El año que dejamos atrás ha confirmado algo que muchos interioristas ya intuían: la decoración se mueve, cada vez más, hacia espacios que buscan equilibrio, calma y una conexión real con quien los habita. Pero 2026 no será un año de rupturas radicales, sino de matices, de reinterpretaciones y de convivencias entre lo sereno y lo expresivo. Así lo entiende Anna Boix Larrauri, interiorista, que analiza las tendencias desde una mirada muy personal, ligada tanto a su forma de trabajar como al entorno en el que desarrolla la mayoría de sus proyectos.
Lo que se queda: serenidad, orden y calidez

Foto: AGOKO
Si hay una tendencia que Anna ha utilizado sin descanso y que seguirá marcando el ritmo en 2026, esa es la fusión entre el estilo Japandi y el minimalismo. «He trabajado muchísimo con una mezcla entre el estilo Japandi y el minimalismo, y creo que va a seguir fuerte durante bastante tiempo», explica. Un lenguaje que se apoya en tonos neutros, maderas naturales y líneas suaves, pero siempre con una premisa clara: que el espacio se sienta limpio, ordenado y calmado.
El contexto también influye. «Vivo en Andorra, y la mayoría de los pisos o casas que decoro están aquí», apunta, y eso se traduce en interiores más envolventes y acogedores. El entorno de montaña y el clima frío invitan a crear refugios domésticos donde apetezca quedarse. «Con el frío lo que más apetece es que el hogar se sienta acogedor», añade, aunque matiza que todo depende de la ubicación de cada vivienda.
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El regreso del color (aunque cueste)

Foto: Foto: Germán Saiz. Interiorismo: TheDreamLab
Aunque los neutros siguen siendo su terreno natural, Anna reconoce que el panorama está cambiando. «Sí que es verdad que ahora están volviendo los colores más vivos, y sé que es un cambio que a mí me va a costar un poco porque soy más de tonos neutros», confiesa. Aun así, entiende que la neutralidad constante puede llegar a cansar.
Ese regreso del color viene acompañado de otros elementos que parecían olvidados: «Estamos viendo cómo regresan los muebles de colores, los suelos de terrazo y esa mezcla entre lo antiguo y lo moderno, lo conservador y lo atrevido». También vuelven los estampados y los azulejos decorativos, aunque admite que no es el lenguaje con el que se siente más cómoda. «Pero al final, como todo en modas y decoración, acabas viéndole la gracia a las cosas que vuelven… sobre todo cuando aparecen con nuevas combinaciones».
Tendencias que se enfrían: adiós a lo industrial
No todas las corrientes sobreviven intactas. El estilo industrial, por ejemplo, empieza a perder peso en sus proyectos. «Nunca lo he usado demasiado, solo en detalles, pero últimamente se me hace pesado, un poco frío», reconoce. Frente a esa estética más dura, ahora busca justo lo contrario: materiales naturales y atmósferas serenas.
La razón va más allá de lo estético. «Creo que vivimos una época en la que todo va muy deprisa —el trabajo, las redes, el estrés del día a día—, y por eso me parece tan importante que al llegar a casa sientas paz«. Para ella, la vivienda debe funcionar como un amortiguador emocional, un espacio que ayude a bajar el ritmo y desconectar del ruido exterior.
Lo que admira… pero no aplica
Hay tendencias que le atraen visualmente, pero que no encajan con su forma de entender el interiorismo. El maximalismo es una de ellas. «Es una tendencia que me gusta ver en otros proyectos, pero que a mí me costaría mucho aplicar en los míos», explica. Le impresiona su atrevimiento, sus colores y mezclas, pero reconoce que no se sentiría cómoda trabajando en espacios tan recargados.
Le ocurre algo similar con los estampados grandes o los papeles muy llamativos: le llaman la atención, pero no conectan con la calma que busca transmitir. Aun así, deja la puerta abierta al cambio. «Tampoco me gusta decir ‘de este agua no beberé’, porque quién sabe… quizá el día de mañana me lanzo».
Colores y materiales en el radar de 2026
De cara a 2026, Anna detecta una clara búsqueda de equilibrio entre serenidad y energía. Los tonos naturales siguen siendo la base: «Arena cálido, gris piedra, marfil», colores que combinan a la perfección con madera y piedra, de hecho, Pantone ya ha hablado y ha establecido cuál será el color del año. Pero junto a ellos ganan presencia tonalidades más intensas y sofisticadas: verdes azulados, verde oliva, azul grisáceo o terracota.

Foto: cortesía Laura Martínez
También destacan los verdes menta y los azules pastel con matices grisáceos, que «aportan color sin romper la armonía». En cuanto a materiales, no tiene dudas: «Los naturales seguirán siendo los protagonistas». La madera, la piedra y los porcelánicos permiten crear espacios con carácter, atemporales y auténticos.
Eso sí, el color empieza a colarse en piezas concretas. «Un sofá o un mueble de salón en un tono intenso, como un verde oliva oscuro o un azul profundo, que se convierte en la pieza protagonista del espacio», explica. Color en dosis medidas, como gesto de personalidad.
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Tendencias reinterpretadas, no copiadas
Anna se define más como intérprete que como seguidora de tendencias. «Me inspiro en ellas, pero siempre las adapto a mi forma de entender los espacios«, afirma. Para ella, una casa no debe responder a una moda pasajera, sino a quien la vive.
En esa lógica encajan también los regresos «mejorados»: el terrazo, ahora en versiones más suaves y elegantes; los papeles pintados con texturas naturales; o el mobiliario retro combinado con piezas contemporáneas. No es volver atrás, sino avanzar con memoria. Y, según todo apunta, 2026 será justo eso: un año de equilibrio consciente.