luz en la fotografía y muchas ganas de que no hagan la cuarta. Luego sale Mila Kunis porque debe de ser amiga de alguien.

Sinceramente, no sé de qué va ‘Puñales por la espalda: de entre los muertos’. La vi entera y no recuerdo quién era el asesino

Josh Brolin es un actor que siempre da gusto observar, y hasta tiene una frase que nos saca durante dos segundos del sopor: “Las rameras marxistas y feministas”, dice, o sea, los enemigos de la Iglesia. Pero este filo de incorrección política se pierde pronto, como todos los que nos solazaron en la Puñales por la espalda original.

El otro Josh, O’Connor, también está muy bien y sigue su ascenso imparable (Rivales, The Mastermind) hacia el destino que Hollywood reserva a los actores que de pronto se ponen de moda: pasar de moda y ser olvidado. De momento, en la película da la sensación de que quien sobra es Daniel Craig, su protagonista.

Sinceramente, no sé de qué va Puñales por la espalda: de entre los muertos. La vi entera y no recuerdo quién era el asesino. Seguramente a los actores que han participado en la cinta les pasa lo mismo.

George Clooney en ‘Jay Kelly’. (Netflix)

Con todo, pueden ver películas peores en Netflix, y estrenadas a la par. La plataforma nos propone también estas Navidades Jay Kelly, nuevo trabajo de Noah Baumbach en su incomprensible trayectoria hacia ninguna parte. Lo mejor que ha hecho Baumbach en su vida es que su mujer gane más dinero que él, y haga películas más interesantes. Después de Frances Ha (2012), donde Baumbach y Greta Gerwig gustaron a mucha gente (no es mi caso), ella hizo Lady Bird y, en fin, Barbie. Él, sin embargo, siguió filmando gente que habla de estupideces como si fueran grandes problemas acuciantes y contando con actores de primera fila que, por lo que sea, en sus películas parecen aficionados. Scarlett Johansson y Adam Driver en Marriage Story; y ahora Adam Sandler y George Clooney en Jay Kelly.

La película supone una pérdida de tiempo para todo el mundo. Algún productor además habrá perdido dinero, que sienta peor. La vida de un actor que no existe carece de interés porque el actor inventado, Jay Kelly, ni siquiera tiene mayores problemas que el propio actor que lo interpreta: su cuita es que ser rico y famoso al final también cansa. La cinta empieza con un plano secuencia que recuerda a El juego de Hollywood (1992, Robert Altman) y luego todo recuerda al meta-cine menos inspirado que se les ocurra. Adam Sandler no sabemos muy bien qué sale ganando.

Blue Moon, de Richard Linklater, nos parece Shakespeare en comparación.

Una trayectoria común entre los creadores cinematográficos consiste en empezar con poco dinero y mucho que decir y acabar con mucho dinero para no decir absolutamente nada. Le sucede a Yorgos Lanthimos, y le sucede a Rian Johnson. Director y guionista de todas sus películas, debutó con Brick (2005), un thriller cutrísimo cuyo visionado nos reconcilia con la parte más bonita de la industria (que se puede ser director tirando de los ahorros de la abuela) y siguió con películas donde los actores ya cobraban más que él: Los hermanos Bloom y Looper; luego dirigió una de Star Wars y, finalmente, producción y talento coincidieron para regalarnos esa gran película de entretenimiento que fue Puñales por la espalda (2019). A partir de ahí, la confusión.