Bajo el puente de la C-31, a cinco minutos de la estación de Sant Roc de Badalona (Barcelona), no hay tiempo para pensar en la Navidad. Desde hace una semana, los desalojados del antiguo instituto B9, el mayor asentamiento ocupado de Cataluña, siguen durmiendo a la intemperie, intentando protegerse del frío y de la lluvia con más de 80 tiendas de campaña levantadas junto bajo carretera, tras un desalojo impulsado por el alcalde Xavier García Albiol (PP) sin una alternativa habitacional estable para la mayoría. Es el mismo lugar donde se refugiaron después de que la Guardia Urbana les impidiera instalarse en la plaza situada frente al antiguo instituto.

Decenas de personas desalojadas del B9 duermen bajo este puente de Badalona en Nochebuena.Kike Rincón

Desde este martes, una parte de los desalojados ha empezado a ser trasladada tras un acuerdo entre la Generalitat y varias entidades sociales para realojar a cerca de un centenar de personas que dormían bajo el puente. El destino, sin embargo, sigue siendo incierto para muchos. Algunos han sido enviados por la Cruz Roja a plazas en Lleida, Girona o Tarragona, separados del grupo de personas conocidas y familiares que se apoyaban entre sí. “Dicen que es temporal. ¿Temporal para qué? Nosotros ya estamos en la calle”, resume Abdou Naser, nigeriano y uno de los hombres que sigue durmiendo bajo el viaducto.

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Durante el día, el movimiento es constante. Voluntarios de Cocineras por la Paz preparan el desayuno y llegan coches particulares constantemente con donaciones de ropa, mantas y alimentos. En la víspera de Navidad, también pasó discretamente por la zona un alto cargo de los Mossos d’Esquadra, que estuvo en el dispositivo el día del desalojo, para observar el lugar. La ayuda se agradece, pero el ambiente es tenso. Algunos no se han duchado desde hace más de una semana y el desgaste acumulado se percibe en el campamento, como si la situación pudiera desbordarse en cualquier momento. Muchos temen ser trasladados de nuevo sin saber adónde ni por cuánto tiempo. La sensación compartida es la de estar siempre de paso, sin estabilidad ni certezas.

Un hombre retira el agua debajo de la autopista C-31 en Badalona.Kike Rincón

“Llevamos una semana sin poder ducharnos”, insiste Abdou. La mayoría coincide en el mismo temor: las alternativas ofrecidas no superan unos pocos días. “El problema de estos albergues es el tiempo. Nos dan una semana. Se hace la buena acción y después, otra vez a la calle”, explica.

En la noche del martes, cuentan que varias furgonetas de la Cruz Roja llegaron hasta el punto donde pernoctan los desalojados, a unos 10 minutos andando del antiguo instituto. Algunos aceptaron marcharse, aunque confirman que lo hicieron sin información clara sobre la duración de la estancia ni sobre qué ocurrirá después. Sasha, ucraniana y ex residente del B9, fue trasladada a un hostal temporal en Malgrat de Mar. “Puedo dejar mis cosas allí unos días, pero nos han repartido”, explica. La distancia de los alojamientos temporales, la falta de información y la incertidumbre agravan las condiciones en las que se encuentran. “Vivía en el B9, pero trabajo en Badalona. ¿Cómo pueden trasladarme a un lugar que no sé ni dónde está?”, se pregunta Gema.

En plena semana de Navidad, distintos colectivos mantienen turnos de cocina para garantizar comidas calientes durante los próximos días. Este miércoles el servicio se ha organizado de forma compartida, con la llegada de grandes ollas para el reparto de alimentos en la nochebuena.

Nochebuena en el puente en Badalona donde duermen algunos de los expulsados del B9.Kike Rincón

Bajo el puente, Abdou Nasa se detiene de pronto, como si acabara de reparar en algo que había quedado suspendido en estos días. “No me había dado cuenta… es Navidad”, dice, con los ojos enrojecidos por el cansancio y la situación precaria. A su alrededor, las tiendas siguen alineadas junto a la calle, ajenas al calendario de festividades. Sin un destino claro, pasan la Navidad bajo el puente, sin intención de marcharse de allí.