Mara Wilson nació en California en 1987, y pronto se convirtió en una de las estrellas infantiles más reconocibles del cine de los 90.

Con apenas seis años debutó en la gran pantalla en el papel de la pequeña Natalie Hillard, la hija pequeña de Robbin Williams en Señora Doubtfire, y al año siguiente protagonizó el remake navideño de Milagro en la ciudad. Aunque, sin duda, fue en 1996 cuando alcanzó la cúspide de su fama, al interpretar, con solo nueve años, a Matilda Wormwood en Matilda, la adaptación del clásido de Roald Dahl.

A partir de entonces siguió participando en distintas películas, como El hada novata o Un golpe de magia, pero ninguna tuvo la resonancia de las anteriores.

El paso de la infancia a la adolescencia no fue fácil para la actriz. A medida que crecía, empezó a experimentar la presión de una industria que esperaba que siguiera siendo «adorable y perfecta», algo incompatible con la realidad de crecer y cambiar. Según su propio testimonio, vivió momentos de rechazo y una creciente incomodidad ante una sexualización precoz, comentarios negativos sobre su aspecto y una sensación de que ya no encajaba «en el molde que Hollywood» le «imponía».

Fue entonces cuando, tras protagonizar Thomas and the Magic Railroad (una adaptación live action del famoso tren, en 2000), decidió poner punto y seguido a su carrera en el cine para centrarse en sus estudios, llegando a graduarse en la prestigiosa Universidad de Nueva York.

Ese paréntesis fue también necesario para reconstruirse. Wilson confesaría más adelante que la fama temprana había dejado secuelas emocionales en ella: ansiedad, inseguridades y una búsqueda de su propia identidad, lejos del brillo y las expectativas del estrellato infantil.

En los últimos años, Wilson ha redefinido su relación con la creatividad: se volcó en la escritura, la dramaturgia, el doblaje y la narración de audiolibros. En 2016 publicó sus memorias bajo el título Where Am I Now? (¿Dónde estoy ahora?), un ejercicio honesto sobre la fama infantil, sus heridas y su camino hacia la vida adulta.

Hoy en día sigue participando en proyectos de voz y audiolibros, tiene un perfil en Cameo (desde donde se pueden contratar mensajes personalizados) y, gracias a su participación —muy activa— en eventos y convenciones, mantiene una presencia discreta pero constante en la cultura pop.

Este año, además, se ha convertido en una de las voces más destacadas en el debate público acerca de la incorporación de inteligencia artificial en la industria audiovisual, mostrándose especialmente crítica con las nuevas «actrices virtuales».

Aunque nunca ha descartado volver a actuar, deja claro que lo haría en sus «propios términos», sin someterse a los estándares irreales que marcan muchas carreras en Hollywood, y ahora la incorporación de estrellas «a la carta» que promete la IA parece dificultar más que nunca ese propósito.